Ante las maravillas de Dios, la mejor música es el silencio

Raúl Romero López
29 de abril de 2019

SALMO 19

Descarga aquí en pdf el comentario completo

 

 2 El cielo proclama la gloria de Dios,

el firmamento pregona la obra de sus manos:

3 el día al día le pasa el mensaje,

la noche a la noche se lo susurra.

4 Sin que hablen, sin que pronuncien,

sin que resuene su voz,

5 a toda la tierra alcanza su pregón, y

hasta los límites del orbe su lenguaje.

6 Allí le ha puesto su tienda al sol: él

sale como el esposo de su alcoba,

contento como un héroe, a recorrer su camino.

7 Asoma por un extremo del cielo, y

su órbita llega al otro extremo:

nada se libra de su calor.

8 La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel

e instruye al ignorante;

9 los mandatos del Señor son rectos y

alegran el corazón;

la norma del Señor es límpida

y da luz a los ojos;

10 la voluntad del Señor es pura

y eternamente estable;

los mandamientos del Señor son verdaderos

y enteramente justos;

11 más preciosos que el oro,

más que el oro fino;

más dulces que la miel

de un panal que destila.

12 Aunque tu siervo vigila

para guardarlos con cuidado1

13 ¿quién conoce sus faltas?

Absuélveme de lo que se me oculta,

14 preserva a tu siervo de la arrogancia,

para que no me domine:

así quedaré libre e inocente del gran pecado.

15 Que te agraden las palabras de mi boca,

y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,

Señor, roca mía, redentor mío.

 

 

INTRODUCCIÓN

 

Estamos ante una de las piezas clave de la poesía religiosa universal. Este salmo está compuesto de dos poemas: uno al Creador y otro a la Ley. Ambos distintos en estilo, tono, tema y origen. El autor de la primera parte sería alguien de una época antigua, incluso con inspiración pre-bíblica. La segunda parte es mucho más tardía, de la época que siguió al exilio, época en la que la Torá dominó la vida judía.

¿Un salmo o dos? El P. Alonso Schökel, con muchos otros comentaristas, defiende la unidad del salmo. La clave está en saber unir la Naturaleza y la Ley. Y a ello nos da pie el v.7 “Nada se oculta a su calor”.

“Es como la unión de dos soles” (Husserl).  Como el sol ofrece la luz física del horizonte fascinante del Universo, así la ley es la lámpara que da luz al horizonte moral del hombre. La unidad del salmo nos lleva a esta conclusión: Aquel que hace las leyes físicas del mundo es el mismo que hace las leyes morales del hombre. Es lo que afirmaba Kant cuando decía: “El cielo estrellado sobre mí y la ley moral en mí formando una unidad divina”.

De este nuestro mundo salen dos conciertos de alabanza: la Naturaleza (v2-7) y la Ley vivida con amor (8-11). La materia (sol y estrellas) y la historia (Torah) son distintas tonalidades de una misma alabanza coral. La alabanza de la Naturaleza es silenciosa y llena de misterio. La alabanza de la revelación es manifiesta y explícita.

Todo el universo es un inmenso Templo en el que se celebra una liturgia cósmica. (Gn. 1,1-2,4). Pero, paralelamente, la liturgia que se celebra en el templo de Jerusalén por una comunidad fiel hebrea, reunida a meditar y vivir la ley, más que otra cosa es la reproducción microscópica de la liturgia celeste y universal.

“El árbol de la gracia y el árbol de la naturaleza tienen unidos sus troncos con nudos solemnes. Han mezclado fraternalmente sus destinos” (Péguy)

                                     

División del salmo:

 

Primera parte:    “El universo proclama la gloria de Dios” (2-7).

Segunda parte:   “La torá (Ley) manifiesta la gloria de Dios” (8-11).

Tercera parte:      Y el hombre ¿Proclama la gloria de Dios? (12-15).

 

  • Primera parte: “El universo proclama la gloria de Dios” (2-7).

 

El Universo, en un ardoroso pugilato del “día y la noche” pregonan con fuerza la Gloria del Señor.

 

El salmo comienza de repente, sin la introducción a la que los salmistas nos tienen acostumbrados: “Voy a cantar”…Sin previa  invitación a la asamblea: ”Cantad, bendecid”…Aquí, los protagonistas son “el cielo y la tierra” personificados. Y tienen prisa de entrar en escena.

 

El cielo proclama.

El verbo hebreo SPR significa pregonar, comunicar con fuerza, con fervor, con entusiasmo, como si se tratara de un predicador enfervorizado. El cosmos no sólo nos invita a creer en un Dios Creador. Hay una continua exhortación a la adoración, a la acción de gracias, a la alabanza y glorificación de Dios. Hay en el salmo una interpelación religiosa de la Naturaleza  y hace que ésta  se convierta no sólo en “escuela de teología” sino en libro abierto de oración. En el original hebreo existe un participio durativo, continuado….Este canto no puede cesar ni enmudecer. Está hecho de muchas voces. A B. Duhm  le gusta hablar de “Glosolalia de las obras de Dios”.

 

         A dos coros y con voces distintas.

Nosotros hubiéramos dicho: El día le pasa el mensaje a la noche y la noche al nuevo día. Como si se tratara de pasar el relevo, de tomar el testigo. Pero el salmista nos dice que también en la Naturaleza existen distintas funciones, diversos carismas que se deben respetar en un sano pluralismo.

El día da una lección sobre Dios que es luz, calor, dinamismo, acción, vida. La noche nos habla de silencio, calma, intimidad. Es como una invitación al Misterio. “Nosotros nos quedamos en silencio en medio de la noche respirando  misterios. Es un poema que, sin palabras, llena el corazón de una inteligencia serena y apacible”. (P. Claudel)

No se trata de un estudio abstracto sobre Dios. Se trata de quedar seducidos por el Misterio de Dios tanto en lo que revela como en lo que esconde. “Diríamos que el gran misterio que tenemos delante es la transparencia de Dios en el Universo. No sólo es epifanía sino diafanía”  (Teilhard de Chardin).

Y estos dos coros prodigiosos de esta gran liturgia cósmica, entran en pugilato, a porfía, a ver quién puede cantar más y mejor al Creador.

 

La gran Liturgia Cósmica, necesita silencio.

Toda la Naturaleza está envuelta en un grito silencioso. Es un          lenguaje particular:

– no tiene palabras o lexemas.

– no tiene sentencias o sintagmas

– no tiene sonidos o fonemas

 

Y, sin embargo, se propaga a todas partes y alcanza hasta el fin del mundo. “Esta voz grita a nuestros ojos y no a nuestros oídos la grandeza de Aquel que lo ha hecho” (S. Juan Crisóstomo)-

 

Es el lenguaje de los niños que, antes de la palabra articulada, hablan con sus mamás. “¿A quién se instruirá en el conocimiento, a  quién se le hará entender lo que oye? A los recién destetados, a los retirados de los pechos” (Is. 28,9) (Cfr. Mt. 11,25-26).

Y el genial San Juan de la Cruz nos habla de la creación en estos términos:” la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora”.

Hasta ahora el salmista ha hablado del cielo y el firmamento; pero ¿dónde queda la tierra?  La tierra con sus habitantes es el gran público que escucha expectante, en silencio, el discurso celeste. Un discurso que sólo podría interrumpirse para aplaudir.

“A veces, en un día estupendo perdido en la eternidad, o de una mañana esplendorosa o de una tarde melancólica, o de otro de esos momentos plenos…soy transportado por una ráfaga de entusiasmo y me dan ganas de aplaudir. Si estos aplausos os gustan y os sirven, acogedlos sin cumplidos. En materia de oración es lo único que yo puedo ofreceros” (R. Escarpit).

 

         Para los pueblos paganos, el Sol era un Dios. Para los judíos es sólo una criatura al servicio del Creador.

El autor, en estos momentos, pone en escena a un magnífico protagonista que recorre el espacio celeste y define el curso del día y de la noche con su presencia y su ausencia. ¿Cuál es la tienda del sol? La tienda es la noche donde el sol se retira como el nómada. Allí tiene su tálamo donde pasa su noche de amor. De ese tálamo nupcial este esposo guerrero se levanta fresco por la mañana con aires de campeón para iniciar su labor de conquista por los espacios siderales.

Si en los pueblos orientales el sol es un héroe mitológico, todo luz y alegría, un verdadero Dios…aquí aparece totalmente desmitificado. Es Yavé el que le marca el camino al sol que, en su calidad de criatura, recorrerá la senda señalada. La Naturaleza, todo lo que tiene, lo tiene de prestado. Todo lo ha recibido de Dios y todo tiene que revertir en alabanza al Creador.

 

         El gozne que une los dos himnos “Nada se libra de su calor”.   

Este versículo sirve de nexo entre los dos himnos. Del mundo físico se pasa al mundo moral. Del sol que irradia luz en el cosmos se pasa a la Ley que, del Sinaí, irradia luz a la humanidad. De la palabra de Dios diseminada por el Universo se pasa a la palabra de la revelación positiva de Dios escondida en la ley. Los dos himnos se unen en un único díptico de la Palabra de Dios cósmica  e histórica.

 

  • Segunda parte: “La torá (Ley) manifiesta la gloria de Dios” (8-11).

                           

         Dice el P. Alonso Schökel: “El pregón, el mensaje o susurro de la Creación se quedó tan tenue que fue necesario potenciar su sonido. Cuando el hombre peca, el cosmos se llena de opacidad. Es entonces cuando Dios hace palabra su voluntad para ordenar al hombre por dentro. Y eso es la Ley: comunicación de una voluntad amorosa, solícita, destinada a ordenar al hombre”.

Esta parte es un himno a la Torá. Refleja una concepción típicamente postexílica. Surge en círculos sacerdotales dedicados a la Ley. No aparece con la rigidez y falta de vida del judaísmo tardío. Es la voluntad directa de Dios que interpela personalmente al hombre.

Para un judío fervoroso la Ley, lejos de ser una traba minuciosa, una regla formalista, es un verdadero “don de Dios”. Dios, al revelarse  al hombre por medio de la Ley, hace Alianza con él. Como el sol que se desposa con la tierra para darle vida, en el don de la Ley hay algo así como la alegría de unas nupcias.

“Las cualidades atribuidas a la Ley recuerda las cualidades de los enamorados. La mitad  de esas cualidades es “objetiva” pues definen a la Ley por sí misma. Es:

 

Perfecta.

Segura.

Recta.

Límpida.

Pura.

Justa.

 

La otra mitad es “subjetiva” ya que enumera los efectos que esta Ley produce en el hombre: Da vida, sabiduría, alegra el corazón, ilumina los ojos. En el capítulo de las comparaciones aparecen dos: el oro (lo más valioso) y el manjar (lo más sabroso). Por otra parte aparece el aspecto íntimo y personal de la Ley tal y como aparece en los escritores sagrados del A.T.

“El mandato del Señor está cerca de ti, en tu corazón y en tu boca, cúmplelo” (Dt. 30,14). “Meteré mi Ley en su pecho, la escribiré en sus corazones” (Jer. 31,33). Estamos muy lejos del fariseísmo y de la observancia escrupulosa que tanto daño han hecho siempre a través de toda la Historia de la Salvación.

Dice a este propósito K.Barth:” Una ley externa es siempre molesta, sofoca, y ante ella, nos dan ganas de huir. Nos repite siempre el mismo estribillo: “Debes”. Y nosotros respondemos: “No puedo”, “no soy capaz”, o “no me da la gana”. En cambio la Ley escrita en el corazón  nos dice: “tú puedes”. Entonces la obediencia no es un cumplimiento de un deber”. Obedecer dice lo que significa: “ob-audire”, es decir, escuchar con gozo al Señor cuyas palabras resuenan en lo íntimo del corazón.

 

  • Tercera parte: Y el hombre ¿Proclama la gloria de Dios? (12-15)

 

         El universo y la ley son dos realidades en perfecta armonía y abiertas a Dios. ¿Y el hombre?  Es un ser extraño. Mira alrededor y se ve envuelto y aturdido por tantas voces. Se escruta y se ve como un ser desconcertante. Es el único ser con inteligencia, el verdadero licurgo e intérprete de la Creación… y, sin embargo, se percibe como la única nota discordante en este maravilloso concierto. La ley es perfecta, pero el hombre no. La ley ilumina pero él no se deja iluminar. Aprecia la ley, incluso la aprueba y la alaba; pero él no logra cumplirla. Por eso, después de una experiencia negativa de pecado, adopta una actitud de humildad

        

         El gran pecado: La arrogancia.

Es el pecado que se comete a plena conciencia y en una rebelión contra Dios. Es una fuerza hostil que somete y esclaviza al hombre.  San Pablo a este pecado le llama “el pecado” AMARTÍA  Esa fuerza hostil, ese misterio de iniquidad. (Ro. 7,23).

 

El salmista conserva su memoria histórica.

 

  • Antes del destierro, allá en Siquén, el pueblo estaba reunido antes de la muerte de Josué y grita: “Lejos de nosotros querernos apartarnos de Yavé. Sólo a Él serviremos” (Jos. 24). El pueblo se creía seguro. Y falló. Ahora, tras la experiencia del destierro, ha aprendido a ser humilde.

 

  • Otra experiencia más dolorosa todavía es la del Paraíso. Probablemente a ésta se refiere cuando dice “líbrame del gran pecado”. El hombre no quiso asumir su rol de criatura. Quiso ser “como Dios”, conocedor del bien y del mal. Dios los arrojó del Paraíso.

 

“Que te agraden las palabras de mi boca (15).

Una vez que se ha humillado y ha quedado absuelto de sus pecados… el salmista puede pronunciar su oración, la que Dios espera de él como criatura inteligente. El hombre será el gran cantor del Universo;  y unirse al himno de la Creación y responderá  gozosamente a la Ley como expresión de la voluntad divina. El salmo termina con una frase que engloba Naturaleza y Ley: Señor, Roca mía  y Redentor mío.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 

         1.- El eco de otras voces.

La primera parte del salmo (1-7) contiene frases, imágenes, expresiones… que el salmista había tomado de la literatura religiosa de otros pueblos. Nos encontramos con un mito-solar  transferido con cuidado a la plegaria de los seguidores de Yavé.

La idea es estupenda. Cuando rezo este salmo me gusta pensar que ciertas palabras llevan el acento, la búsqueda, las aspiraciones y los tímidos balbuceos religiosos de gentes extrañas. Todo ha sido incorporado al salmo. Cuando Jesús recitaba este salmo se llenaba de gozo al poder recoger la plegaria de su pueblo y también los ecos de otros pueblos y así poder alabar al Padre con muchas voces.

 

2.- Hay que descubrir la Creación en clave cristiana.

Jesucristo Resucitado es la primera criatura de Dios en belleza y armonía. No es la creación “que gime con dolores de parto” (Ro. 8,22) la que ahora contemplan nuestros ojos. Es la Creación restaurada por Cristo. “Todo fue creado por Él y para Él” (Ef. 1,16).

 

Cristo va tomando cuerpo a través del Universo entero:

 

“Tú sobrenaturalizaste al hombre

Lo que era natural, humanizándolo.

Selvas, montañas, valles y desiertos

Confluyen a tu pecho y en Ti abarcas

Rocas y plantas, bestias y aves”.

 

(Unamuno, al Cristo de Velásquez).

 

Y todo el cántico espiritual de San Juan de la Cruz hay que leerlo en esta clave:

 

“Y todos cuantos vagan

de ti me van mil gracias refiriendo.

Y todos más me llagan

y déjanme muriendo

un no sé qué que quedan balbuciendo”.

    

 

         3.- Los santos Padres.

 

  • San Agustín: “¿Quién es el esposo sino aquel que se desposa con aquella virgen de la que habla el apóstol? (2Cor. 11,3). Cuando la Palabra tomó carne humana, el esposo halló un tálamo en el seno virginal. Salió de allí como de una alcoba castísima…alegre como un gigante para recorrer su camino: nació, enseñó, padeció, resucitó, subió al cielo…Recorrió su camino sin detenerse en él. “Nosotros al levantarnos, bañados por la luz nueva del Resucitado, debemos salir frescos a recorrer nuestra jornada.

 

  • San Ambrosio: «Estaba en el Padre, vino a la Virgen y de la Virgen saltó al pesebre. Estaba en el pesebre y al mismo tiempo seguía resplandeciendo en  el cielo. Descendió al Jordán, subió a la cruz, bajó al sepulcro, resucitó de él y está sentado  a la diestra del Padre». ¿Qué fuerza sería capaz de conducirle en este salto del cielo a la  tierra, a no ser la fuerza esencial de la divinidad, el amor? (…) Viene El para seguir su  camino y llevarnos consigo, en audaz salto, desde la cruz al trono del Padre; a condición,  empero, de que estemos libres del lastre de preocupaciones y pecados” Se dilatan las entrañas de la Virgen, sin que ese  claustro sufra menoscabo en su pudor, y relucen los estandartes de todas las virtudes,  porque Dios se halla en su Templo. Que salga ya de su tálamo, de ese palacio purísimo, el  Héroe Dios y Hombre, para recorrer decididamente su camino.

 

  • San Bernardo. “El Padre, besando al Hijo, le infunde desbordante todos los misterios de su divinidad y aspira la fragancia de su amor. Es lo que dice simbólicamente el salmo 18:” Un día le pasa el mensaje a otro día”. A ninguna criatura se le ha dado presenciar este abrazo singularmente dichoso y eterno. Sólo el Espíritu de ambos, es testigo de este conocimiento y amor.

                                                                          

ACTUALIZACIÓN

 

Experiencia de Dios en la Naturaleza

Hay que saber sumergirse en la noche como en un baño de silencio. En Oriente se preparan para la oración recogiéndose, cerrando los ojos, es decir, “haciendo la noche”. Y esto supone hacer vacío de sí mismo…hacer callar las voces discordantes que gritan en nosotros.

 

Peguy.

“Dice Dios: Oh noche, mi hija la noche, la más religiosa de mis hijas, la más piadosa…Tú me glorificas en el sueño más que tu hermano el día me glorifica en el trabajo. Pues el hombre en el trabajo no me glorifica más que por su trabajo y en el sueño soy yo quien me glorifico a mí mismo por el abandono del hombre. Noche, tú sola curas las heridas, los corazones dolorosos, desunidos, desmembrados”…

 

Lamartine.

“Desplegad en silencio  las páginas del libro de los cielos. Tus templos (de acá) son estrechos para mi alma. Caed muros imponentes, caed. Dejadme ver el cielo que vosotros me ocultáis…Y yo, Dios mío ¿quién soy para alabarte? Átomo en la inmensidad, Minuto en la eternidad. Sombra que pasa y que no ha sido. ¿Puedes comprenderme sin prodigio? Oh, el prodigio es tu bondad, Yo soy nada, Señor, pero esta nada te adora y se eleva a Ti por el amor”

 

Julian Green.     

“De estos años oscuros yo guardo el recuerdo de un minuto de embeleso tal como no lo he conocido después. Hubo un momento en que, levantando la cabeza hacia los cristales me di cuenta del cielo negro en el cual brillaban algunas estrellas. ¿Qué palabras emplear para descubrir lo que escapa a la lengua? Este minuto fue, quizás, el más importante de mi vida y no sé decir más.

Yo estaba solo en una habitación sin luz y la mirada levantada hacia el cielo. Yo no puedo llamar a eso sino un impulso de amor. Yo he amado el mundo pero nunca como en ese corto momento. Yo no sé lo que amaba. Sin embargo sabía que Él estaba allí y que me veía y me amaba. Estaba seguro de que Alguien estaba allí y me hablaba sin palabras. Habiendo dicho esto he dicho todo.”

La idea de que los cielos  «hablan» es precisamente la que sorprende y retiene la atención. Sorprende porque los  cielos permanecen callados y de ellos conocemos tan sólo su silencio. Y a pesar de ello,  retiene la atención. ¿Por qué?  Porque el silencio no deja de tener relación con el oído. El silencio penetra, llena,  despierta el oído.

Este artículo se ha leído 125 veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas