Carta del obispo de Tarazona, Mons. Vicente Rebollo, para el domingo, 23 de junio de 2024.
El próximo año 2025 es especial en la iglesia conmemoramos el 2.025 nacimiento de Cristo. Es un año lleno de gracia para los creyentes, se nos invita a celebrar la alegría, el júbilo de nuestra salvación, Año Jubilar. Quiere ser un estímulo para fortalecer nuestra condición de cristianos, seguidores de Jesús. Aumentar nuestros deseos de santidad, de vivir para Dios, que Él sea el protagonista de nuestras vidas.
Peregrinos de Esperanza es el lema elegido por el Papa Francisco para esta conmemoración. Estos Años Santos comenzaron a celebrarse el año 1300, instituidos por el Papa Bonifacio VIII. Primero cada 100 años, luego cada 50 y desde el año 1470 cada 25. El anterior fue el año 2000 convocado por el Papa San Juan Pablo II. Hubo un año extraordinario convocado por el Papa Francisco 2015-2016, el año Santo de la Misericordia.
El origen de los años jubilares aparece ya en el libro del levítico (25), allí Dios le dijo a Moisés que cada 50 años deberían celebrar un año jubilar, suponía el perdón de todas las deudas, la devolución del terreno a sus antiguas propietarios, el retorno de las personas con su familia, ese año no se cultivaba la tierra. Se trata de un tiempo especial de gracia, busca la renovación interior para ser mejores seguidores del Señor. Es un regreso a lo importante de la vida cristiana, liberarnos de lo que nos aparta de Dios y de los hermanos.
Para ello la Iglesia nos propone varios medios:
La peregrinación a Roma u otros lugares determinados, en los que se pueda ganar las gracias del jubileo. Es un signo de la peregrinación interior de nuestro espíritu hacia lo esencial de nuestra fe, sentirnos hijos de Dios, al que amamos y hermanos de los hombres a los que servimos. La peregrinación culmina con el paso por la Puerta Santa, Jesús es la puerta que lleva a la Vida, como expresión del compromiso por seguir a Jesús y dejarnos guiar por él.
La reconciliación, es el arrepentimiento y confesión de nuestros pecados para situar a Dios como centro de nuestra vida y con el firme de propósito de seguir a Jesús por el camino del Evangelio.
La confesión de fe: rezar el credo adquiere también un significado especial. El credo es el resumen de nuestra fe, al hacerlo, estamos confesando que la fe en Dios es lo que nos mueve.
Rezar por El Papa, participar en la Eucaristía son parte importantes del jubileo. La Eucaristía nos alimenta nos llena de Jesús. Es el motor de nuestra vida. Rezar por el Papa, sucesor de Pedro es manifestar nuestra comunión con él y así estar en comunión con el resto de los cristianos.
La indulgencia: Es el fruto del jubileo, consecuencia de la misericordia de Dios, supone el perdón del pecado y borrar toda pena y mancha que deja el pecado en nuestra vida. Es el comienzo de una nueva vida de creyentes llenos de la gracia de Dios.
El Año Santo es un acontecimiento eclesial y personal muy importante. Por eso se dedica un tiempo a su preparación, ya comenzamos el año pasado. Y este año lo haremos con más intensidad. Iremos, desde la diócesis, proponiendo diversos medios para conseguirlo.