Mi pertenencia a la Asociación de Caridad de San Vicente de Paúl (AIC) es vital para mí en estos momentos de mi vida. Siento alegría, ternura, implicación en el trabajo realizado y amor profundo hacia las personas con las que convivo y ayudo. La sintonía con la Familia Vicenciana nace en mí desde muy niña; se fortaleció a través del contacto con los Padres Paúles y las Hijas de la Caridad y fui, con 14 años, Luisa de la Caridad. Con las Damas de la Caridad (así se llamaba antes la AIC), iba a visitar a los pobres de Teruel principalmente de raza gitana y ahí me creció una inquietud.
Pero fue más adelante, en 2003, cuando resurgió la AIC en Teruel, cuando experimenté un acercamiento más profundo a Dios. Los posos de la niñez; las vivencias en los diferentes proyectos con los más pobres; la profundización en los valores inculcados por san Vicente y santa Luisa a sus seguidores, UNIDAD, SENCILLEZ, HUMILDAD Y AMOR; el apoyo y el ejemplo de los Padres Paúles y las Hijas de la Caridad; el conocimiento del trabajo realizado por ellos en el mundo y el amor a María Milagrosa, han hecho que mi vida este plenamente entregada a ellos, los más pobres, sin distinción de sexo, raza, color o religión, viendo en ellos el rostro de Jesucristo. He crecido personalmente, aprendiendo cosas que ni podía soñar. Y espiritualmente procurando estar en presencia de Dios en cada momento de mi día a día. He conocido a personas, entre los pobres, que con su amor han hecho crecer en mí la comprensión, la admiración, el respeto y, sobre todo, el verdadero amor a Dios.
M.ª Isabel
AIC-Familia Vicenciana