A veces el pan se hace amargo y el agua se convierte en llanto

Raúl Romero López
22 de junio de 2020

SALMO 80

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2Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño;

tú que te sientas sobre querubines, resplandece

3ante Efraín, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a salvarnos.

4Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

5Señor, Dios del universo, ¿hasta cuándo estarás airado mientras tu pueblo te suplica? 6Les diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos;

7nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,

nuestros enemigos se burlan de nosotros.

8Dios del universo, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

9Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;

10le preparaste el terreno, y echó raíces hasta llenar el país;

11su sombra cubría las montañas, y sus pámpanos, los cedros altísimos;

12extendió sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran Río.

13¿Por qué has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes,

14la pisoteen los jabalíes y se la coman las alimañas?

15Dios del universo, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña.

16Cuida la cepa que tu diestra plantó y al hijo del hombre que tú has fortalecido.

17La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer.

18Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste.

19No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.

20Señor, Dios del universo, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

INTRODUCCIÓN

Este salmo es una súplica que Israel dirige a su pastor en momentos de grave necesidad. Se nombra a tribus del norte y no se hace ninguna alusión ni a Judá, ni a Jerusalén, ni al templo. «Todo hace pensar que el salmista es un israelita del norte que expone aquí ante el Dios de todo Israel, su inquietud sobre la suerte de su pequeña patria» (H. Gunkel).

“Israel quiere sentir sobre sí, en este poema lírico, el contacto de la mano de Dios que guía al rebaño, lo sacia, lo abreva; de una mano que prepara el terreno para plantar y trasplantar la viña predilecta. Se evocan así las raíces del pueblo, su nacimiento en la experiencia fundamental del éxodo o del ingreso en la tierra de la libertad. El salmo es, por tanto, una autobiografía de Israel que siente cómo se ha interrumpido el contacto con el Dios salvador: aunque Yavé esté presente, sentado sobre el trono del arca, parece que se ha dormido, que se ha alejado, frío y distante” (G. Ravasi).

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

“Para un rebaño, su pastor es todo. ¿Y para un pastor enamorado de su rebaño? Eso ha sido, en otros tiempos, Israel para Dios”.  (2-4).

Se alude a las tribus del norte. José y Benjamín son los hijos de Raquel, y Efraín y Manasés son los dos hijos de José adoptados como hijos por Jacob (Gn 48).

Se alude al pastor de Israel. Para Israel, que antiguamente era un pueblo de pastores nómadas, esta imagen recuerda la extrema solicitud y el amor tan atento del nómada por su rebaño que, para él, es su principal riqueza y la fuente de su subsistencia.

En otros tiempos Israel ha sido para Dios su riqueza y su teso- ro, el encanto de sus ojos y el objeto de su complacencia.

En esta negra noche de su desgracia pide con insistencia a Yavé que reine en la gloria del cielo, que disipe las tinieblas aquí en la tierra y que envíe un rayo de su gloria divina, símbolo de la alegría, de la felicidad y de la salvación para los que sufren. Muchas veces pensamos en lo que Dios es para nosotros y está bien. Pero ¿alguna vez se nos ocurre pensar en lo que nosotros suponemos para Dios? Seríamos más felices, si como niños sin prejuicios, nos dejáramos acariciar por Él abandonándonos en sus brazos. 

A veces el pan tierno y crujiente de la vida ordinaria se convierte en pan duro y envenenado”. (v. 6).

Dos metáforas del dolor extremo. El pan y el agua, inseparables de la vida y artículos de primera necesidad, los has con- vertido en el lote cotidiano de intenso dolor: es un pan de aflicción y una bebida de lágrimas. Cuando las lágrimas son excesivas no sólo las derramamos sino que nos las tragamos. A veces, así de triste es nuestra existencia. El salmista alude a una realidad histórica que espeta directamente a Dios.  

Es bueno recordar un pasado glorioso. Pero hay que recordar también por qué se ha llegado a esta situación. (v.9-12).

El pueblo de Israel es la viña de Yavé trasplantada de Egipto a Palestina como una tierra nueva y fructífera. El salmista se detiene describiendo su fecundidad. La cepa cubre de fronda todo el país, incluso las colinas. Toda Palestina está bajo el folla-
je de la viña.

Llega hasta las montañas del Líbano donde crecen los altos cedros, árboles extraordinarios que testimonian visiblemente el poder divino. Los sarmientos llegan hasta las altas montañas. Toda Palestina está bajo la sombra de esta vid.

«Cada viña lleva miles de sarmientos; cada sarmiento miles de racimos. Cada racimo miles de granos y sólo un grano da 450 litros de vino» (Apocalipsis Siriaca de Baruc).

La expansión de los sarmientos llega hasta los límites ideales para Palestina: «Sus fronteras se extenderán desde el desierto hasta el Líbano y desde el río Éufrates hasta el Mar Mediterráneo» (Dtn 11,24).  El salmista debe hacerse preguntas: ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué hemos llegado a esta situación?

“El pueblo no entiende el actuar de Dios con su viña” (v. 13-14).

Pero ahora parece que Dios se ha desentendido de la viña que con tanto mimo ha cuidado en otro tiempo. Deja de preocuparse por ella y la entrega a las incursiones y destrucciones de los enemigos. «El jabalí es un animal inmundo y no sociable, que arrasa todo por donde pasa’ (A. Calmet). Israel no ha podido caer en mayor humillación.

“Sigue el clamor del pueblo. Notemos la fuerza que pone el salmista en los posesivos: “tu viña”, la que “tu diestra” plantó, la que “tú” hiciste vigorosa”. (v.15-16).

El grito desgarrador vuelve a surgir de las gargantas enronquecidas de los fieles. ¡Ya es tiempo de que perdones y te vuelvas, y nos mires y nos restaures! ¡Ven a visitar tu viña, la que tú planteaste y fortaleciste! Lo mismo que, como pastor debes
cuidar a tu rebaño, como viñador debes ocuparte de la labranza y no dejarla abandonada u olvidada, a merced de las fieras y de los transeúntes.

No se trata de una viña cualquiera, sino la tuya. El salmista no se rinde ni se cansa de pedir. Es algo suyo, es de su propiedad. No puede desentenderse. Le pertenece.

El cristiano siempre es propiedad de Dios. Por el bautismo es hijo de Dios. Esta marca no se puede borrar. Por eso, aunque haya cometido muchos pecados, Dios no puede abandonar a aquel que es obra de sus manos. Nosotros debemos orar con la
misma confianza del salmista.

El salmista no se cansa de presentar a Dios el pasado glorioso de su pueblo para moverle a compasión. Le recuerda aquellos tiempos en los que el pueblo era un proyecto acariciado por Dios.

«Voy a cantar, en nombre de mi amigo, un canto de amor dedicado a su viña»… «La viña del Señor todopoderoso es el pueblo de Israel» (Is 1,7).

¡Qué imagen tan bella! Israel es un pueblo que ha sido objeto de un amor especial de Dios. Este pueblo no sólo ha visto a Dios creando sino que ha escuchado a Dios cantando. ¿Qué canta Dios? Sólo sabe cantar un tipo de canciones: las canciones
del amor. Y ¿a quien canta? A su pueblo, al pueblo de sus amores. Ha sido como una madre que ha cantado sobre la cuna de su niño una canción de cuna.

En Os 11,1-4 el amor de Dios por su pueblo Israel está envuelto en un amor exquisito, rozando el idilio: «Cuando Israel era un niño yo le amé … Yo lo llamé de Egipto … Yo enseñé a andar a Efraín y lo llevé en brazos … Era para ellos como quien
alza un niño hasta sus mejillas y se inclina hacia él para darle
de comer» (Os 11,1-4).

En estos momentos de sufrimiento y de dolor el salmista quiere pasarle a Dios la película de la vida de su pueblo. Una película llena de cariño y de ternura. ¿Acaso Dios va a olvidar tanto derroche, tanto despilfarro de amor?

Palabra decisiva del Pueblo: «No nos alejaremos de ti; danos vida para que invoquemos tu nombre» (v,19)

«No nos alejaremos de ti … » Esta es la respuesta del salmista ante la negativa de Dios. Antes te cansarás tú de ocultarte que nosotros de buscarte. Tantas experiencias tan ricas y emocionantes del pasado no las puedes tirar por la borda.

Nosotros te necesitamos. Necesitamos verte con el rostro favorable. Necesitamos que nos hables, que nos escuches, que nos atiendas, que nos socorras. Somos tu pueblo, somos tus hijos y no puedes desentenderte de nosotros.

Danos vida para que invoquemos tu nombre. La ilusión nuestra es la de alabarte, bendecirte, glorificarte. No te pedimos vida para nosotros, para nuestro provecho personal. No nos interesa vivir sino para ti.

Si a ti te gusta cantar a tu viña, también a tu viña le gusta cantar a su Viñador. No nos alargues la vida para seguir comiendo el pan amargo de las lágrimas sino el pan dulce del amor y de la alabanza.

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

La oración del salmista será escuchada y Dios cumplirá con creces  sus deseos del pueblo. Con Jesús, el Seños no sólo visita su viña sino que, además, El mismo se convierte en auténtica vid de la que nosotros somos los sarmientos.

El tema del pastor resuena en las palabras y acciones de Jesús. Él es el Buen Pastor. (Jn.10). Es la verdadera Vid (Jn. 15) También la parábola de los “viñadores homicidas” (Mt. 21,33-44) Jesús Pastor tiene compasión del Pueblo que carece de líderes justos y le ofrece el banquete de la vida en la multiplicación de los panes (Mc. 6,30-44).

L. Kdhler: “A la subida de la oración responde el descenso de la gracia».

G. Gorrone: «Cuando se pasa por él se va y se viene con toda seguridad; si se
encuentra el redil se encuentran pastos en abundancia… Cuando se encuentra al pastor, las ovejas se sienten con seguridad, apretadas unas contra otras, fuera de la puerta del lobo … Fuera de Cristo todo es falsa seguridad. No hay verdadero pastor ni verdaderos pastos»

San Agustín: «Haz brillar sobre nosotros tu rostro, la imagen que has impreso en nosotros es necesario que no quede oscura. Envía un rayo de tu sabiduría para que resplandezca en nosotros tu imagen. Que tu imagen sea visible en mí y, si yo la deformo, refórmala tú que la has formado».

ACTUALIDAD

Estoy escribiendo este salmo estando “confinado” desde hace más de un mes y sigue habiendo más de quinientos muertos cada día con todo el sufrimiento que acompaña a estos hombres y mujeres que no pueden recibir el cariño de sus familiares y amigos. El que escribe el salmo 80 está pasando por una horrible situación. Basta escuchar estas palabras:  6Les diste a comer llanto, a beber lágrimas a tragos”. El pan y el agua que hace tan solo unos meses eran el alimento de una vida serena y tranquila se han convertido en “pan envenenado” y en “agua de angustia que se nos atraganta”. Es lógico que nos preguntemos ¿qué nos ha pasado? ¿Estábamos haciendo bien las cosas? Hace unos días el Papa nos recordaba unas sabias palabras. “Dios perdona siempre. Los hombres, a veces; pero la Naturaleza no perdona nunca”. ¿De verdad que estábamos dispuestos a seguir agrediendo a la Naturaleza de una manera tan lamentable e inconsciente?

Si algo se pone de manifiesto es el valor de la solidaridad, de la entrega, del servicio heroico de las personas que atienden a los enfermos y de tanta buena gente que está pensando en cómo ayudar eficazmente después que pase la calamidad.

En estos momentos tan duros estamos sacando lo mejor de nosotros mismos: el amor, la ternura, la gratuidad. Valores, por otra parte, que constituyen el núcleo del evangelio.

PREGUNTAS

1.- El salmista es un buscador de Dios. No puede vivir sin él. Cuando me siento lejos de Dios, ¿le busco con fuerza, con insistencia, con tenacidad?

2.- Israel es la viña mimada de Dios. Una viña que, en vez de uvas dulces, le ha dado agrazones. ¿Qué cosas de mi grupo o de mi comunidad de Iglesia, produce amargura a Dios? ¿Cómo lo podemos evitar?   

3.- El salmista nos habla de un agua amarga y un pan de lágrimas ¿Sé solidarizarme con mis hermanos que sufren? ¿Dónde? ¿Cómo?

ORACIÖN

«Nos diste a comer llanto, a beber lágrimas amargas»          

Señor, tú nos dijiste que comeríamos el pan con el sudor de nuestro rostro. Pero ese pan conseguido con trabajo y esfuerzo es un pan tierno y blando. Se come con gozo y se saborea con placer. En cambio, el pan que le has dado de comer al salmista es un pan duro y amargo. Tú nos dijiste que comeríamos el pan con el sudor de nuestra frente, pero no con las lágrimas de nuestros ojos. Sabemos que este mundo es un valle de lágrimas. Así lo rezamos en la salve. A veces lloramos tanto que alguna lágrima se cuela en nuestra boca. Su sabor es salado y amargo. El salmista ha tenido una experiencia más dolorosa: sus lágrimas se han acumulado en tanta cantidad que tiene necesidad de beberlas a tragos.

Yo me pregunto: ¿Por qué sufre tanto el salmista? La respuesta es bien sencilla: por Dios. Lo siente lejano y cree que le ha abandonado. Esas lágrimas del salmista son perlas preciosas porque expresan el amor más puro y exquisito del salmista por su Dios.

Señor, ¿cuándo aprenderé yo a no llorar por cualquier cosa? Enséñame a llorar por ti, por tu ausencia sentida, por mi lejanía, por no ser tú ya el centro de mi vida.

«Sacaste una vid de Egipto … y la trasplantaste»

Yo, Señor, soy esa vid arrancada de Egipto, es decir, del país de
mis esclavitudes y trasplantada por ti a la tierra de la libertad. Hacer una persona libre es una obra de arte y tú, Señor, lo has hecho conmigo. No por mis méritos, ni por mis esfuerzos, sino por puro amor tuyo me has hecho libre. Tú eres mi libertad. Contigo he experimentado cómo caían de mi corazón tantas cadenas que me tenían esclavizado y me has puesto en el camino ancho de la libertad. Lo estrecho, lo angosto, me angustia, me ahoga. Lo ancho me invita a respirar a mis anchas, a respirar en ti como un horizonte abierto de libertad. Gracias, Señor, porque con tu muerte me has dado la posibilidad de ser libre de verdad.

Oración mientras dura la pandemia.

Dios todopoderoso y eterno, refugio en toda clase de peligro, a quien nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del «corona-virus», consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios, sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre. Por JNS.  Amén.

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