¿A quién no le gusta disfrutar de la vida?

Raúl Romero López
12 de agosto de 2019

SALMO 34 

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2 Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;

3 mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren;

4 proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.

5 Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias;

6 contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.

7 Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias;

8 el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles, y los protege.

9 Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él.

10 Todos sus santos, temed al Señor, porque nada les falta a los que lo temen;

11 los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada. 12 Venid hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor;

13 ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad?

14 Guarda tu lengua del mal, tus labios, de la falsedad;

15 apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella;

16 os ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos;

17 pero el Señor se enfrenta con los malhechores para borrar de la tierra su memoria. 18 Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias;

19 el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

20 Aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor;

21 él cuida de todos sus huesos, y ni uno solo se quebrará.

22 La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados.

23 El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.

INTRODUCCIÓN

Salmo alfabético en el que cada uno de los versículos comienza con una de las letras del abecedario hebreo. Esta forma literaria se desarrolló durante el destierro y con posteridad a él,  con vistas a retener mejor el salmo en la memoria. Los versos del salmo son como “cadencia del agua cayendo gota a gota” (Manatí).  “La enseñanza propuesta  no es una doctrina teórica, sino la formulación de una experiencia espiritual. Por eso la doctrina tradicional no queda en rutina, sino que es personal y comunicativa” (A.Schökel). Este modo de narrar tiene la desventaja de que, a veces, sea un poco forzado el desarrollo del pensamiento. El salmo es de carácter sapiencial con elementos de acción de gracias.

 

MEDITACIÓN-REFLEXIÓN 

La bella tarea de la alabanza y el agradecimiento (V. 2).

Comienza el salmista con un acto de alabanza.  El verbo usado puede indicar la transformación del ser entero del orante en alabanza continua y perenne que se eleva hasta Dios desde el mismo respiro de su boca. Diríamos que la alabanza no cae de sus labios. Israel conoce la bendición descendente que baja desde Dios y la ascendente que se eleva desde el hombre a Dios. Ambas se implican. Y porque Dios nunca cesa de bendecirnos, nunca debe cesar en nosotros la bendición (bien-decir) es decir, alabar.

 

El  gozo de compartir la misma fe.

Con el yo del salmista se alegran también los pobres y humildes (v. 3). El salmista es un pobre de Yavé. Cuando se enteren los pobres, sus colegas, de lo que Dios acaba de hacer con él, deducirán que Dios está también de su parte. Las mejores catequesis siempre serán aquellas que nacen de una experiencia con Dios. Y necesita ser compartida con otros. (v. 4)  La alegría que siente el salmista no quiere guardársela para él sólo. Quiere compartirla con los demás. Ensalzar, enaltecer es reconocer la altura o sublimidad del Señor. El salmista se siente pequeño, pero quiere poner a Dios bien alto e invita a sus paisanos a hacer lo mismo. Así expresa  el P. Regamey  esta actitud del pobre: «Una humildad hecha de sentimientos de fragilidad y culpa; de fe y oración; de abertura total a Dios… Es el resultado de una fe que ha colocado en el fondo a Dios, fuera de seguridades humanas, de una fe que aparece como dejación radical de sí mismo en favor de Yavé».

 

La más bella y seductora invitación: «Contempladlo y quedaréis radiantes»

Estas hermosas palabras del salmo (v.6) aluden a la experiencia de Moisés con Dios. Y nos marca un verdadero itinerario en nuestra oración. Primero «no se atreve a mirar a Dios» “Moisés se tapó la cara porque temía ver a Dios” (Ex 3,6). Es la primera fase de la oración: humildad, postración, reverencia, adoración. Después se decide a «entrar en la tienda y hablar con Dios cara a cara como un amigo habla con su amigo» (Ex 33,11). Es la segunda fase: amistad, intimidad, diálogo de amigos. Finalmente «Moisés sale radiante, después de haber hablado con Dios» (Ex 34,29). Toda auténtica oración lleva consigo  una transformación, una transfiguración, un éxodo, un paso de nuestra tierra a la tierra de Dios; de nuestro pequeño mundo al mundo grandioso y fascinante de Dios.

Este privilegio de Moisés se le ofrece a cualquiera del pueblo. Quien contempla a Dios en el Templo o en la oración saldrá radiante. La vida tendrá ya otro color. Contemplará las personas y los acontecimientos con los ojos encendidos del amor.

 

«Gustad y ved qué bueno es el Señor» (v.9)

Aquí los sentidos son símbolos de la experiencia espiritual. Se saborean las bondades que Él dispensa como sí fueran manjares exquisitos. Dios se convierte en verdadero festín. El gustar, disfrutar, saborear las cosas de Dios es un don del Espíritu Santo. «Venid a la escuela del Espíritu Santo en la que no se puede encontrar nada más útil» (R. Belarmino). Y nos traslada al Primer Paraíso donde “El Señor hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y sabrosos para comer” (Gn. 2,9). Y esta delicia y este gusto se hacen realidad especialmente en la Eucaristía. «¡Cállate, cierra los ojos, gusta! Es bueno recibir todo el sol de un solo golpe. Lo ha colocado sobre la lengua para que yo lo trague» (P. Claudel).

        

La eterna paradoja bíblica: Mientras los pobres se colman de bienes, los ricos se empobrecen y pasan hambre

A la saciedad de los fieles se opone el hambre de los ricos. La palabra que se usa en hebreo para hablar de los ricos es kebedim y significa pesado de bienes (v. 11). Las riquezas materiales llenan las manos, los bolsillos, el estómago. La gente se engorda, se hace obesa, y se siente pesada, sin poder caminar. Pero no son capaces de llenar el corazón. Ni de tener ideales. «Engarza en oro las alas de un pájaro y ya nunca más podrá volar al cielo» (R. Tagore).

 

¿Miedo a Dios?

El salmo nos habla del “temor del Señor” (v. 12). El temor de Yavé no tiene nada que ver con lo que nosotros llamamos miedo. Es el respeto, el asombro, el sobrecogimiento que siente la criatura, pobre, pequeña y limitada,  ante un Dios Inmenso, Infinito, Inabarcable. Es el estremecimiento que sentía la Virgen ante el inesperado e inaudito mensaje del Ángel (Lc. 1,29). El único miedo que cabe ante Dios es el miedo a perderle, el miedo a olvidarle, el miedo a no saber responder a su amor. A este miedo la Biblia llama  “santo” Es el “Santo temor de Dios”.

 

¿A quién no le gusta disfrutar de la vida?

Este interrogante existencial lo plantea este salmo en el v, 13. En realidad se trata del eterno problema de la felicidad humana.  En la Biblia, en un principio, se hablaba de la felicidad a ras de tierra. Las bendiciones del justo se centraban en prosperidad y larga vida. Pero aquí el salmista da pautas interesantes para una verdadera felicidad.

 

  • Hay que evitar el pecado de la lengua. Es un miembro pequeño, pero puede llevar mucho veneno (Stgo 3,1).
  • Hay que dejar de hacer el mal y dedicarse positivamente a hacer el bien (v.15). En realidad, una de las más bellas descripciones que nos dejó la primera comunidad cristiana sobre Jesús fue ésta: “Pasó por la vida haciendo el bien”.
  • Hay que buscar la paz. La palabra hebrea bqs nos habla de una búsqueda activa y apasionada. Paz fue la primera palabra que resonó en Belén al nacer Jesús y una de las primeras palabras que salieron del Cristo Resucitado, del Nuevo Adán: “Paz a vosotros” (Jn. 20,20). «Solamente puede hacer que reine la paz el que la ha establecido en sí mismo, quemando todo ataque personal al mal» (M. Buber).

 

Hay unos ojos que miran y unos oídos que escuchan (v. 16).

Los ojos y los oídos de Dios quieren decir en términos humanos el carácter personal de Dios en su trato con los hombres, su cariño con detalle. El mayor castigo para nosotros sería que Dios no nos viera, que Dios no nos escuchara. Para nuestro consuelo, nuestro Dios es un Dios que mira. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto” (Ex. 3, 7). Nuestro Dios es un Dios que escucha: “He oído sus quejas contra los opresores” (Ex. 3,7). Pero no se ha limitado a ver y a oír sino que se ha comprometido. “He bajado a librarlo de los egipcios” (Ex. 3, 8). “Hay ojos – como los buenos ojos de los niños – que sin cesar me miran, hay oídos que toman en serio todo lo que digo, pero sería  terrible encontrarse con el rostro de Dios que no me mirara, que ya no me amara” P. Claudel).

 

Un bello epílogo.

         La última letra del alfabeto (alefato) hebreo es la tau. Y ésta coincide con el v.22 donde se habla de castigo y de muerte. “La maldad da muerte al malvado, y los que odian al justo serán castigados” Pero el salmo no acaba así, fue añadido litúrgicamente un epílogo donde habla de salvación. “El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a Él” (v. 23).

Dios rescata, perdona, acoge. Así vuelven a resonar los grandes temas del salmo: ternura, protección divina por parte de Dios. Así la última palabra se abre a la esperanza. «Dios responde, libera, escucha, salva, defiende, revela y sumerge en su paz y en su luz» (H. James). A través del salmo hemos podido comprobar que Dios escucha siempre los gritos de sus fieles. No dice que los evita, sino que los escucha. Y dice muy bien San Agustín a este respecto: «Cual sería el médico que, por piedad, por los gritos del enfermo, no terminara de sajar lo que tiene podrido en la llaga. Los niños tienen un bello grito. No son separados de sus madres deseosas de su salud. Así Dios, lleno de caridad, parece no escuchar para poder curar”.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

En la escena de la Transfiguración, San Pedro exclama: !Qué bien se está aquí! (Mt. 17,4). Jesús cautiva, fascina, seduce.

 

San Pablo, después de conocer a Jesucristo, dice que todo lo vivido hasta entonces lo considera “basura” (Fil. 3,8).

 

“El amor, la ternura y la protección divina han sido la melodía reiterada del poema. Llegados al final del mismo, la escuchamos en el último acorde” (Ángel Aparicio).

 

“Es preciso gustar las santas dulzuras. Dios nos ha dado en esta vida una salida de la gloria en la gracia; una prueba de la clara gloria en la fe; un gusto anticipado de la posesión en la esperanza; un destello de la caridad consumada en la caridad comenzada. Comencemos, pues, a gustar qué dulce es el Señor. (Bossuet).

 

ACTUALIZACIÓN.

Los occidentales, herederos de una cultura helénica, hemos dado más importancia a la razón. Y esto lo hemos incluido en nuestras teologías clásicas. Este salmo nos dice que hay otros caminos para ir a Dios, en concreto, la vía de la experiencia.  Aquí los sentidos son símbolos de la experiencia espiritual. Se saborean las bondades que Él dispensa como si fueran manjares exquisitos. Dios se convierte en verdadero festín. El gustar, disfrutar, saborear las cosas de Dios es un don del Espíritu Santo. El  gran teólogo del siglo XX. K. Rahner dijo: “El cristiano del futuro o será un místico o no será nada”. Y místico es aquel que, de alguna manera, experimenta a Dios.

Hoy necesitamos abrir caminos nuevos para encontrarnos con Dios. Ya lo dijo muy bien León Felipe:

 

Nadie fue ayer,

ni va hoy,

ni irá mañana

hacia Dios

por este mismo camino

que yo voy.

Para cada hombre guarda

un rayo nuevo de luz el sol…

y un camino virgen

Dios.

 

PREGUNTAS 

  1. ¿He tenido alguna vez en la vida una experiencia fuerte de Dios? ¿Qué ha supuesto para mí?

 

  1. ¿Vivo en mi comunidad descubriendo el gozo de aceptar a mis hermanos y ser aceptado  por  ellos?; amar  a  mis hermanos y ser amado por ellos; confiar en mis hermanos y recibir confianza de ellos?  ¿Es realmente la fraternidad una fiesta para mí?

 

  1. Cuando hago catequesis o hablo de Dios, ¿qué Dios estoy dando a los demás? ¿El Dios que aprendo en las clases o libros de teología o el Dios vivo y fascinante que voy descubriendo dentro de mí o  en mis hermanos?

                                     

ORACIÓN

 «Gustad y ved qué bueno es el Señor«

         Muchas personas a lo largo de mi  vida me han invitado a leer la Biblia, estudiarla, comentarla. Nadie, como Tú, Señor, me ha invitado a gustarla, saborearla, experimentarla.

Gustar es una palabra mística. Y yo me creía – ¡tonto de mí! – que eso estaba reservado sólo a los santos… Hoy descubro que esa invitación que Tú haces es para todos, es también para mí. ¡Gracias, Señor! Hoy quiero experimentar el gozo profundo de tu presencia dentro de mí.

Hoy quiero saborear el abrazo inefable de la criatura con el Creador. Hoy quiero quedar embriagado con el vino nuevo y desbordante de tu amor.

 

«Bendigo al Señor en todo momento»

         Yo quiero, como el salmista, bendecir al Señor a todas las horas. Quiero hacer de mi alma un pequeño monasterio donde mi alabanza a Ti no cese ni de día ni de noche.

A esta bella tarea nos invita también tu apóstol cuando nos dice que «debemos orar en todo tiempo». Esa oración yo no puedo hacerla si no es que el mismo Espíritu Santo ore dentro de mí. Haz, Señor, que toda mi vida esté acompasada al ritmo de tu Espíritu.

 

«Mi alma se gloría en el Señor

         Yo cada día me siento más orgulloso de mi Dios. Señor, me siento orgulloso de tu sabiduría y te alabo, porque sabes descifrar todos los secretos y todos los misterios. Me siento orgulloso de tu poder y te alabo y te bendigo con todas las criaturas del cielo y de la tierra. Y, sobre todo, me siento orgulloso de tu bondad y te alabo por lo bueno que eres, porque tienes un corazón mucho más grande que nuestros errores y nuestros pecados.

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