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Si solo amáis a los que os aman…

Pedro Escartín
22 de febrero de 2025

Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del VII Domingo del tiempo ordinario – C – (23/02/2025)

Al escuchar hoy el evangelio (Lc 6, 27-38), he tenido la sensación de que nos decía más de lo mismo que nos ofreció el domingo pasado y he estado a punto de desconectar, pero algo me ha hecho pensar (¿habrá sido el Espíritu del Señor?) que el motivo de mi apatía era poco limpio y he prestado atención. En ese momento se leía: «Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo». Me he sentido tocado y, al encontrarme con Jesús, no he podido ocultarle lo que he sentido, pues no me hubiera sentado bien el café, si no se lo hubiera confesado…

– ¡Cuánto me alegra oír tu confesión! -me ha dicho apretándome amablemente el antebrazo-. Cuando proclamé que los pobres son dichosos, pensaba en todos los que lográis alcanzar esa nueva relación con el Padre, en todos los que experimentáis el gozo de ser sus hijos. Esta nueva relación os transforma totalmente: transforma vuestros sentimientos, vuestras palabras y vuestras actitudes: la bendición sustituye a la maldición y a las respuestas airadas, el amor arrincona el odio, la no violencia a la violencia… ¡Empezáis a ser unas personas nuevas!

– Supongo que a esto se refería el apóstol Pablo cuando escribió a los cristianos de Corinto: «El primer hombre, hecho de tierra, era terreno; el segundo hombre es del cielo»: el primer hombre fue Adán y el segundo eres tú, e «igual que el terreno son los hombres terrenos, igual que el celestial son los hombres celestiales».

– ¿De dónde has sacado todo esto? -me ha dicho manifestando su sorpresa y tomando un sorbo de café mientras esperaba mi respuesta-.

– De la segunda lectura de la Eucaristía de este domingo (1 Co 15, 45-49). No he estado tan despistado como seguramente piensas -he replicado-. Al oírte hablar de la nueva relación con el Padre que nos proporcionas en el Bautismo, se ha iluminado mi mente y me he convencido de que pretendes que tus discípulos seamos “hombres nuevos”.

– Aciertas plenamente -me ha dicho con el rostro iluminado por la satisfacción-. El Padre ha querido haceros “hijos en el Hijo”, tal como Pablo escribió a los cristianos de Éfeso: «os ha elegido para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo» (Ef 1, 5). Así comprenderás mejor mis recomendaciones en el sermón de la llanura, que has escuchado en el evangelio de hoy: «Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian…» Además, añadí cuatro ejemplos que a algunos les parecen excesivos y hasta imposibles de llevar a la práctica: «Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames». Con estos gestos de generosidad y perdón quise subrayar dos cosas: que todo cambia radicalmente cuando el amor al prójimo alcanza también a los enemigos, y que así imitáis al Padre que perdona hasta setenta veces siete. No es fácil, pero con su ayuda es posible…

– Así es. Recuerda a aquel filósofo del siglo II, llamado Justino, que se hizo cristiano y escribió: «Muchos han dejado sus hábitos de violencia y tiranía, vencidos al contemplar el modo de vida de sus vecinos cristianos, porque los que nos odiábamos, ahora, después de la aparición de Cristo vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos». Ellos entendieron que si amamos sólo a los que nos aman, ¿qué mérito tenemos? También los pecadores hacen lo mismo…

– ¿Sigues pensando que el Evangelio de hoy es más de lo mismo? -me ha preguntado amablemente recordando mis palabras mientras pagaba los cafés-.

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