La Cofradía de Nuestra Señora de la Piedad celebró el 2 de octubre su 25 aniversario con una solemne y emotiva eucaristía presidida por el obispo, Ángel Pérez, y concelebrada por el consiliario de la cofradía y párroco moderador de la unidad pastotal de Monzón, José Antonio Castán, el párroco Óscar Vives, y el sacerdote salesiano Rufino López. Los asistentes conocieron la historia de esta cofradía, nacida dentro de la Iglesia de San José el 29 de julio de 1996, con asistencia de numerosos feligreses del Barrio del Palomar.
Una Junta Rectora elaboró los estatutos fundacionales aprobados el 28 de febrero de 1997 por el obispo Ambrosio Echevarría, que la reconoce como asociación privada de fieles con personalidad jurídica. Francisco Farré Bellosta fue el primer hermano mayor, sucedido por Esteban Garicano Cebrián, Joaquina Castillo Forradellas y, actualmente, Juan Carlos Aso Navarra. Su labor fue reconocida, con la entrega de placas conmemorativas.
Un poco de historia
La primera imagen de la cofradía, obra de Paco Puyuelo, fue bendecida por monseñor Echebarría el 14 de marzo de 1996, en la placeta de san José. Las seis cofradías montisonenses la apadrinaron, en un acto en el que la diputada Pilar Fierro fue la encargada de pronunciar un pregón. Ese paso solo procesionó un año y se donó a la parroquia de Peralta de la Sal donde se encuentra actualmente. La imagen actual se adquirió en los Talleres de Arte Cristiano de Olot. Se trata de una representación de Nuestra Señora de la Piedad que sostiene en sus brazos a Cristo yaciente, con expresión de dolor, pero llena de serenidad, muy unida a su Hijo, ofreciéndolo como sacerdote, por la salvación del género humano. Lleva su corazón traspasado por siete espadas, representado como anagrama mariano y símbolo que identifica a los cofrades.
La Cofradía nace bajo la mirada de la Santísima Virgen, que permanece fiel al pie de la Cruz, unida al misterio de la Muerte y Resurrección del Dios Hombre, nuestro Señor Jesucristo, entregada para todos los hombres, y que como Madre nos lleva en su Santísimo Corazón, acompañándonos en todos los momentos de nuestra vida.
En 1998 nace la banda de bombos y tambores, por la inquietud de un grupo de jóvenes cofrades por acompañar a Nuestra Señora con sus toques en las dos procesiones que se realizan en la Semana Santa: la de traslado el Miércoles Santo, y la Procesión del Santo Entierro el Viernes Santo.
El hábito está formado por el capirote de color rojo, expresión de la Sangre redentora de Cristo y del amor de la Virgen, y el blanco, anticipo de la resurrección, y color muy unido a la Pureza Santísima de María. Ceñido por un cíngulo rojo, recuerdo de los flagelos y las afrentas hechas a Jesucristo, que ciñe la túnica blanca, símbolo de la pureza que debe vivir el cristiano, imitando a la totalmente pura, santuario de la trinidad, María.