A veces, el silencio de Dios se hace insoportable

Raúl Romero López
11 de mayo de 2020

SALMO 74

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1 ¿Por qué, oh Dios, nos tienes siempre abandonados,

y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño?

2 Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo,

de la tribu que rescataste para posesión tuya,

del monte Sión donde pusiste tu morada.

3 Dirige tus pasos a estas ruinas sin remedio:

el enemigo ha arrasado del todo el santuario.

4 Rugían los agresores en medio de tu asamblea,

levantaron sus propios estandartes.

5 En la entrada superior abatieron a hachazos el entramado,

6 después, con martillos y mazas destrozaron todas las esculturas;

7 prendieron fuego a tu santuario,

derribaron y profanaron la morada de tu nombre.

8 Pensaban: “Acabaremos con ellos”,

e incendiaron todos los templos del país.

9 Ya no vemos nuestros signos, ni hay profeta:

nadie entre nosotros sabe hasta cuándo.

10 ¿Hasta cuándo, Dios mío, nos va a afrentar el enemigo?

¿No cesará de despreciar tu nombre el adversario?

11 ¿Por qué retraes tu mano izquierda

y tienes tu derecha escondida en el pecho?

12 Pero tú, Dos mío, eres rey desde siempre,

tú ganaste la victoria en medio de la tierra.

13 Tú hendiste con fuerza el mar, rompiste la cabeza del dragón marino,

14 tú aplastaste la cabeza del Leviatán,

se la echaste en pasto a las bestias del mar.

15 Tú alumbraste manantiales y torrentes, tú secaste ríos inagotables.

16 Tuyo es el día, tuya es la noche, tú colocaste la luna y el sol;

17 tú plantaste los linderos del orbe,

tú formaste el verano y el invierno.

18 Tenlo en cuenta, Señor, que el enemigo te ultraja,

que un pueblo insensato desprecia tu nombre;

19 no entregues a los buitres la vida de tu tórtola

ni olvides sin remedio la vida de tus pobres.

20 Piensa en tu alianza: que los rincones del país están llenos de violencias.

21 Que el humilde no se marche defraudado,

que pobres y afligidos alaben tu nombre.

22 Levántate, oh Dios defiende tu causa:

recuerda los ultrajes continuos del insensato;

23 no olvides las voces de tus enemigos,

el tumulto creciente de los rebeldes contra ti.

 

INTRODUCCIÓN

La creencia de que el Señor había elegido vivir en el Templo de Jerusalén se iba transmitiendo de generación en generación entre los fieles. El Templo era el centro de la piedad, pero también el símbolo de la estabilidad de Judá. Ante el Templo devastado y profanado por los enemigos de Israel, la comunidad, desconcertada, suplica al Señor que se acuerde de la Alianza y se apresure a reparar las afrentas por las que está pasando su pueblo. Para hacer más apremiantes las súplicas se evocan las proezas que realizó el Señor cuando rescató a Israel de la esclavitud y la convirtió en su herencia. En medio de la súplica hay un himno al Dios Creador que tiene por finalidad contraponer el poder manifestado en el momento de la creación y su desconcertante momento presente.

 

REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

 v.1-11. Súplica y lamentación

 ¿Qué hacer cuando el mismo Dios nos desconcierta? v. 1.

Al menos podemos preguntar: Y esto, ¿Por qué?  Este interrogante es el grito del pueblo afligido que, ante la actuación de Dios. Está desconcertado. Es una pregunta llena de estupor con tintes de rebeldía. El pueblo no puede entender a Dios. La imagen que siempre ha dado no se compagina con la que actualmente está dando. Parece que quiere deshacer lo que tanto trabajo ha costado construir. Él aceptó una morada y ahora ha permitido que se incendiara y profanara. ¿Acaso ya no somos ovejas de tu rebaño?

Este salmo nos viene como anillo al dedo al ver e desconcierto que ha creado en nosotros esta pandemia que ha puesto todo patas abajo. Y nos preguntamos con los judíos de entonces: ¿Está Dios o no está en medio de nosotros?

El pueblo le recuerda a Dios que hay un pacto por medio (v. 2).

Antes estábamos dispersos. Pero en el Sinaí tú hiciste un pacto con nosotros. Nos constituimos como pueblo de tu propiedad, nos tomaste por posesión tuya. Nosotros te pertenecemos. Para nosotros tú siempre has sido nuestro Dios. Ahora nos sentimos huérfanos y muertos de frío. “Se prepara un universo sin fuego. Y el jardín no tiene flores; inútil andar por las calles, no hay nadie. Ni tierra que te ame” (Turoldo).

Una invitación a revisar sus ruinas, (v.3)

Dios como un Señor olvidadizo y despreocupado, es invitado a inspeccionar personalmente el Templo en ruinas. No son ruinas recientes, sino viejas. El mismo orante se ofrece de guía y le cuenta, con las ruinas a la vista, todo lo que pasó.

La situación no puede ser más calamitosa: en lugar de las alabanzas de los suyos, se oyen ahora los rugidos blasfemos de los enemigos: en lo que era esplendor de arte y fe se está cebando el hacha destructora como si se tratara de un bosque lleno de árboles y dedicados al exterminio. En donde estaban los símbolos sagrados hay ahora insignias profanas. En lo que era el lugar de la asamblea, domina ahora el fuego. Está ardiente tu pueblo, ¿y tú permaneces impasible? Por si fuera poco, quieren arrasar todos los templos del país (v.8). No quieren dejar ni huella de tu presencia.

“Y lo que más nos duele es tu silencio” (v. 9).

Somos un pueblo acostumbrado a las señales. La llegada del nacimiento del Emmanuel (Is 7, 14) garantizó al desamparado Acaz la pronta intervención de Dios. Y, cuando el destierro de Babilonia, allí había una voz de profeta que levantaba los ánimos caídos y predecía el tiempo de la duración de la prueba: “El Señor dice: cuando se cumplan a Babilonia los setenta años, actuaré en favor de vosotros y os cumpliré mi promesa favorable de haceros regresar a este lugar” (Jer 29, 10). Pero ahora nadie de nosotros sabe hasta cuándo va a durar esta terrible situación. “Desde que han muerto Ageo, Zacarías y Malaquías que son los últimos profetas, el Espíritu Santo ha cesado en Israel” (Talmud). “Un silencio denso, extraño, aplastante ha caído sobre todos nosotros y ha penetrado en la tierra” (Hab 2, 20).

 

12-17. Himno a Dios Creador

Tú nunca has actuado así. Siempre has sido un rey-vencedor (v. 12-14).

La inactividad o indiferencia actual de Dios contrasta de una manera especial con la actitud anterior de Yavé que se hizo rey y salvador de Israel favoreciéndoles con su ilimitado poder de creador, especialmente en el éxodo. Esta fue la edad de oro del amor de Dios a Israel, epopeya tan prodigiosa que se la puede comparar a la creación. Realmente Yavé, en tiempos del Éxodo, dividió el Mar Rojo de la misma manera que dividió las aguas superiores de las inferiores cuando la creación (Gen 1, 1-2. 6). Dios dominaba todas las fuerzas y nada se le ponía por delante. Incluso aplastó a Leviatán, ese monstruo marino mitológico, símbolo de todos los poderes hostiles.

18-23. Nueva súplica.

 Tú, Señor, nos has enseñado a “recordar”. Aplícate el cuento (v. 18).

Israel es un pueblo con memoria. El mismo Dios le ha enseñado a recordar. Ahora es el pueblo el que le pide a Dios que recuerde. Para Dios recordar algo es tomarlo en consideración y tratar de solucionarlo. Que Dios se acuerde de las blasfemias lanzadas contra él por esos insolentes e impíos enemigos vencedores. Que los someta.

“El salmista ataca a Dios por la parte más débil: la del corazón” (v. 19).

Pide que defienda a su pueblo. Es como una tórtola sencilla, humilde, indefensa. Le acecha el buitre, ese pajarraco impuro que, con su pico en forma de lanza, amenaza devorarla. Esa tortolita: ¡es tu pueblo!… Por otra parte Dios siempre ha sido el gran defensor de los pobres, aquellos que acuden a él porque no hay otro que los defienda: ¡son sus pobres!… ¿Qué va a ser de tus pobres?

Dios no puede dejar de ser fiel (v. 20).

Lo que está pasando al pueblo no es algo de tipo moral, sino teológico. Dios siempre ha sido fiel a su Alianza aunque el pueblo haya fallado de todas, todos. El pueblo siempre ha confiado en el Dios de la Alianza. ¿Acaso Dios puede dejar de ser fiel? ¿No es como negarse a sí mismo? Yavé debe mirar misericordiosamente y con mirada de salvador a su aliado Israel que se halla en el paroxismo de la angustia. Los mismos habitantes de Jerusalén han tenido que buscar refugio en las cuevas. Dios quiera que no se vean obligados a volver a sus casas con las cabezas bajas, con la humillación de los vencidos. Al contrario, deben regresar como vencedores de estos inicuos enemigos que lo han arrasado todo. ¿Todo? Menos la fe inquebrantable de un pueblo en su Dios.

“Señor, llevas demasiado tiempo sentado. ¡Levántate!” (v. 22).

Es tiempo de que se levante y entre en acción contra los enemigos que no dejan de blasfemar contra él. El salmista quiere poner un contraste entre este levantarse de Dios como en un juicio final grandioso, triunfante, y el levantarse de los impíos que osan desafiar a Dios. Con todo, la forma con que termina el salmo deja aún las cosas en la penumbra. El salmo no dice que Dios se levantó. La única esperanza está en las salvaciones del pasado que siempre se pueden reproducir porque Yavé no puede dejar de ser fiel y salvador.

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA

 José Bortolini: “Jesús se presentó como el pastor que da vida en abundancia (Jn.10) Convirtió a cada persona en su morada y en morada del Padre (Jn.14,23), superando la estrecha visión del templo como único lugar donde Dios habita. Él mismo es el punto de encuentro entre Dios y la humanidad (1,14). Escuchó y respondió a todos cuantos clamaban pidiendo justicia y vida, liberándolos de todas opresiones y venciendo incluso la muerte. Se manifestó como Señor de la Naturaleza y los cristianos lo proclaman Señor del universo y de la historia (Fil. 2,6-11. Ap.. 5).”

Jacob: “Para un judío el Templo no sólo estaba considerado como lugar donde se invocaba el Nombre de Yavé, o donde se desarrollaba su culto, sino el lugar de residencia efectiva de Yavé sobre la tierra, lugar de su presencia personal”.

Santa Teresa de Jesús: “Señor, tomad la defensa de vuestra propia causa”.

Chateaubriand: “Penetrad en la estancia del pueblo, encontraréis a unos hombres que hacen leer un libro misterioso a los niños… Lo que hacía hace cinco mil años, el pueblo lo hace ahora. Ha asistido 17 veces a la ruina de Jerusalén y nada le impide volver sus miradas sobre Sión. Los persas, los griegos, los romanos han desaparecido de la tierra y un pueblito que procedió de los grandes pueblos existe todavía sin mezcla, en los escombros de su patria. Si alguna cosa ante las naciones lleva el carácter de milagro, nosotros pensamos que este milagro está aquí”.

 

ACTUALIDAD

“Este salmo ayuda a considerar la situación interna del propio país y también a ver mejor la realidad de todos los pueblos. Dentro de cada país puede haber situaciones de pérdida de libertad, falta de raíces, privación de la tierra, de la propia identidad; puede haber casos de opresión política y de explotación económica que engendran pobres, oprimidos e indigentes. La realidad internacional nos lleva a pensar en todos los males causados por los poderes políticos y económicos de nuestros días. Hay pueblos y naciones bajo el dominio de las grandes potencias. Pero hoy no son el hacha y el martillo los instrumentos de destrucción, sino los sistemas económicos, el endiosamiento del mercado etc.” ( J.Bortolini).

En esta situación en que vivimos, por si fuera poco, nos vine el famoso “corona-virus” para poner de manifiesto hasta qué punto e frágil y vulnerable la vida del hombre. Israel, ante las mayores desgracias del Pueblo, nunca dudó de Dios. ¿Seremos capaces de hacer de la vulnerabilidad un camino hacia Dios? 

El Papa Francisco nos exige a los cristianos un compromiso con la justicia: ”Molesta que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta que se hable de un Dios que exige un compromiso con la justicia” (EN 203).

“Con la destrucción del templo han caído a tierra las convicciones teológicas del pueblo de Dios. Sin embargo el salmista tiene el coraje de formular su oración ante Dios. Es una oración conmovedora, portadora de tanto dolor y de tanta fe. Este poema puede ser una óptima oración cuando parece que no tenemos ninguna razón para continuar creyendo en Dios. El salmista espera, en definitiva, una sola cosa: que Dios restaure su propia honra. ¿No la ha restaurado ya al construir su templo mayor y más perfecto sobre el cuerpo resucitado del Señor?? (Heb. 9,11)” ((Ángel Aparicio).  

 

PREGUNTAS

 1.- ¿He sentido, a veces, la ausencia de Dios con la amargura existencial que la vivió el pueblo judío, reflejada en este salmo? ¿Qué actitud he tomado ante esa situación?

 

2.- La comunidad es comparada en este salmo como una avecilla humilde y sencilla, incapaz de defenderse por sí sola. ¿Cuál ha sido la reacción cuando nos han calumniado sin motivo?

 

3.- Nosotros sentimos la ausencia de Dios. Y tratamos de buscarle con fuerza. ¿Qué hacer con tantas personas que ni siquiera echan de menos a Dios en sus vidas?

 

ORACIÓN

 “¿Por qué, oh Dios, nos tienes abandonados?”

Señor, el silencio, la soledad, el abandono son cosecha nuestra. Tú has creado la palabra, la cercanía, la amistad. Tú, puesto a crear, has hecho un paraíso con flores, con ríos, con pájaros. La tierra con sus espinos y abrojos es obra nuestra.

Pero Tú has querido hacerte hombre en situación caída para hacerte solidario con todos nosotros. Por eso has experimentado la soledad y el abandono del Padre. Pero no te dejaste vencer ni abatir por la tristeza. Sacando fuerzas de debilidad tuviste el coraje de abandonarte en Dios, de ponerte en manos de tu Padre. Haz que yo también sepa convertir tu abandono en cercanía y confianza.

 

“Tuyo es el día; tuya la noche”

Me levanto, abro la ventana y siento que un aire puro y fresco acaricia mi rostro. Una luz mañanera ilumina mis ojos y yo me dejo bañar por ella. Y digo: ¡Es de día! Y, a veces, no caigo en la cuenta de que ese día eres Tú. Sí, Tú, la brisa, el aura, la luz. Al atardecer, poco a poco, me voy internando en la noche. Me dejo impresionar por el silencio, el parpadeo de las estrellas, la intimidad. Y, a veces, no caigo en la cuenta de que esa noche, cuajada de misterios, eres Tú. Perdón, Señor, por mi ingratitud.

 

“Que el humilde no se marche defraudado”

Tú, Señor, tienes una bienaventuranza para los humildes y sencillos. Tú mismo dijiste: “Aprended de mí que soy manso y sencillo de corazón”. Cuida a los humildes. Guárdalos como a las niñas de tus ojos. Que se sientan a gusto en su sencillez. Que no deseen ni anhelen cambiarse por nadie. Ellos han soportado los golpes de los soberbios y los poderosos de la tierra. Que nunca se sientan defraudados por ti.

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