¿Quién soy yo para juzgar a nadie?

Raúl Romero López
11 de febrero de 2019

                                                               Salmo 7

 (Descarga aquí en pdf el comentario completo)

                                               2 Señor, Dios mío, a ti me acojo,

                                               líbrame de mis perseguidores y sálvame;

                                               3 que no me atrapen como leones

                                               y me desgarren sin remedio.

                                               4 Señor, Dios mío: si soy culpable,

                                               si hay crímenes en mis manos,

                                               5 si he causado daño a mi amigo,

                                               si he protegido a un opresor injusto,

                                               6 que el enemigo me persiga y me

                                               alcance, que me pisotee vivo por

                                               tierra, apretando mi vientre contra el polvo.

                                               7 Levántate, Señor, con tu ira,

                                               álzate con furor contra mis

                                               adversarios, acude a defenderme

                                               en el juicio que has convocado.

                                               8 Que le rodee la asamblea de las

                                               naciones, y pon tu asiento en lo más alto de ella.

                                               9 -El Señor es juez de los pueblos-

                                               Júzgame, Señor, según mi justicia,

                                               según la inocencia que hay en mí.

                                               10 Cese la maldad de los culpables y apoya tú al inocente,

                                               tú que sondeas el corazón y las entrañas; tú, el Dios justo.

                                               11 Mi escudo es Dios,

                                               que salva a los rectos de corazón.

                                               12 Dios es un juez justo,

                                               Dios amenaza cada día.

                                               13 Si no se convierten, afilará la espada,

                                               tensará el arco y apuntará.

                                               14 Apunta sus armas mortíferas,

                                               prepara sus flechas incendiarias.

                                               15 Mirad: concibió el crimen, está

                                               preñado de maldad y da a luz el engaño.

                                               16 Cavó y ahondó una fosa,

                                               caiga en la fosa que hizo;

                                               17 recaiga su maldad sobre su cabeza,

                                               baje su violencia sobre su cráneo.

                                               18 Yo daré gracias al Señor por su justicia,

                                               tañendo para el nombre del Señor Altísimo.

INTRODUCCION

Una persona acusada y perseguida se confiesa inocente delante del Señor y le ruega que lo libre de sus perseguidores. El motivo de la acusación está descrito con bastante vaguedad y ningún detalle permite identificar con exactitud a los que le acusan. Por tanto, el orante del salmo es un individuo sin contornos. Un inocente injustamente perseguido. Así el salmo se abre para cualquier persona que pasa por una circunstancia similar.

 

EXPLICACIÓN-REFLEXióN SOBRE EL MENSAJE ESENCIAL DEL SALMO

“Señor, Dios mío, a Ti me acojo”

El salmista acude a Dios pidiendo que le libre de un problema grave. Podría tratarse de un refugio material como por ejemplo el Templo donde se daba el llamado “derecho de asilo”. A esto alude Isaías cuando dice: “Yavé  fundó a Sión y en ella se refugiarán los pobres de su pueblo” (Is 14, 32).

Pero, en este caso, se trata de un refugio personal. Es Dios en persona el que protege. “Me escondió en la sombra de su mano” (Is 49, 2). Me guardó como a las niñas de sus ojos (Sal 17, 8).En el pueblo de Israel hay una conciencia clara de que su Dios les guarda. Todo lo contrario de lo que sucede con el dios Marduk: “A cualquier parte que me vuelva ninguno me tiende la mano; he llorado tanto y ninguno ha venido a mí… He gritado tanto y nadie me ha escuchado” (himno babilónico a Marduk).

 

A veces, la maldad del hombre no tiene nombre.

“Me atrapan como leones y me desgarran” La imagen del león que atrapa y desgarra quiere describir la ferocidad de los enemigos. El león se arroja sobre el respiro de su víctima, sobre su raíz vital, agarrándolo de la garganta. El efecto es desgarrar, descuartizar, hacer pedazos. El salmista alude a lo bestial que hay dentro del hombre y que aflora en algunos momentos. “Mitad ángeles, mitad bestias” dirá el poeta.

Presunción de inocencia.

 No es que niegue su condición pecadora, sino que niega rotundamente el haber cometido los crímenes que se le imputan. Si hay crímenes en mis manos. … Es la culpa que queda en el que ha cometido acciones injustas. Por mucho que se lave nunca se podrá limpiar. Es el remordimiento que viene después del crimen. Pero el salmista está muy libre de todo eso.

 

Sólo el Juez Supremo no puede equivocarse.

“Tú que sondeas el corazón y las entrañas” Las personas, también los jueces,  fácilmente nos podemos equivocar en nuestros juicios. Sólo nos conocemos en la superficie. ¿Quién es capaz de bajar a lo profundo del corazón humano? El evangelio nos invita a “no juzgar a nadie” (Mt 7, 1). Y el mismo Corán nos advierte que el sondear lo profundo pertenece sólo a Dios. “El atributo de escrutar expresa siempre la profundidad y la intimidad del Dios vecino, próximo a nosotros más que nuestra misma vena yugular” (Corán 50, 16). Pero lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios que nos conoce por dentro: hasta lo inconsciente, lo incontrolado, hasta las intenciones más íntimas. “Yo soy el que sondea el corazón y los riñones; el que dará a cada uno según sus obras” (Ap 2, 23).

 

EL MAL TIENE UN PROCESO.

El salmo siete lo entiende así: “Concibió el crimen, está preñado de maldad y da a luz el engaño”

En estos versos el salmista nos describe el proceso cronológico del crimen: concepción, gestación y alumbramiento. Víctor Hugo explicita la imagen de la siguiente manera: “concibe, deseando el mal; está de parto, consintiendo y maquinando; da a luz, poniendo por obra”. Esta imagen tan viva, tan plástica, puede ser un aviso para que evitemos el mal al principio, antes que se convierta en proceso inexorable. Y éste fue también el estilo que propone Jesús en el sermón de la montaña: atacar el mal en sus raíces – “El que mira a una mujer deseándola, ya adulteró en su corazón” (Mt 5, 27).

 

EL SALMISTA ACABA DANDO GRACIAS A DIOS.

“Yo daré gracias al Señor por su justicia, tañendo para el nombre del Señor Altísimo” El salmo termina dando gracias a Dios porque le ha hecho justicia. Justicia divina es rechazo al mal, pero, sobre todo, es amor que salva. “Dios no es alabado a causa de la muerte de los enemigos, sino a consecuencia de la justicia restaurada” (San Juan Crisóstomo).

 

TRASPOSICIÓN CRISTIANA.

Jesús, en el Huerto de Getsemaní, se vio cercado por los enemigos. Y pidió al Padre que le liberara de ellos. Después se abandonó a sus manos. (Mt. 26, 39).

San Pedro avisa a los cristianos que  estén preparados porque el enemigo “les ronda como un león rugiente intentando devorarlos.” ( Iª Ped. 5,8)

 

ACTUALIZACIÓN.

En estos últimos días toda la prensa nos ha informado de crímenes horrendos. La experiencia dice que no basta la cárcel para rehabilitar. ¿Por qué no pensamos en dar una educación en valores desde la niñez? Porque las fieras no sólo las tenemos fuera de casa. Las tenemos también dentro de nosotros mismos. Oigamos un testimonio de San Basilio de Cesarea:

“Los hombres estamos llamados a dominar el mundo, a ser dueños y señores de nosotros mismos. ¿Dominas toda clase de fieras? Me responderás: ¿es que tengo fieras dentro de mí? Sí, y muchas. No lo tomes a ofensa. Fiera grande es la cólera cuando ladra en el corazón, ¿no es más feroz que cualquier mastín?… ¿No es una fiera la hipocresía? El que injuria afiladamente, ¿no es un escorpión? El codicioso, ¿no es un lobo rapaz? ¿Qué clase de fieras no llevamos dentro? El lujurioso, ¿no es un caballo enfurecido? En resumen, que hay muchas fieras en nosotros. Pues sí, dominando a las fieras de fuera, dejas que te dominen las de dentro, ¿te has hecho realmente señor de las fieras? Te han creado para dominar: dominar las pasiones, dominar las fieras… El poder que nos han dado sobre los seres vivientes nos prepara para dominarnos nosotros”.

PREGUNTAS.

  1. Dios me conoce y me sondea. ¿Vivo en paz al saberme totalmente comprendido por Dios? ¿Por qué me preocupan tanto las opiniones de los demás?

    

  1. ¿Qué juicio tengo de las personas que viven en mi grupo, en mi comunidad? ¿Acaso no me he equivocado muchas veces al enjuiciar ligeramente sus comportamientos? Antes de emitir un juicio, ¿me gusta dialogar con la persona interesada?

 

  1. Ante las personas que me rodean, ¿qué ley les aplico: la del «talión» o la del amor? Enumera casos concretos y haz un propósito de vivir más en conformidad con el Evangelio de Jesús.

 

ORACIÓN

 “¡Líbrame de mis perseguidores!”

Señor, tengo enemigos. No quisiera tenerlos, pero los tengo. Quisiera estar en paz con todos, pero por más que me empeño, no lo consigo. Espero que entiendas mi lenguaje y comprendas su alcance. No es lenguaje de odio, sino de angustia. No desprecio a nadie, pero sufro a causa de otras personas que me critican y calumnian.

 “A Ti me acojo”

No pienso en refugios humanos construidos por manos de hombre. Ni tampoco en templos de piedra favorecidos por el derecho de asilo. Mi refugio eres Tú. Mi fortaleza eres Tú. Mi seguridad eres Tú.

Tú no me proteges desde fuera, sino desde dentro. Yo me fío plenamente de Ti y te siento muy cerca de mí. Eres como una fuerza interior que me empuja a superarme y a no dejarme vencer por la angustia o el desaliento.

 “Tú sondeas el corazón y las entrañas”

Gracias, Señor, porque me conoces por fuera y por dentro. Todo, hasta lo más oculto e inconsciente, está presente a tus ojos. Gracias porque no puedo ocultarte nada ni puedo engañarte. Quita de mí las caretas, los tapujos, las justificaciones. Haz que yo viva ante Ti con toda claridad y limpieza. Déjame jugar contigo con toda transparencia. Que haya en mí una coherencia entre lo que vivo y lo que soy. Y que mis acciones sean la glosa de mis palabras.

Yo daré gracias al Señor por su justicia.

Este artículo se ha leído 94 veces.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Compartir
WhatsApp
Email
Facebook
X (Twitter)
LinkedIn

Noticias relacionadas