“Y el Señor dijo a Moisés: «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob». Moisés se tapó la cara, porque temía ver a Dios.
El Señor le dijo: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores; conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios, a sacarlo de esta tierra, para llevarlo a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel. Moisés replicó a Dios: «Mira, yo iré a los hijos de Israel y les diré: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”. Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?».
Dios dijo a Moisés: «“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros».
Dios añadió: «Esto dirás a los hijos de Israel: “El Señor, Dios de vuestros padres, el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Este es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación” (Ex 2.13-15).
Esta es parte de la primera lectura de la PALABRA DE DIOS que proclamamos y escuchamos en la celebración de la Eucaristía del pasado domingo III de Cuaresma.
Con nuestra mentalidad occidental, hemos pensado que nos encontramos ante una definición metafísica, esencialista, altísima de Dios. Nada más desviado. La mentalidad oriental, en la que está escrita la Biblia es concreta, vitalista. Por eso Dios es el que actúa, acompaña, protege. La mentalidad occidental -la nuestra- es esencialista: Dios existe, Dios es incomprensible, Dios es…
“Yo soy el que soy” está dicho desde la mentalidad oriental: Dios está cerca, a nuestro lado, ama, anima, defiende, perdona.
“Yo soy el que soy”
Yo soy el que ama.
Yo soy el que se entrega.
Yo soy el que crea fraternidad.
Yo soy el que os hace solidarios.
Yo soy el misericordioso.
“Yo soy el que soy”
Yo soy el que comprende.
Yo soy la tolerancia que enriquece.
Yo soy el que fortalece vuestra ayuda mutua.
Yo soy el que genera humanidad en la humanidad.
Yo soy el que os regala la naturaleza. Para que cuidéis.
“Yo soy el que soy”
Yo soy un Dios de amor.
Yo soy el que no sabe castigar.
Yo soy el que declara dichosos a los pobres, a los humildes, a los pacíficos.
Yo soy el que os prepara una mansión en el cielo.
Yo soy el que os espera: “Venid, benditos de mi Padre”.
“Yo soy el que soy”
Pero no soy el dios terrible y amenazador.
No soy el dios que lleva cuentas del mal.
No soy el hijo mayor de la parábola.
No soy el siervo que no perdona a su compañero.
No soy el que busca su gloria y que todos le adoren.
“Yo soy el que soy”
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt. 11,28-30)
Yo os acompaño siempre con paciencia y dedicación y os garantizo el triunfo final, a pesar de las dificultades que encontréis. Nos repite y demuestra que nuestro Dios es un Dios de amor, no de castigo.
Así que romped con esas imágenes distorsionadas de Mí, que os han inculcado, y mostrad mi verdadero rostro de amor en vuestra vida. Porque …
“YO SOY EL QUE SOY”