“El tiempo no se detiene. Un año termina y otro comienza… “
Con esta frase terminaba mi escrito de la pasada semana. En el que escribí:“Haremos fiesta la noche del 31 de diciembre. Una fiesta distinta según el pensar de cada uno. El 1 de enero nos despertaremos “cuando Dios quiera” […] Será un día igual al anterior. Amanecerá cuando salga el sol y terminará cuando éste se oculte. Como cada día.
Pero será un día distinto, según nos lo propongamos cada uno.
Habremos hecho fiesta. Porque el tiempo es igual, pero el sentido del tiempo, no. El sentido es el que le damos cada uno de nosotros. Unos harán fiesta=juerga. Y punto. Otros harán fiesta y reflexionarán sobre el tiempo que pasa y cómo lo viven. Y se alegrarán infinito de poder compartirlo. Podremos dar gracias a todos los que nos han ayudado a vivir en el año que termina.
Momento para recordar y experimentar la importancia del agradecimiento. Sin los demás, somos poco o, más bien, nada. Si nos creemos autosuficientes, nos convertiremos en ortigas que molestan a los demás, que desprecian, que pican”.
Pablo Neruda lo hace poesía de bella sencillez:
“Así es, pero
pequeña
puerta de la esperanza,
nuevo día del año,
aunque seas igual
como los panes
a todo pan,
te vamos a vivir de otra manera,
te vamos a comer, a florecer,
a esperar”.
Me atrevo a decir (perdonad mi petulancia) que Neruda propone, aunque no escriba la palabra, que al futuro hay que ponerle ‘sentido’. De lo contrario, puede ser un tiempo baldío, chato, sin expectativas que animen. Poniéndole sentido, el futuro es “puerta de la esperanza”.
¡Qué futuro tan deseable, aunque sea “pequeña” la puerta de la esperanza!
El año que ha terminado ha sido, y es, un tiempo para agradecer, un tiempo para pedir perdón, un tiempo para recordar. El año que acabamos de estrenar es un tiempo para la ESPERANZA. La esperanza hace de cada año, de cada día [“aunque seas igual/como los panes/a todo pan], un día, un año distinto, nuevos de verdad. Sin esperanza. la vida puede ser un sonsonete repetitivo, siempre igual, nunca nuevo, para acallar o intentarlo, sin conseguirlo
nunca, con una vida ordinaria, sin ilusión.
Porque el tiempo, repito, es igual, pero el sentido del tiempo, no. El sentido es el que le damos cada uno de nosotros.
Y un nuevo año, para que sea humano entre humanos, ha de tener un sentido, un por qué, un para qué. Si nuestra sociedad actual nos parece desorientada, superficial, es porque no ofrece sentido a nuestras vidas, ni a la de los que lo busquen.
Si nuestra sociedad, nuestro entorno, nos parece creativo, digno, es porque lo tiene o lo tenemos nosotros. Es por nuestra esperanza. La esperanza es gratuita, pero no barata. Necesitamos nuestro empeño y compromiso
por la esperanza. “Te vamos a vivir de otra manera”, nos dice Neruda.
Esforcémonos cada uno en aportar la esperanza que nos pide 2024. No nos defraudará. Sobre todo, si es esta: “y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”. (Rom 5,5)