Frase bella. Porque esa realidad, el mar en calma, es bella y regala serenidad.
Y “parece, parece, que el mar estaba en calma…».
Pronunciada en esta oportunidad por el Papa Francisco, en el Ángelus del domingo 18 de junio, la frase se convierte en un dedo que señala que la responsabilidad de lo sucedido no es del mar. El mar estaba en calma.
En ese mar en calma, sucedió que un barco naufragó. Y no se sabe con certeza el número de víctimas, pero en el que, al parecer, también viajaban un centenar de niños con sus padres.
“Tras el hundimiento del pesquero Adriana frente a la costa griega, en el que se sospecha que se hacinaban hasta 750 personas, solo se recuperaron 78 cuerpos y fueron rescatados 104 hombres. No hay rastro del resto, incluidos niños y mujeres, en lo que la UE ha calificado ya como la peor tragedia migratoria de la ruta del Mediterráneo”. Así cuentan la noticia los medios de comunicación. El dato. Escalofriante. Como los miles y miles de personas concretas que cada día mueren de hambre (Sin hacer demagogia, pero para recordarlo).
Tragedia a la que hay que añadir otra, igualmente terrible: un atentado contra una escuela en Uganda que segó la vida al menos a una cuarentena de estudiantes. Que también estaban en calma en sus clases. Niños y jóvenes.
El mar en calma. Los estudiantes en calma. Y la calma no trajo la muerte. La trajo la injusticia, el abuso, la violencia humana.
Mafias que abusan criminalmente de personas pobres, sin trabajo, sin futuro, que buscan una vida buena a la que tienen derecho. Y los han matado. Porque viajaban muchos, demasiados, en un barco sin condiciones mínimas para esa acción. Aunque aún no se sabe con certeza el número de víctimas, al parecer viajaban un centenar de niños con sus padres.
Una semana después, las autoridades griegas han informado este lunes,19 de junio, que ya son 81 las víctimas mortales por el naufragio ocurrido hace casi una semana frente a las costas de la ciudad de Pylos (Grecia).
Para mayor tristeza, ayer, 20 de junio, se celebró la Jornada Mundial del Refugiado, promovida por las Naciones Unidas. Las intenciones de esta celebración, serán buenas, no lo dudo. Pero han de ir acompañadas de hechos que las ratifiquen. Sobre todo, perseguir y detener a las mafias que se enriquecen con la tragedia y muerte de seres humanos.
«Renuevo mi oración por quienes han perdido la vida e imploro que siempre se haga todo lo posible para prevenir tragedias similares«, señaló Francisco, Esto es lo que hay que hacer y no solo lamentarse: prevenir las tragedias. Lo más evidente es que las cosas se hagan bien, ni para enriquecerse ni, mucho menos, para abusar de las personas que tienen el derecho básico de una vida mejor, humanamente digna-.
Con gran tristeza y tanto dolor, pienso en las vidas del gravísimo naufragio acaecido en los últimos días en las costas de Grecia. Y parece, parece -enfatizó-, que el mar estaba en calma…».
Igualmente, añadió, «rezo pos los jóvenes estudiantes víctimas del brutal ataque sucedido en Uganda en esta guerra que se da en todas partes». Y reiteró su petición de «rezar por la paz», así como mostrando su deseo de que «perseveremos en la oración por la población de la martirizada Ucrania, no lo olvidemos, que sufre tanto».
“Los pobres, desde sus cuerpos olvidados en desiertos y mares y fosas comunes, son el tornasol que deja a la vista la acidez engañosa y corrosiva de nuestras vidas”. (Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger).
Sin olvidar de ninguna manera otro lado de la noticia: Desde primera hora del jueves, poco después de que saltara la noticia de la tragedia, jóvenes de Egipto que hablan griego se acercan al lugar para ayudar a las familias árabes con los trámites burocráticos relacionados con los desaparecidos o fallecidos. Una parte de los migrantes del barco, que partió de Libia con intención de llegar a Italia, son de esa nacionalidad, al igual que los nueve detenidos acusados de tráfico de personas. También había en el barco sirios y paquistaníes. Los voluntarios egipcios se quedan hasta que se marcha el último familiar, mientras vienen y van intérpretes titulados para asistir en los trámites. Cada cierto tiempo, una oficial de la Guardia Costera sale de las oficinas y hace pasar al interior a personas que esperan en la calle.
Una vez dentro, a quienes saben leer en griego les permiten ver la ansiada lista con los nombres de los 104 hombres rescatados y al resto se la lee una agente de los guardacostas. Una lista en la que no hay ni mujeres ni niños, que se sospecha que estaban en la bodega del barco.
La tragedia y la humanidad solidaria.