Nuestra Señora de la Merced, sinónimo de esperanza y patrona de los centros penitenciarios. Para los que trabajamos en cárceles son imprescindibles, como para cualquier cristiano y para todo humano, la fe, la esperanza y el amor.
Solo porque creemos en Dios y en el hombre nos atrevemos a poner un pie en una cárcel. Porque sabemos de perdón y de recuperación y tenemos esperanza volvemos a pisar ese suelo misterioso y oculto para muchos, casi sagrado para nosotros. Porque queremos amar dedicamos tiempo, dinero, habilidades y ciencia a las personas que están presas y además, ahora, aisladas de cualquier contacto de fuera de la cárcel.
Estar con las personas presas no es nada especial: es convivencia humana como lo está siendo en las calles, en los bares, en todos los sitios, esa convivencia que ahora nos damos cuenta de lo necesaria que es para nuestra supervivencia.
Y así, con nuestra fe débil a veces, nuestra esperanza aporreada y nuestro amor a Jesucristo y a sus y nuestras gentes, con virus y sin virus, estamos a las puertas de las cárceles para llevar aire nuevo que habla de Dios, de futuro, de volver a la vida, de habilidades, de familia, de abrazos, de nuevo trabajo, de salud, de volver a empezar.
Y les esperamos en la puerta cuando salen en libertad con la misma impaciencia que esperan los novios, los amantes, los padres a sus hijos que vienen en tren, para acogerles con una sonrisa y un abrazo y acompañarles a reintegrarse en una sociedad ya desconocida después de años fuera de ella. Hay que aproximarles a sus familias alejadas. Hay que poner su vida al día, su trabajo y sobre todo volver a abrazar porque …estaba perdido y ha vuelto” Lc. 15, 32
Por eso nuestra Señora de la Merced es nuestra Patrona: los chicos y chicas de las cárceles se acogen a ella porque “ella lo entiende mejor” Para nosotros también es el camino hacia su Hijo porque ella dice…”haced lo que él os diga” y hacemos como tantos hombres y mujeres desde hace 800 años de Merced y 2020 de seguimiento a ese Jesús que dijo: “estuve en la cárcel y vinisteis a verme”
Va por ellas, las personas que un día entraron en la cárcel por sus errores y que hoy salen y van a salir a una vida nueva. Las recibimos con los brazos abiertos y con mascarilla porque eran, son y serán nuestros vecinos, nuestros parientes, nuestros amigos, nuestros parroquianos y los queremos con nosotros.