Una pregunta que, desde el comienzo de la pandemia, muchos -creo que todos- nos hacemos es, más o menos, la siguiente: ¿aprenderemos algo de esta situación? ¿va a cambiar algo en nuestra sociedad? ¿va a ser un cambio positivo? ¿vamos a salir mejores? Las respuestas son variadas. Desde la optimista que afirma rotundamente que sí, hasta la pesimista que responde lo contrario.
Los pasos que vamos dando en la llamada desescalada nos pueden servir de punto de reflexión para ir descubriendo cómo estamos reaccionando colectivamente. Quizás lo que más aparezca es que vamos volviendo a lo mismo de antes. Esperamos con ansia la vacuna ‘salvadora’ para retomar nuestro anterior modo de vivir. Ojalá no sea así.
Nos están hablando, y hablamos, de la ‘nueva normalidad’. Término nada claro en su concreción. Nueva, ¿porque va a ser distinta en sus valores y en sus criterios?, ¿porque solo tenemos que cumplir lo que nos digan en cuanto a normas para no contagiar ni contagiarnos?, ¿todo es cuestión solo de mascarillas y de distanciamiento social?, ¿solo tenemos que aceptar esta ‘nueva normalidad’ para que todo siga igual? Fracasaríamos como raza humana si la ‘nueva normalidad’ consistiera en volver a lo que ya conocemos, al mismo modo de vivir de antes.
Para que esto no suceda, creo que hemos de personalizar la pregunta: ¿voy a cambiar yo? ¿en qué va a consistir mi ‘nueva modalidad’ de vida?
Ciertamente -estoy convencido- muchos van a vivir de otro modo más positivo y solidario. Los que han reflexionado y reflexionan sobre lo sucedido. Los que han contemplado las consecuencias negativas desde cerca o como voluntarios: la muerte en soledad de seres queridos, la pérdida del trabajo, las colas de la necesidad o del hambre, el olvido de los sin techo o sin papeles, etc… También los que han contemplado con el corazón las consecuencias en los países empobrecidos o en los gobernados por gobiernos que niegan la evidencia de lo que está sucediendo.
Por eso me parece muy positivo que la expresión ‘nueva normalidad’ vaya dando paso a otras expresiones más claras como ‘nueva responsabilidad’, ‘nueva solidaridad’, ‘nuevas relaciones’. Sobre todo ‘nueva responsabilidad’ porque va directamente a pedir nuestra respuesta y compromiso personales. Porque es, en sí misma, una llamada a la conciencia personal, comunitaria y social. A la conciencia de cada uno de nosotros, de las familias, de los políticos, de los economistas, de los empresarios, de todos. Esta ‘nueva responsabilidad’ se hace más exigente si está sostenida por una ‘nueva solidaridad’.
Uno de los aspectos fundamentales de la ‘nueva responsabilidad’, que todos sus defensores proponen y que ya he recordado en estos breves artículos, es superar -ojalá más pronto que tarde- la concepción de la vida de modo egoísta. Es decir: que no ocupe el centro de la vida, el centro del mundo, el ‘yo’, la ventaja personal, el bienestar propio, el individualismo como medida de todo lo que hago. Individualismo alentado por los que influyen en el espíritu de nuestra sociedad.
Este descentramiento del yo nos llevará de modo natural y efectivo a apoyar y sentirnos cerca de todo el que pasa necesidad de cualquier clase. De los necesitados de cerca y de los millones y millones de empobrecidos que pueblan nuestro mundo por la injusticia de nuestro modelo económico y de desarrollo, mantenido y profundizado por las fuerzas económicas, sociales y políticas influyentes en nuestro mundo. Individualismo que tiene su reflejo en una religiosidad cerrada en uno mismo, Dios y yo, religiosidad separada de la vida y de la solidaridad fraterna.
Desde la responsabilidad solidaria descubriremos que la vida económica no puede estar sometida única y exclusivamente a ganar cada vez más, ni supeditada al crecimiento del dinero, que lleva directamente al enriquecimiento de los ya ricos y al aumento de los pobres. Descubriremos que el verdadero fin de la economía es servir a la dignidad de la persona humana, de los trabajadores, de la justa distribución de la riqueza que nos ofrece la naturaleza y que crea el ser humano con su trabajo. Responsabilidad solidaria que nos librará de un consumismo que nos encierra en nosotros mismos, en nuestro bienestar egoísta, que dilapida la creación y nos incapacita para comprender a los que no tienen lo imprescindible para vivir dignamente.
Responsabilidad solidaria que alcanza a toda la creación, de la que nos sentiremos guardianes y administradores y no déspotas o depredadores para el bienestar pasajero de los poderosos de hoy, de los que formamos parte, y que compromete el futuro de la humanidad.
Solidaridad, responsabilidad, sensibilidad y ternura ante la persona humana y la creación entera… nos llevarán realmente a una ‘nueva modalidad’ de vida.
“De una crisis como esta no se sale iguales, como antes; o se sale mejores o se sale peores. Que tengamos el valor de cambiar, de ser mejores que antes y construir positivamente la crisis que vendrá después de la pandemia” (Francisco. Regina coeli. Pentecostés, 31 mayo 20).
“Tenemos por delante el deber de construir una realidad nueva… Todo el sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad, una realidad que nos lleva a una conducta cristiana” (Francisco. Vigilia Mundial de Oración online de CHARIS. 31 mayo 20).
“CONSTRUIR POSITIVAMENTE. CONSTRUIR UNA REALIDAD NUEVA”. Esa es nuestra tarea. Durante y después del Covid19.