Si la nota dijese:“una nota no hace melodía” … no habría sinfonía.Si la palabra dijese:“una palabra no puede hacer una página” … no habría libro.Si la piedra dijese:“una piedra no puede levantar una pared”… no habría casa.Si la gota de agua dijese: “una gota de agua no puede formar un río”… no habría océano.Si el grano de trigo dijese:“un grano de trigo no puede sembrar un campo”… no habría cosecha.
Si el hombre dijese:“un gesto de amor no puede salvar a la humanidad”… nunca habría justicia ni paz ni dignidad ni felicidad sobre la tierra de los hombres.Como la sinfonía necesita de cada nota,como el libro necesita de cada palabra,como la casa necesita de cada piedra,como el océano necesita de cada gota de agua,como la cosecha necesita de cada grano de trigo…la humanidad entera necesita de ti,allí donde estés,porque eres único, y por tanto, irreemplazable.[1]
Nos son pocos -ojalá sean pocos- los que piensan que nuestra pequeña vida, nuestra humilde y escondida vida, no puede hacer nada o nunca conseguirá nada importante en la transformación del mundo. Muchos -ojalá seamos muchos- estamos convencidos de que nuestra humilde y escondida vida aporta una pequeña parte de bien y de esperanza a nuestro mundo. Lo bueno que tú, nosotros, yo, no hagamos, quedará siempre sin hacer. Nadie podrá llenar ese pequeño vacío que dejamos por nuestra inacción egoísta y cómoda. O hacemos más grande el vacío cuando conscientemente optamos por no sentirnos parte de la humanidad a la que pertenecemos o de la casa común que habitamos.Cada uno somos una nota, una palabra, una piedra constructiva, una gota, un grano, que hace con otros una sinfonía, un libro, una casa, un océano, una cosecha. Unidos a los otros elementos pequeños, nosotros los pequeños, creamos algo grande y bueno. Sí es necesario creerlo y optar por una vida bella y buena, aunque nos parezca, y lo sea, poca cosa. Pero es todo lo que tenemos y podemos ofrecer. Por eso es también mucho. Lo pequeño es hermoso. Lo pequeño es necesario. Las acciones pequeñas siempre son posibles. Quien se compromete en hacer lo que está al alcance de su mano, de sus posibilidades… por pequeño e insignificante que le parezca… está cumpliendo su misión en el mundo.
Esta perspectiva tan apasionante y sencilla me la recordó, y guardé, Alberto, maestro de una escuela rural de Galicia[2]. “Junto con los alumnos y alumnas de 10 y 11 años, hemos escuchado a Barón en ‘Mejor conectados’, un espacio de Telefónica que quiere ser un lugar donde inspirarse, encontrarse, conectar y lograr cosas increíbles, y que nos ha servido para escuchar, de boca de protagonistas de la historia, el arte y el deporte, historias inspiradoras que nos impulsan a mejorar, como personas y como sociedad. Y, con esto en mente, hemos tomado una decisión”.
Elaboraron, los alumnos y el maestro, lo que llamaron ‘Nuestra propia Constitución’. Para mejorar como personas y como sociedad. A lo que quiero justamente contribuir con su difusión, porque creo en lo que he escrito al principio de mi colaboración. Y esta acción de Alberto y sus muchachos, creo que es un buen y humilde ejemplo. Por eso lo traigo aquí por si alguno lo lee.
“La base de cualquier sociedad son las personas”. Afirmación evidente de Alberto, el maestro gallego. Siendo así, cada persona somos responsables de cómo es y cómo vive nuestra sociedad. Sin escusas ni lavado de manos.
Ofrecen, en su “Constitución”, una serie de indicaciones, de pistas, de orientaciones, “como inspiración” que recuerdan nuestro origen y nuestra existencia comunitaria y proponen hacia dónde tendríamos que ir en nuestro caminar personal y social. Orientaciones para ir descubriendo lo positivo que cada uno podemos aportar a nuestro mundo. Y para ir ampliando el círculo con quienes aceptan que la vida personal tiene esta misión: hacer un mundo mejor, que será también un mundo más feliz, más justo, más fraterno.
Con la libertad de añadidos o retoques, esta es la ‘inspiración’ de Alberto y sus muchachos:
- Ser honesto con uno mismo. Aunque duela. Para ser constructivo, es necesario conocer lo mejor posible nuestras posibilidades y nuestras limitaciones y fallos. Y aceptarlo.
- Procurar la felicidad de los demás y cuidar de aquellos que nos importan y de todos los que podamos. Esto se logra a través de la generosidad. Valorar y agradecer la generosidad ajena.
- No mentir. “Si la mentira es el egoísmo de ponerse en primer lugar, la verdad debería ser la generosidad de ponerlos a los demás en el sitio de preferencia”.
- Respetar la palabra dada. Ser consecuente con lo que nos proponemos.
Por hoy, vale. Seguimos la próxima semana. Mientras tanto, no olvidemos que somos “UNA NOTA, UNA PALABRA, UNA GOTA, UN GRANO”. Poca cosa, sí, pero necesaria.
[1] Michel Quoist. ORACIONES PARA REZAR POR LA CALLE. Sígueme 1954
[2] Es todo lo que sé de él. Porque él no dice más de sí mismo en un artículo-carta del 15-11-21 en el periódico LA RAZÓN. Y titulado: “Mejor, conectados”.