Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Una historia desde abajo

13 de febrero de 2019

Hay noticias que no salen en los periódicos y que a uno le alegran el corazón y la vida. Y que, además, te regalan la experiencia de ver el fruto de acciones sencillas. Aunque la que comento no sea muy sencilla, que digamos. Pero sí es noticia salida de la base de la historia: del pueblo, del a-pie-de-calle.

Y, como noticias de este calado no son dignas de ocupar un lugarcito en los medios generales de información, la comparto aquí. Además, ha tenido un final feliz. ‘Miel sobre hojuelas’. Así ha sido.

La iglesia protestante Bethel, en La Haya (Holanda) puso fin el 31 de enero a más de tres meses de celebraciones ininterrumpidas ni de día ni por la noche. Ha terminado la experiencia porque han conseguido el objetivo: impedir la deportación de una familia de armenios refugiados en el templo para solicitar asilo en Holanda. Han terminado las celebraciones ininterrumpidas porque el Gobierno de Holanda ha decidido concederle el asilo a esta familia de inmigrantes.

Desde el 26 de octubre de 2018 al 31 de enero de 2019, han tenido lugar celebraciones religiosas sin interrupción en ese templo. La posibilidad de esta acción la ofrece el que, según la ley holandesa, las fuerzas del orden público no pueden interrumpir el desarrollo de una celebración religiosa en un templo. Y el hecho: una familia armenia de inmigrantes se refugió en el templo para no ser expulsada del país. El iniciador tiene un nombre: el pastor protestante Theo Hettema.

Los colaboradores, muchos. La idea del pastor Hettema obtuvo la adhesión de centenares de pastores, sacerdotes y de miles de fieles, incluso de otras ciudades, que presidían o participaban en la liturgia. Se alternaban en la oración comunitaria para que no se interrumpiera. Todos sabían que la iniciativa no podrá durar eternamente, pero todos estaban esperanzados de que el gobierno cambiara de idea y no deportara a la familia. Esta llevaba viviendo en Holanda 8 años.

En esta acción participa, como no podía ser menos,  la familia armenia, con tres hijos de 15, 19 y 21 años, que el gobierno holandés quiere deportar. Tienen un hijo inscrito en la universidad y los otros dos en secundaria. Corrían el riesgo de ser expulsados porque dejaron de gozar de la tutela internacional ya que Armenia, tierra de origen de los cinco, ya no es considerada una nación en riesgo.

La iniciativa ha sido calificada de genial, atrevida, solidaria, etc… Creo que no es para menos. Lo mejor de todo: que ha tenido éxito. Y, aunque no lo hubiera tenido, es un gesto de humanidad auténtica y de compromiso cristiano con los rechazados.

Termina así, dicen los comentaristas, la celebración religiosa más larga de la historia.

Y el comentario del pastor Hettema: “El propósito de convertir la iglesia en un refugio era brindar seguridad a la familia que había agotado todos los recursos legales y llegar a una solución para las familias en situaciones similares. Ahora que más de 600 niños arraigados y sus padres podrán quedarse en Holanda, se ha logrado el resultado deseado. Durante meses hemos mantenido la esperanza y ahora esa esperanza está dando sus frutos. Estamos profundamente impresionados con todos los que han pasado por aquí, los voluntarios y otros que han participado en este refugio en la iglesia. La familia armenia Tamrazyan ha logrado un apoyo masivo a su causa, lo que ha acarreado una fuerte presión social sobre el Gobierno holandés en los últimos años”.

Esta es la historia. Desde abajo. Desde la solidaridad. Desde ‘la Iglesia refugio’.

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