Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Un Papa pedigüeño

17 de noviembre de 2021

“Y pensando en estas situaciones, me vuelvo pedigüeño. Y paso a pedir. A pedir a todos. Y a todos quiero pedirles en nombre de Dios”.[1]

                Con los ‘Movimientos Populares’ de las tres T: tierra, techo, trabajo, el Papa Francisco tiene una buena relación. Les ha dirigido un importante mensaje en sus 4 Encuentros Mundiales, cartas y discursos en diferentes ocasiones. Estos mensajes, por su claridad y compromiso cristiano, encuentra muchos defensores y no menos opositores católicos y no católicos. Me estoy refiriendo hoy al del pasado 16 de octubre. Criticado por muchos con motivo de afirmaciones -más bien sugerencias o deseos- como estas: el ingreso básico uno, es una posibilidad, la otra es la reducción de la jornada laboral. Y hay que analizarla seriamente. […] Entonces, insisto, trabajar menos para que más gente tenga acceso al mercado laboral es un aspecto que necesitamos explorar con cierta urgencia. No puede haber tantas personas agobiadas por el exceso de trabajo y tantas otras agobiadas por la falta de trabajo”

        En este Videomensaje, Francisco se atribuye un adjetivo simpático, ‘pedigüeño’, para pedir cosas ‘grandes’ a los diversos grupos sociales, políticos, empresariales, religiosos. Después de hacer referencia a situaciones de injusticia flagrante en el mundo (por ejemplo: “Es posible que las muertes por año por causas vinculadas al hambre puedan superar a las del COVID. Pero eso no es noticia, eso no genera empatía), dice quiero pedirles en nombre de Dios”:

“A los grandes laboratorios, que liberen las patentes. Tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas. Hay países donde sólo tres, cuatro por ciento de sus habitantes fueron vacunados. 

… a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos. 

… a las grandes corporaciones extractivas —mineras, petroleras—, forestales, inmobiliarias, agro negocios, que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos. 

a las grandes corporaciones alimentarias que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento. 

a los fabricantes y traficantes de armas que cesen totalmente su actividad, una actividad que fomenta la violencia y la guerra, y muchas veces en el marco de juegos geopolíticos que cuestan millones de vidas y de desplazamientos. 

a los gigantes de la tecnología que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias, sin considerar cómo aumentan los discursos de odio, el grooming, las fake news, las teorías conspirativas, la manipulación política. 

… a los gigantes de las telecomunicaciones que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por internet para que los niños pobres también puedan educarse en contextos de cuarentena. 

a los medios de comunicación que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio, que busquen contribuir a la fraternidad humana y a la empatía con los más vulnerados. 

a los países poderosos que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la tierra. No al neocolonialismo.  Los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas…  Este sistema con su lógica implacable de la ganancia está escapando a todo dominio humano.  Es hora de frenar la locomotora, una locomotora descontrolada que nos está llevando al abismo.  Todavía estamos a tiempo. 

A los gobiernos en general, a los políticos de todos los partidos quiero pedirles, junto a los pobres de la tierra, que representen a sus pueblos y trabajen por el bien común. Quiero pedirles el coraje de mirar a sus pueblos, mirar a los ojos de la gente, y la valentía de saber que el bien de un pueblo es mucho más que un consenso entre las partes; cuídense de escuchar solamente a las elites económicas tantas veces portavoces de ideologías superficiales que eluden los verdaderos dilemas de la humanidad. Sean servidores de los pueblos que claman por tierra, techo, trabajo y una vida buena…Ese buen vivir humano que nos pone en armonía con toda la humanidad, con toda la creación. 

… a todos los líderes religiosos que nunca usemos el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de Estado. Estemos junto a los pueblos, a los trabajadores, a los humildes y luchemos junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad. Tendamos puentes de amor para que la voz de la periferia con sus llantos, pero también con su canto y también con su alegría, no provoque miedo sino empatía en el resto de la sociedad. 

Y así soy pedigüeño. 

Es necesario que juntos enfrentemos los discursos populistas de intolerancia, xenofobia, aporofobia —que es el odio a los pobres—, como todos aquellos que nos lleven a la indiferencia, la meritocracia y el individualismo; estas narrativas sólo sirvieron para dividir nuestros pueblos y minar y neutralizar nuestra capacidad poética, la capacidad de soñar juntos”. 

El Papa sigue pasando la bandeja entre nosotros, es pedigüeño. Pongamos lo que cada uno podemos acercando esas ‘grandes peticiones’ a nuestras posibilidades éticas y cristianas personales que no son pocas. Y, por favor, que nuestras aportaciones sean mayores que los 1, 2 o 5 céntimos de compromiso. Podemos más y somos muchos.


[1] FRANCISCO. Videomensaje a los Movimientos Populares. 16 octubre 2021.

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