Empiezo con una apreciación de Ruth Benedict en su célebre obra “The chrysanthemum and the Sword” donde analiza con frialdad las virtudes y defectos del japonés: Ambos la espada y el crisantemo, son partes de un mismo cuadro. Los japoneses son, en sumo grado y a un mismo tiempo, agresivos y pacíficos, militaristas y amigos del arte, soberbios y corteses, tercos y acomodadizos, sumisos y resentidos, fieles y traidores, valientes y tímidos, conservadores y acogedores fáciles de métodos nuevos. Sufren mucho cuando se preocupan de lo que otros piensan acerca de su conducta, pero se sienten amilanados ante una culpa que los demás ignoran. Sus soldados son disciplinados hasta el extremo, mas también son insubordinados. Estamos ante un pueblo eminentemente contradictorio.
Y acabo con un cuento judío: cuenta Martin Buber sobre el rabino Eisik algo realmente curioso. Aquel rabino un día soñó que había un tesoro debajo de un puente en Praga. Viajó desde Cracovia a Praga, donde fue sorprendido por un guardia mientras excavaba; éste le preguntó sobre lo que estaba buscando. Al escuchar la respuesta del rabino se burló diciendo que él también había tenido un sueño sobre un tesoro que estaba en la casa de un rabino de Cracovia, pero él como hombre razonable no había viajado a Cracovia a comprobarlo. Entonces el rabino dejó de excavar y regresó a su casa, donde encontró el tesoro. Quizás todos llevamos un tesoro en el corazón, pero muchas veces sólo lo descubrimos gracias al encuentro con el extranjero.
Hoy simplemente quiero mostrar estas dos cosas: el reconocimiento de las contradicciones del corazón humano, y la importancia del encuentro con el extranjero.