El nacimiento de Isabel, nuestra segunda hija, ha hecho del Adviento de 2020 un acontecimiento más vivo y real que nunca. Dios ha bendecido el fruto de nuestro amor con una nueva criatura, hecha a su imagen y semejanza, que nos evoca el rostro humano del Amor. Esta Navidad, en el pesebre de nuestro hogar, hay un Niño que inunda todo de alegría y pone el foco en lo realmente importante: el milagro de la Vida. Una existencia llena de potencialidades, en permanente construcción, que supone una obra diaria de orfebrería para hacer realidad “el sueño de Dios”.
Él tiene un plan para cada uno de nosotros, desde el comienzo de la historia, y en nuestras manos está —con la ayuda de la Gracia— que la semilla germine. Isabel, con su reciente bautizo, nos invita a nacer de nuevo con la esperanza puesta en Cristo. Todos podemos despojarnos del “hombre viejo”, como dice el Evangelio, y renacer desde lo más profundo con la llegada de Jesús.
El Señor quiere regalarnos la felicidad que, a diferencia de los “dioses mundanos” (lo prometen todo, pero no dan nada), colma el anhelo de plenitud que habita en todo corazón humano. El camino es exigente, pero precioso y santificador. Al menos, eso es lo que estamos experimentando nosotros, humildes aprendices, de la mano de la Virgen María y de San José. Pegado a Dios, la vida se ve de otra manera, con la paz luminosa que regala la visión sobrenatural (ya dice San Pablo que, para los que aman a Dios, todo es para bien).
Agradecidos por el don de la fe, con la responsabilidad que supone ser cocreadores del proyecto divino, pedimos especialmente por todas los matrimonios y familias. Ojalá sepamos ser la Iglesia doméstica que Jesucristo nos ha confiado, al servicio de Dios y de nuestro hermanos. ¡Feliz 2021!
Teresa y José María
Artículo publicado originalmente en la hoja parroquial de Santa Engracia
