Opinión

Pedro Escartín

Un café con Jesús. Se transfiguró delante de ellos

26 de febrero de 2021

Flash sobre el Evangelio del II domingo de Cuaresma (28/02/2021)

La homilía de este domingo de Cuaresma ha sido muy densa. La escena de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su único hijo (Gen 22, 1-18), es sobrecogedora y Jesús, transfigurado ante aquellos tres discípulos atónitos (Mc 9, 2-10), resulta apabullante. Y como  guinda, les impone silencio mientras bajan del monte. Al llegar al café, las preguntas me quemaban en los labios.

–  Hoy hay tela para más de un café – le he dicho nada más acomodarnos- .

–  Pues empieza, que tenemos poco tiempo…

–  Bueno, además de la escena de Abrahán, me ha sorprendido que no quisieras que Pedro, Santiago y Juan, los tres testigos que llevaste contigo, contasen lo que había pasado en lo alto del monte. ¿Por qué?

Como en otras ocasiones, me ha mirado con paciencia y me ha dicho:

–  Piensa un poco y verás que el silencio era necesario. Además, no debían hablar de ello “hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos”. Y, ¿cómo reaccionaron? Discutiendo qué quería decir con aquello de resucitar de entre los muertos.

–  Es que estaban aturdidos…

–  ¡Y algo despistados! Seguían soñando con un Mesías al estilo de un caudillo victorioso y, al verme transfigurado y hablando con Moisés y Elías, se reafirmaron en sus ambiciones de gloria. ¡Hasta pretendían quedarse allí y estaban dispuestos a hacer tres  chozas…!

–  ¿Qué otra cosa podías esperar después de manifestar tu gloria, aunque fuera tan fugazmente?

–  Por eso les impuse silencio. Todos los que me seguís tenéis que atender a la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado, escuchadlo”; pero también tenéis que soportar el escándalo de verme morir como un malhechor y la sorpresa de verme resucitado para que os transforméis en testigos decididos de “lo que habéis visto”, y sobre todo para que os convenzáis de que el Mesías es el “servidor de todos” y no el caudillo victorioso con el que seguís soñando. Qué despistados andaban ellos por aquellas fechas, pues bajando del monte se preguntaban “qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”. Cuánto les quedaba por aprender…

–  Entonces, ¿montaste la transfiguración como un juego pedagógico, para que aprendamos algo que te parece muy importante o, casi diría, decisivo?

–  Y también para ayudaros a no desfallecer cuando los tiempos son malos. De algo tenía que servirles el recuerdo de la transfiguración cuando pedí a los mismos tres: Pedro, Santiago y Juan, que me ayudasen en Getsemaní a soportar la angustia de lo que se me venía encima.

–  ¡Pues vaya ayuda! En lugar de orar contigo, se durmieron.

–  Así es; pero no se lo reproches demasiado porque todos hacéis lo mismo cada vez que, ante el sufrimiento de mis pobres hermanos más pequeños, miráis hacia otro lado. Deberíais tener el temple de Abrahán para no echaros atrás y seguir confiando en el Padre cuando os pide algo que humanamente os supera. A él le pidió a su único hijo; con dolor, pero con absoluta confianza, estuvo dispuesto a entregárselo, y no se vio defraudado.

–  ¡Cuánta tarea tenemos por delante en esta Cuaresma! – he dicho sin poderme contener- .

–  No lo dudes, pero todo es posible para el que cree – me ha dicho mientras apurábamos el café- .

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