“El ser humano es un sujeto social interdependiente que mejora mucho cuando teje interrelaciones solidarias. La idea aristotélica del hombre como animal social y político que no puede autorrealizarse fuera de la comunidad, muestra que los humanos sólo nos constituimos como sujeto moral dentro de una comunidad cuando se vive desde el ejemplo basado en un discurso ético; ya no es suficiente sólo el discurso”.[1]
Totalmente de acuerdo. Pura verdad lo que afirma Otalora. Y que, sin duda, toda persona de buen corazón (toda persona ‘normal’, sostengo) acepta y rubrica. Solamente el ciego egoísmo no lo puede ver, no lo quiere ver.
Pero nuestro autor, que habla del ‘ser humano’, es decir, de todos, se queda corto frente a esto que nos debe ‘sonar más’ en nuestra cabeza, nuestro corazón y nuestras manos porque es, para nosotros, Palabra de Dios:
“Cada uno dé como le dicte su corazón; no a disgusto ni a la fuerza, pues Dios ama al que da con alegría. Y Dios tiene poder para colmaros de toda clase de dones de modo que, teniendo lo suficiente siempre y en todo, os sobre para toda clase de obras buenas…
Siempre seréis ricos para toda largueza, la cual, por medio de nosotros, suscitará acción de gracias a Dios; porque la realización de este servicio no solo remedia las necesidades de los santos, sino que además redunda en abundante acción de gracias a Dios. Al comprobar el valor de esta prestación, glorificarán a Dios por vuestra profesión de fe en el Evangelio de Cristo y por vuestra generosa comunión con ellos y con todos; finalmente, con so oración por vosotros mostrarán su afecto al ver la gracia sobreabundante que Dios ha derramado sobre vosotros. ¡Gracias sean dadas a Dios por su don inefable! (1 Cor 9,7-8.11-15).
Texto impresionante sobre la solidaridad ‘cristiana’ (centrada por San Pablo, en esta ocasión, en la solidaridad económica). La solidaridad -no hace falta recordarlo- es muchísimo más amplia que la solamente económica. Y no quita nada a la solidaridad ‘humana’, sino que la acepta, la asume, y le da un ‘nuevo’ fundamento: ser solidario es un ‘don inefable de Dios’, un identificarse con Él que nos precede en la solidaridad y más que en la solidaridad. Y lo contrario: el no solidario no camina cerca de Dios, al paso de Dios. De ahí que nuestra solidaridad debe ir cargada de alegría.
La solidaridad para el cristiano es un servicio, no algo momentáneo, pasajero. No es una acción optativa. Es comunión con Aquel que vino a servir y no a ser servido. Es un servicio-entrega permanente, diario. Es hacer lo que Él hizo y actuar como Él actuó. Cada día. La solidaridad es humana y, por tanto, cristiana. La solidaridad es colaborar con los hermanos.
Porque es servicio y don de Dios, la acción de gracias del solidario y del acompañado, o ‘favorecido’, no se queda entre ellos, sino que va dirigida a Dios. Es la grandeza de la fe cristiana. Dios no impone preceptos, sino que adelanta acciones para que nosotros, con su gracia, lo sigamos.
Hay momentos y situaciones en la humanidad, cerca o lejos de nosotros, que piden a gritos nuestra solidaridad, nuestra com-pasión (padecer con) concretada en obras. Entonces, la solidaridad es urgente,[2] impostergable. Solidaridad con las desgracias lejanas que, casi siempre, solo podrá ser económica. Pero debe ser concretada en su vida por toda persona abierta a sus hermanos. Si puede ir más allá de lo puramente económico, deberá ir, deberemos ir.
La solidaridad no se puede mandar, no se puede imponer. Dejaría de ser solidaridad. La solidaridad nace del corazón y, cuanto más sensible es el corazón, mayor es la solidaridad. A más humanidad de corazón, mayor solidaridad. “Enseñaste a tu pueblo que el justo debe ser humano (“compasivo”, traduce LA BIBLIA, de la Casa de la Biblia).” (Sab 12,19). La solidaridad solo puede nacer de y en un corazón ‘humano’.
Y no se puede imponer porque el bien deja de ser bien cuando se hace a la fuerza. Nuestra pequeña solidaridad se multiplica cuando se une a la solidaridad de muchos.
Por otra parte, siempre hay personas en situaciones difíciles, injustas, enquistadas que piden una solidaridad diaria, permanente. No solo ocasional o ‘por fuerza mayor’. La solidaridad o es permanente o no es solidaridad. Un momento de solidaridad puede ser una simple justificación ante la conciencia o una simple emoción pasajera.
«Es tiempo de compasión, es tiempo de solidaridad. Basta ya de odio, basta de divisiones que llevan a la autodestrucción de la humanidad. En el dolor, unámonos, ayudemos a quienes sufren en Turquía y Siria, construyamos la paz y la fraternidad en el mundo« (Francisco. Twitter @Pontifex_es. 9 febrero 2023).
TURQUÍA. SIRIA. POBREZA-HAMBRE-HAMBRE- HAMBRE……. Solidaridad.
[1] Repensar las conductas. GABRIEL Mª OTALORA. Religión Digital – 03.12.2022
[2] Puedes hacerlo en CARITAS (Donativo Turquía y Siria. Ibercaja o Bantierra)