Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Sin sueños, no hay vida

23 de diciembre de 2020

Escuchamos con frecuencia que soñar no sirve de nada. Quien vive de sueños se desentiende de la realidad, del compromiso por un mundo mejor. Que, más bien, vive en las nubes. Que es un idealista infecundo. Porque hay que ser realistas, no soñadores.

Por el contrario, si los seres humanos no hubiéramos tenido sueños, la civilización, la cultura, la técnica, incluso la bondad y la convivencia solidaria y respetuosa, no hubieran avanzado. Incluso el mal permanece en nuestro mundo porque ha habido sueños de poder, de grandeza, de dominio. Sin embargo, porque los sueños buenos viven y actúan, aquí seguimos vivos y avanzando.

Muchas realidades tristes siguen vivas porque no soñamos con su desaparición. La pobreza sigue y aumenta porque no hacemos nuestro el sueño de su desaparición. Y la guerra, el comercio de armas, la riqueza tan mal distribuida, el abuso de los grandes (naciones y personas) con los pequeños, el maltrato (a niños, jóvenes, mujeres, varones, ancianos) … Todo esto permanece porque no soñamos con su desaparición.

Soñar es lo más humano, lo más creativo, lo más necesario. Porque los sueños auténticos nacen de la esperanza, seña de identidad del ser humano. Esperanza que nos lleva a comprometernos por hacer lo posible para que el sueño se vaya haciendo real. Sin esperanza no es posible echar a volar los sueños.

Entregarse a hacer posible un sueño da un sentido total y noble a la propia vida.Por eso, tienen sueños los hombres y mujeres de buena voluntad que se empeñan en ofrecer a otros lo mejor de sí. Y comunican ese sueño para que otros se unan a ellos y el sueño llegue a ser posible más pronto que tarde. Porque los sueños no se realizan individualmente, sino buscando un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de acciones individuales.

Uno de los discursos más importantes, o el más importante según muchos, del siglo XX se pronunció el 28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del Monumento a Lincoln durante la Marcha en Washington por el trabajo y la libertad de los negros. Su título: “Tengo un sueño”. Su autor: el pastor protestante Martin Luther King.“Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que, pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño… Yo tengo el sueño de que un día… los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad… ¡Yo tengo un sueño hoy!… Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres”. Y la situación de las personas de raza negra ha cambiado radicalmente en Estados Unidos, aunque todavía quede mucho camino por recorrer.

Tener un sueño, ser un soñador verdadero, es estar convencido de que “cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. […] Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien”. (Francisco. FT 77)

Y ser consciente de que “es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, […]  Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos, individualmente”. (FT 78).

Pasado mañana celebramos el Nacimiento del Señor. El nacimiento del mayor SOÑADOR de la historia. Para los que creemos en él y para muchos que así lo valoran. Su “sueño” es el “sueño de Dios”, el Reino de Dios. Esa situación de fe y confianza, de amor, de paz, de solidaridad… para todos y en todos. si seguimos soñando hoy, mañana y pasado, iremos experimentando que detrás de cada sueño encontramos a Jesús. Tener sueños es de lo más cristiano porque creemos en el gran Soñador que, hasta de la cruz y de la muerte, convierte su sueño en realidad.

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