Quiero compartir otras dos fabulas de Esopo, para seguir acercándonos al pensamiento simbólico oriental.
“Una cierva a la que le faltaba un ojo pacía a orillas del mar, volviendo su ojo intacto hacia la tierra para observar la llegada de cazadores y dando al mar el lado que carecía del ojo, pues de allí no esperaba ningún peligro.
Pero resulta que una gente navegaba por este lugar, y al ver a la cierva la abatieron con sus dardos. Y la cierva agonizando se dijo para sí: – ¡Pobre de mí! Vigilaba la tierra, que creía llena de peligros, y el mar al que consideraba un refugio me ha sido mucho más funesto».
Esta fábula nos enseña que nunca debemos infravalorar o sobrevalorar las cosas ni a darlas por sentado, sino que debemos analizar todas las opciones y sus aspectos tanto positivos como negativos de forma realista, sin dejarnos sesgar por la subjetividad.
Y acerquémonos a otra fabula más “Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo. Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, solo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente».
Esta fábula de Esopo nos enseña la importancia de no codiciar ni centrarse en obtener o usurpar los bienes o logros de otros, ya que ello nos puede hacer perder lo que sí hemos logrado por nosotros mismos.