Antonio Machado (1875-1939) calificó a su tiempo como un “mundo ruidoso y mudo”[1]. Algo así como una realidad abundante en ruidos y escasa en mensajes, muchos medios y pocos fines, mucha política y poca mística, mucho placer y escaso sentido. Como no conozco en qué fecha Machado describió así a su tiempo, podemos afirmar (por el año de su muerte) como lo más probable, que esta frase haya cumplido ya más de 100 años.
Haya cumplido o no los 100 años, esta afirmación machadiana sigue siendo actual. Seguimos en un tiempo de mucho ruido y poco mensaje. O de mucho ruido y mensajes nada positivos. Se ha dicho que el bien no suele meter ruido. Hay dichos que así lo reflejan: ‘hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece’.
Hay desastres que producen mucho ruido. Los terremotos producen mucho ruido y destrucción. Lamentable, triste; muertes y ruinas en toda su extensión. Marruecos, septiembre 2023. Mucho ruido. Y ningún beneficio. La solidaridad, que generosamente se pone en los ‘zapatos del otro’, no hace ruido, y es ejemplo y escuela que produce frutos. La solidaridad es lo que nos puede enseñar y enseña la respuesta humana y fraterna a la desgracia del otro.
Al ruido de la destrucción se hace frente con la acción callada, generosa, permanente de la solidaridad. La solidaridad construye, reconstruye, anima y crece sin levantar la voz. Si busca medallas, ya hace ruido y deja de ser solidaridad.
La solidaridad no es ruidosa, pero tampoco muda. No es ruidosa, pero tampoco callada. Habla por sí misma, aunque no diga palabra. Habla por sí sola sin pretenderlo ni buscarlo.
La afirmación de D. Antonio no hace referencia a casos particulares, sino a la realidad del mundo en su totalidad. El mundo que hacemos y en el que vivimos. Y ese mundo sí es ruidoso y mudo en gran medida.
Es ruidosa la mentira (política, moral, religiosa, familiar, relacional…) porque, pronto o más tarde, aparece en su ‘esplendor’. La mentira ‘tiene las patas cortas’. ‘No es verdad’, decimos (modo educado y más respetuoso para evitar la ‘palabra’) cuando escuchamos algo que no cuadra con la realidad que percibimos. Ruidosos nuestro mundo y nosotros porque miente o mentimos y mudos al no decir la verdad. Ruidoso para exaltar mis méritos y mudo para reconocer los del otro. Ruidoso para acusar a los demás, mudo para reconocer mis limitaciones, fallos o equivocaciones. Así andamos, más o menos, por supuesto la verdad, a la mentiraexcluyendo a tantísimos que intentan vivir la verdad en sus vidas y aborrecen la mentira.
La ‘salida’ que se intuye en las palabras duras de Machado es que estamos llamados a construir un mundo mucho menos ruidoso y mucho menos mudo. Que la palabra sustituya al ruido. La educación, al insulto. La alabanza, al desprecio. La acogida, al rechazo. La apertura, a la ideología. La verdad, a la mentitra. Porque condenar sin ofrecer o sugerir alternativas es tarea inútil y mata-esperanzas. Y el profundo pensador y poeta Machado no era de los que critican por criticar, ni de los que no ofrecen salidas a lo que censuran o rechazan.
Siempre la persona humana ha necesitado el silencio. Simplemente para ‘ser’. Simplemente para ‘vivir’. Si hay mucho ruido, el silencio desaparece. Si hay mucho ruido, la vida se hace exterior, superficial, indigente de sabiduría.
¿Tú verdad? no, la verdad;
y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
(Antonio Machado)
Somos todos ‘buscadores de la verdad’. Ni en el ruido, ni en el individualismo. Sino en el ‘vamos juntos a buscarla’, ‘ven conmigo’, ‘voy contigo’. Y en el silencio hablante de nuestro interior, de nuestro ser profundo en conexión con la realidad que nos une y en la que vivimos.
Ni ruidosos, ni mudos. Ni solitarios, ni masificados. Ni sometidos, ni dominadores. Ni seguros, ni siempre indecisos.
Sí, vamos juntos a buscarla. La encontraremos unidos, no revueltos. No la encontraremos ni en el ruido ni en la cerrazón a los otros. Sólo si vamos juntos y la buscamos unidos. Ahí aparecerá. Seguro. la que dará sentido a nuestra vida.
[1] Cfr. Felicísimo Martínez Díez. LA SALVACIÓN. (Madrid 2019). Pág. 102.