Opinión

Juan Ramón Royo García

«Quo vadis?» a la aragonesa

2 de noviembre de 2024

Todos los años, en los días de Semana Santa, las cadenas de TV suelen programar películas “de romanos”, entre las que destacan Ben Hur y Quo vadis? La fiesta de Santa Engracia y los protomártires de Zaragoza el próximo día 3 de noviembre ayuda a situar estas películas en su contexto, que nos lleva al siglo XIX, y a pensar también en sus equivalentes aragoneses.

La religiosidad del siglo XIX renovó el interés por los primeros cristianos, las catacumbas y las persecuciones romanas, pues la Iglesia primitiva (y, por extensión, el testimonio martirial de otros siglos) aparecía como un modelo para la de la época, enfrentada a muchos problemas en sus relaciones con los Estados.  No deja de ser significativo que entre los canonizados el 29 de junio de 1867, coincidiendo con las celebraciones por el mil ochocientos aniversario de la muerte de san Pedro y san Pablo, figurasen Pedro Arbués, víctima de los judeoconversos zaragozanos en 1485; los mártires de Gorkum (Holanda), que sufrieron el odio de los herejes calvinistas holandeses (1572), y Josafat Kuncewickz, obispo ucraniano martirizado por los cismáticos ortodoxos en 1623.  

En este ambiente surgió una “novela católica histórico-edificante”, que se  inició  con Chateaubriand y su obra Los mártires o el triunfo de la religión cristiana, repetidamente traducida al español desde 1816 aunque los ejemplos más conocidos sean Fabiola, del futuro cardenal Wiseman (1854, traducida al español en 1857) y Calixta, del beato Juan Enrique Newman (1856), al servicio de la apologética católica en forma de novela, y Quo vadis  del polaco Henryk Sienkiewicz (1896). En esta línea hay que situar las traducciones de las Actas de los mártires, que originalmente publicó el benedictino francés de la Congregación de San Mauro Thierry Ruinart (1657-1709), cuya lectura recomendó precisamente Wiseman en su obra. 

En Aragón, el equivalente a las catacumbas y a los mártires romanos era la cripta de Santa Engracia y las reliquias de los Innumerables Mártires, lugar obligado de las visitas reales y objeto de obsequio para los monarcas españoles (Carlos IV en 1802 y Fernando VII en 1814y 1828). 

La presencia literaria de los primeros cristianos en Aragón se remonta, como es sabido, a la obra del poeta Prudencio. En el siglo XIII Gonzalo de Berceo hace aparecer a san Valero (como obispo de Huesca) y a san Vicente en El martirio de san Lorenzo. En la Edad Moderna el martirio de la santa zaragozana fue representado durante la visita de la emperatriz Isabel de Portugal, camino de Barcelona para encontrarse con Carlos I, en 1533. Del siglo XVIII es la Comedia famosa También Zaragoza es cielo y el martyrio de Santa Engracia, de Francisco Bueno, publicada en Madrid (1741) y Salamanca. Más adelante santa Engracia fue protagonista de tres obras publicadas en Zaragoza entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX:

-Engracia: leyenda dramática histórico-religiosa en cuatro actos y en verso (1881), de Mateo Poza Rodríguez (m. 1888). Su hermano Melchor publicó Mujeres célebres aragonesas (1884), donde incluyó a santa Engracia (pp. 25-32), como años antes Juan de Dios de la Rada y Delgado (1827-1901) hizo en Mugeres célebres de España y Portugal (Barcelona, 1868). 

Engracia: poema histórico religioso (1891) escrita por Manuel Díaz de Arcaya y González de Echávarri (1841-1916) y reeditada en 1921 y 1992. 

Engracia: tradición hispano-romana, de Rafael Pamplona Escudero, con ilustraciones de Luis Palao (1905). Por esta obra recibió el premio de la Biblioteca Patria a la mejor leyenda presentada a su primer concurso.

Engracia, hija de Oteomero, residente en Braccaraugusta (Braga), viaja con una comitiva de dieciocho acompañantes (de los que solo cita por sus nombres a Lupercio y Julia) para desposarse con el general Eudonio. Llega a Cesaraugusta y se  hospeda en casa de Galianos, un rico señor que había sido el arrendador de los impuestos imperiales en Lusitana (donde había conocido a Oteomero), casado con Aurea y que vivían  en una villa extramuros de la ciudad, a orillas del Orba (Huerva). 

El autor describe a la joven rubia, de fino cutis, con ojos azules “como el cielo de España”, labios delgados y sonrosados y pies diminutos. En unos de sus paseos con Lupercio y Julia descubren una reunión de cristianos, donde san Vicente narra el martirio de san Lamberto, los cuales se reunían en una capilla donde veneraba una imagen de la Virgen. La joven es catequizada por su esclava y bautizada por san Valero. Más tarde declara su condición de cristiana en un banquete al que asistían su prometido y Daciano. Es condenada a ser atada a la cola de un caballo y arrastrada por el Coso, sobreviviendo al martirio, por lo que su frente es atravesada por un clavo, a resultas de lo cual muere. Su cuerpo es rescatado por los cristianos y enterrado en presencia de Valero y Vicente.

Los nombres del padre y del prometido de la santa están tomados de la tradición, recogida por fray León Benito Martón pero se aparta de la misma al hacer a san Lupercio no su tío sino un liberto que ejercía como mayordomo o administrador de la joven y llamar a su criada Julia en vez de Suceso. También sitúa el martirio de san Lamberto con anterioridad al de todos los demás, siendo narrado por san Vicente 8al que hace subdiácono en vez de diácono). También difiere de la historia al hacer morir a la santa a raíz de sufrir el tormento del clavo y narrar como fue enterrada en presencia de san Valero y san Vicente, pues la tradición afirmaba que lo había sido por un supuesto obispo san Prudencio y según el poeta de este nombre había sobrevivido a todos sus torturas. También se pueden establecer ciertos paralelismos entre varios personajes y los de Quo vadis?: Engracia-Ligia, Eudonio-Marco Vinicio, Galianos-Aulo Plaucio y Aúrea-Pomponia Grecina.

El sacerdote Eusebio Auría Tenías (1882-1956), beneficiado de la parroquia zaragozana de San Felipe, escribió Perpetua y Felícitas, o los mártires de Cartago (Barcelona, 1911), y otras obras históricas sobre esta época – El año Constantiniano (Zaragoza, 1913) y Los primeros cristianos (Madrid, 1922).  La primera se sitúa dentro de las conmemoraciones del mil seiscientos aniversario del edicto de Milán, de las que se hizo eco el boletín diocesano de Zaragoza de dicho año. 

El escolapio José Beltrán publicó Los inmortales: Cuadros dramáticos (Zaragoza, 1928), de los cuales dos de ellos se refieren a los primeros cristianos:

  • “El Pilar”. dedicado al provincial escolapio de Aragón y Sudamérica Patricio Mozota de la Virgen del Pilar  (pp. 69-78). Aparecen Santiago y los nueve convertidos: Atanasio; Teodoro, que estaba ciego: Tesifón (Tesifonte), su hijo de ocho años; Celio (Cecilio), Segundo, Indalecio, Iscio (Hesiquio), Torcuato y Eufrasio, dos ángeles, un coro de ángeles y otro del pueblo y la voz de la Virgen María.
  • “Los mártires”, dedicado  a Claro Allué Salvador (pp. 79-86), donde aparece una joven Santa Engracia, de diecisiete años; su padre Cornelio; su criado, Suenón de 60 años; san Valero y san Vicente, niños vestidos de ángeles, cristianos; Daciano, ministro del emperador; Cayo Cinejio, procónsul de la ciudad, dos negros (solo habla uno), dos lictores (que no hablan), el soldado Lupérculo y paganos (que no hablan). Se aparta del relato tradicional al situar la acción en el año 301 y al inventarse nombres diferentes a los tradicionales Cornelio y Suenón). Por el contrario, Lupérculo, según fray León Benito Martón en su obra sobre santa Engracia  de 1737, y basándose en autores franceses, fue un soldado martirizado por Daciano.

Mucho más recientes son las obras del jesuita Ramón Cué (Zaragoza, capital del martirio. Evocación en Santa Engracia, Zaragoza, 1979) y de la estadounidense Justine Westhead Journey of the Peregrines (2012), una historia romántica situada en la Zaragoza romana entre los años 275-313, cuyo resumen es este:

El argumento se inicia con la llegada a la Península de un joven arrogante, invitado del gobernador Daciano, que se acaba enamorando de la hermosa Capucinia de Cesaraugusta. Ella, a su vez, es la invitada de un vecino de Daciano y a partir de ahí se generan varios equívocos que envuelven a los principales personajes. Los dos protagonistas, por supuesto, son Valero, obispo de Zaragoza, y su diácono Vicente. Daciano, gobernador de España, desempeña un papel central en varias de las intrigas, pero hay también varios personajes más: el papa Marcelino, los césares Galerio, Constancio Cloro y su hijo Constantino, Diocleciano…y hasta san Jorge. Los cuentos y narraciones de los peregrinos también incluyen numerosos personajes bíblicos y leyendas relacionados con ellos”.

Para saber más:

BARREIRO, Javier: Diccionario de autores aragoneses contemporáneos, 1885-2005, Zaragoza, 2010.

DUARTE, J. Enrique: “Publio Daciano, personaje prototipo de la maldad en el teatro (siglos XVI-XIX)”, Hipogrifo: Revista de Literatura y Cultura del Siglo de Orov. 12, n. 1 (2024), pp. 491-523.

ENCUENTRA ORTEGA, Alfredo P. “Aurelio Prudencio Clemente y los inicios del culto martirial en Caesaraugusta: Análisis de Peristephanon 4”, Salduie: Estudios de prehistoria y arqueología, n.  22 (2022), pp. 52-74.

GARCÍA, Mariano: “Journey of the Peregrines, una novela en inglés ambientada en la Zaragoza romana. La estadounidense Justine Westhead recrea la peripecia vital de los primeros cristianos”, Heraldo de Aragón, domingo 18 de noviembre de 2012, p. 58.

RÍO NOGUERAS, Alberto del: Teatro y entrada triunfal en la Zaragoza del Renacimiento (estudio de la «Representación del martirio de Santa Engracia» de Fernando Basurto en su marco festivo), Zaragoza, 1988.

ROYO GARCÍA, Juan Ramón: “El culto a las reliquias en la Edad Contemporánea”, en ALFARO PÉREZ, Francisco Javier y NAYA FRANCO, Carolina (coords.): Supra Devotionem: Reliquias, cultos y comportamientos colectivos a lo largo de la Historia, Zaragoza, 2019, pp. 278-315 (https://zaguan.unizar.es/record/79657/files/BOOK-2019-034.pdf).

https://www.rae.es/archivo-digital/comedia-famosa-tambien-zaragoza-es-cielo-y-el-martyrio-de-sta-engracia.

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