La paz no se construye a golpe de ideología (ideologización*). Qué lejos quedan aquellos días en los que la mayoría de la ciudadanía nos sentíamos unidos en un mar de aplausos, pendientes de las necesidades de nuestros vecinos más débiles, buscando soluciones o modos para aportar desde nuestras casas, una mascarilla casera, un ingenioso respirador, una pantalla que protegiese a nuestros sanitarios o a los enfermos en los hospitales. Qué lejos están aquellos días, cuando todos andábamos centrados en las soluciones, en buscar salidas, en la solidaridad, centrados en los demás, en lo común.
¿Qué nos ha pasado? ¿A caso la nueva normalidad se parece demasiado, como reza uno de los sketches que circula por internet https://www.facebook.com/photo.php?fbid=950196782122909&set=a.150934042049191&type=3&theater, a la vieja imbecilidad? De pronto aquella armonía, la colaboración mutua, la innovación vecinal, la creatividad y el servicio, se han convertido en reproches, enfrentamientos (ya incluso no sólo verbales), manifestaciones en la calle ignorando las mínimas normas de prudencia. División social que se manifiesta en la calle, en las redes sociales, pero también en los foros de representación política y a través de los medios de comunicación. Posiblemente antes estos dos últimos que en las calle.
Y es que si lo analizamos detenidamente la brecha entre una realidad descrita y la otra, resulta inabarcable. En la primera, la lectura de la realidad, la acción y los sentimientos estaban centrados en las personas, en el bien común, en la necesidad de superar una crisis desde lo práctico, la realidad palpable del sufrimiento. En el segundo caso, la ideología ha ido tiñendo poco a poco los análisis, las reacciones y las soluciones. Preguntemos cuales son los objetivos, a unos u otros que se enfrentan. Los motivos profundos ya no son salvar nuestra sociedad de la profunda crisis que atravesamos, porque entonces seguro que encontraríamos puntos comunes de acuerdo. Seamos honestos y encontraremos las verdaderas respuestas: “hay que acabar con este nefasto gobierno, gobierno dimisión”, “fascistas, a vuestra casa”, etc. ¿Alguien me puede decir algún mensaje alentador, constructivo, solidario, en línea con lo que vivíamos al comienzo de la pandemia?
¿Qué papel nos toca jugar por tanto a los católicos y a los ciudadanos hartos de tanta demagogia, para proyectarnos realmente hacia una nueva realidad (y no una nueva normalidad que se parece mucho a la vieja imbecilidad)? Deberemos evitar caer en las redes de la imposición ideológica tan manida en nuestra sociedad.
Casualmente hoy es el Día Internacional del Personal de Paz de la ONU. Este día brinda la oportunidad de reconocer la valiosa contribución del personal uniformado y civil para la labor de las Naciones Unidas y de rendir homenaje a los más de 3.900 miembros del personal de mantenimiento de la paz que han perdido la vida defendiendo los valores de la Organización desde 1948, incluidos los 102 que fallecieron el año pasado.
Independientemente de que formemos parte o no de este personal de mantenimiento de la Paz de la ONU, como hombres y mujeres de paz, comprometámonos con ella y evitemos alimentar el odio, el enfrentamiento y la violencia en nuestra sociedad. No demos pábulo a noticias falsas, no repliquemos mensajes que alimentan ese odio ideológico, ayudemos a los demás a ver otro punto de vista y sobre todo aportemos una visión, un análisis de la realidad desde el bien común, donde pongamos en el centro a las personas y no una bandera o una idea: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 27-28).
Por otro lado, siempre nos cabe la esperanza de pensar que somos muchos más los que anhelamos la paz que los que se echan en brazos del enfrentamiento ideológico. Por ejemplo Peter Sloterdijk https://amasarrondo.com/peter-sloterdijk-el-regreso-a-la-frivolidad-no-va-a-ser-facil/ (blog de Antonio Mas Arrondo), considera que puesto que la globalización había fortalecido la interconexión de las vidas humanas en el planeta, ahora vamos a necesitar, tras la pandemia, una conciencia compartida de inmunidad y esto sólo se conseguirá con la cooperación. Deberemos superar los primeros atisbos de competición por conseguir la primera vacuna. De hecho muchos de los proyectos que están sobre la mesa son proyectos compartidos por varios países.
Y así, otro factor en el que ha influido la pandemia, según el filósofo, ha sido el concepto de nación y la independencia de los estados nación, en clara retirada. “En el futuro, necesitamos una declaración general de dependencia universal; la idea básica de comunidad”.
Y esto no tiene porqué entrar en conflicto con la existencia de Estados fuertes que protejan los derechos de sus ciudadanos, al contrario: “la necesidad de un Estado fuerte es algo que va acompañar nuestra existencia durante un periodo largo, porque parece que son los únicos disponibles para solucionar problemas”. Pero por el contrario la democracia podría ponerse en riesgo. Por ello, una tarea de la ciudadanía será la del control de los derechos y las libertades democráticas.
Pero Peter Sloterdijk considera que este riesgo no dará pábulo a los movimientos populistas, a pesar del ruido que comienzan a hacer, ya que no son operativos, son ideológicos, y de ninguna manera parecen ser capaces de resolver los problemas de las personas.
Y es que la ideología nunca podrá contra la Paz. A poco que eduquemos nuestra mirada, la ideología siempre quedará desnuda, como en el cuento quedó desnudo el rey, ante la mirada limpia y sincera del niño.
Y la Iglesia no debe olvidar nunca el mensaje de Paz de Jesús de Nazaret: “Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
*Cuando me refiero a ideología en este artículo, me estoy refiriendo al proceso por el cual se aplica el mundo de las ideas a cualquier ámbito del conocimiento o proceso incluso técnico, otorgándole a ésta el carácter de absoluto, tendiendo a explicar cualquier área del comportamiento humano. Esto no niega que la ideología sea buena o necesaria para realizar determinados análisis de la realidad o proyecciones de futuro que ayuden a diseñar determinadas políticas en distintas materias, pero que no deja de ser relativa, en el momento que dichas políticas entran en contacto con la praxis. Por lo tanto, desde mi punto de vista, la ideología, cuando entra en contacto con la praxis, deja de pertenecer al mundo del absoluto, para adentrarse en lo dialógico.