Continuamos en este miércoles de la Octava de Pascua con las apariciones de Jesús. Esta vez, sale al encuentro de los dos discípulos que iban de camino desde Jerusalén a una aldea llamada Emaús. Es una de las escenas más conocidas y evocadoras del Evangelio. Con gran maestría desarrolla San Lucas en su narración un estudio psicológico de los personajes. Los protagonistas pasan progresivamente del desencanto mesiánico a una fe entusiasta en Cristo resucitado.
San Lucas presenta tres claves de lectura del proceso y del encuentro. La Escritura, la Eucaristía y la Comunidad.
- Jesús les explica por el camino todo lo que la Sagrada Escritura dice acerca de Él, empezando por Moisés y siguiendo por los profetas. Es el mismo camino que hace la Iglesia primitiva, como vemos en los discursos del libro de los Hechos de los Apóstoles.
- La Eucaristía es la segunda clave. El Señor sentado a la mesa con los dos discípulos de Emaús, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron al partir el pan. La ‘fracción del pan’ designa la Eucaristía.
- La Comunidad eclesial es la tercera clave. Así lo entendieron los peregrinos de Emaús. “Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros”. Cristo ahora sigue presente en la Comunidad de la Iglesia de una manera nueva, por la fe, que nace de su palabra y de su pan.
El camino de Emaús es una ‘parábola’ de nuestra vida cristiana. El Señor camina con nosotros, se interesa por nuestra vida y nos pregunta por nuestras preocupaciones, por lo que nos pasa en el corazón. ¿Sabemos reconocerlo y descubrirlo en la Escritura, en la Eucaristía y en la Iglesia?