Opinión

Raúl Gavín

Operación Triunfo

5 de febrero de 2018

Resulta sorprendente que un programa de televisión como “Operación Triunfo” sea objeto de portada en espacios de información general, páginas webs de naturaleza política o diarios nacionales generalistas.

Lo cierto es que yo no había visto tal programa pero al observar la invasión informativa relacionada con el mismo, me ha parecido oportuno bucear por estos rotativos para encontrar el motivo de tal impacto mediático.

La conclusión que extraigo tras este sencillo estudio es que todos estos medios se detienen, no tanto en la mayor o menor calidad de las actuaciones de los concursantes sino en el supuesto ejemplo que constituyen este grupo de jóvenes que ha conseguido que podamos visibilizar lo que teóricamente piensa y preocupa a la juventud.

Hasta algunos políticos como Pablo Iglesias, han ensalzado el referido programa afirmando que “este formato ayuda a normalizar situaciones que hoy en día siguen siendo tabú en la televisión de nuestro país y que defienden valores que todos tendríamos que amparar, como son los propios de la ideología LGTB y el amor libre”. Ha confesado que, “por suerte o por desgracia, hoy en día es más importante ‘OT’ que los Telediarios, ya que parece que salen más a la palestra los temas que realmente preocupan a la población, cosa que no pasa la gran mayoría de las veces en los informativos”.

Me temo que Pablo Iglesias tiene razón porque el hombre es un ser mimético y, por tanto, si de lo que se trata es de normalizar ciertas ideas o tendencias de pensamiento, resulta mucho más eficaz para replicar ciertas conductas un programa fresco, de corte emocional o apasionado como OT, antes que espacios informativos como puede ser el Telediario.

Ciertamente, el hombre tiende a repetir o a dar por virtuosas la mayoría de conductas que son presentadas en televisión. Y más aún cuando se trata de programas, aparentemente amables e inocuos, como “OT” que, sin embargo, esconden tras de sí una visión del hombre ideologizada, sesgada y chata. Por no hablar de ciertas series, supuestamente familiares, cuyos protagonistas, por ser encantadores, parece deducirse que sus conductas igualmente lo son.

No somos conscientes pero este momento es historia de la televisión pública”, escribía un usuario en Twitter después de que Marina se besara con su novio transexual delante de los más de dos millones de espectadores que seguían la gala de “OT”.

¿Estoy exagerando? ¿Es para tanto? ¿Veo peligros donde no los hay? Lo cierto es que, afortunadamente, somos muchos los que pensamos así.

Leí hace algunos meses la conocida novela de Robert Hugh Benson titulada “El Señor del Mundo” porque el propio Papa Francisco se había referido a ella en numerosas ocasiones y había recomendado su lectura como modelo para comprender la crisis actual.

En dicha novela se narra la llegada de un falso humanismo mundial de apariencia pacífica aderezado de ciertos valores éticos en cuyo nombre se pretendían imponer unos valores contrarios a la ley natural.

De igual forma viene sucediendo en los últimos años. Nos han hecho pensar que se está iniciando un nuevo orden mundial sin necesidad de ideologías políticas, ni antropologías, filosofías o teologías. Una nueva cultura cuya ideología única será la ideología de género.

El Papa Francisco hace algunos meses pronunció un importante discurso ante los miembros de la Academia Pontificia para la Vida en el que afirmaba que la alianza “entre hombre y mujer está llamada a tomar las riendas de la dirección de la sociedad entera” sobre todo en un momento en el que hay que “contrastar las interpretaciones negativas de la diferencia sexual” de aquel que “quiere cancelar tal diferencia”.

El matrimonio y la familia son los únicos baluartes que pueden resistir al «Señor del Mundo» de cara a poder controlar a su capricho la misma humanidad. ¡Velemos! ¡Estemos alerta! ¡Prevengamos a nuestros hijos! Y que esta “operación” del maligno no sea una “Operación Triunfo”.

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