Opinión

Francisco Yagüe

Nuevos horizontes en el mundo del trabajo

28 de marzo de 2018

Acabado el año 2017, podríamos hacer un primer balance provisional de los resultados alcanzados por las actividades del Programa de Inserción Laboral de la Fundación por la Inclusión Social de Cáritas Zaragoza.

El número de personas inscritas en la Agencia de Colocación a lo largo del año pasado han sido 881. Se estableció contacto con 821 personas y se realizaron 272 entrevistas por competencias. De éstas, 59 personas participaron en los Grupos Laborales Previos y 142 en la Búsqueda Activa de Empleo.

Finalmente, gracias a todas estas acciones, 99 personas encontraron trabajo y lograron insertarse laboralmente en distinto grado, en función del tipo de contrato que consiguieron. Esto supone que el 49 % de las personas que han participado en actividades de mejora de sus competencias o de búsqueda activa de empleo han encontrado trabajo.

Aunque a priori no podemos extraer de estos datos conclusiones sobre las tendencias del mercado laboral y sus consecuencias para la inserción de los desempleados, sí que la experiencia y el contacto día a día con las personas, las propias empresas y los recursos de empleo, nos permiten ofrecer una aproximación al respecto. Aparentemente las cifras, en un primer análisis, pueden parecer positivas, pero si hacemos un análisis más profundo, la realidad se torna más compleja y confusa.

Una primera constatación que apreciamos es que del total de inscritos, un porcentaje muy alto no llega ni siquiera a hacer la entrevista por competencias. Por distintas circunstancias, nos encontramos en este momento con un índice importante de desempleados que no está preparado para búsqueda activa de empleo y, por lo tanto, para acceder al mundo laboral. Es decir que un buen porcentaje de desempleados requiere una intervención desde una perspectiva socioeducativa, antes que desde la inserción laboral.

Otra segunda constatación es que sí que se está moviendo el empleo, tal como evidencian los datos de los servicios públicos de empleo. En la propia agencia de colocación de la Fundación por la Inclusión Social de Cáritas Zaragoza, así lo estamos viendo también durante el último año.

Sin embargo, estos empleos son de corta duración, muchos de ellos a tiempo parcial y con salarios muy limitados. Esto supone que el empleo no es garantía de inclusión o garantía para resolver la pobreza, aunque se tenga, puesto que las personas que lo obtienen no alcanzan la estabilidad deseada. Su vida sigue programándose en la precariedad y cualquier imprevisto provoca de nuevo la inestabilidad.

Este tipo de empleo está poniendo en evidencia que el empleo que se crea no es el empleo productivo estructural de las empresas, sino que se trata de empleo subsidiario, normalmente de carácter temporal y de baja cualificación, o empleo vinculado al sector servicios cuya fortaleza depende de la buena o mala salud de la economía de cada momento. Esto tiene que ver con la consolidación de la nueva realidad del “precariado” (término acuñado por Guy Standing).

La tercera constatación es que nos encontramos con un colectivo que queriendo trabajar y estando preparado, no encuentra, ni encontrará empleo, por haber quedado desfasado laboralmente y porque el mercado laboral será incapaz de absorber a toda la población activa disponible. Personas normalmente mayores de 45 años o de media y baja cualificación, pero con un nivel de empleabilidad aceptable.

Esta realidad tiene mucho que ver con la cuarta revolución industrial. Las empresas han entrado en un proceso de reconversión, basada en la última generación informática. Esto supone la reorganización de los procesos productivos y, por lo tanto, la reestructuración también de la mano de obra necesaria para los mismos.

La robotización y la automatización están suponiendo y supondrán perder puestos de trabajo y supondrán una alta cualificación para los trabajadores que queden en activo. Esta reconversión hará que todavía  queden fuera del mercado laboral más personas que no están accediendo en este momento. Pero además, a ellos se sumarán todas aquellos trabajadores de cualificación media que no sean capaces de reconvertirse.

Esta realidad está poniendo en evidencia la necesidad de reinventar y recrear los mecanismos de integración social al margen del trabajo remunerado, ya que el empleo ha dejado de ser la única vía de inclusión en nuestra sociedad. Para ello sería necesario legislar nuevas figuras que nada tienen que ver con lo conocido hasta ahora. Y siempre teniendo en cuenta dos perspectivas fundamentales: la garantía de rentas en las que entrarían en juego los salarios, las prestaciones económicas por desempleo, subsidios o renta básica, entre otras; y los mecanismos de integración en los que deberían tenerse en cuenta el empleo, la formación, el voluntariado, y otros nuevos como la ocupación, trabajos en beneficio de la comunidad, … se trataría de organizar un nuevo sistema de participación e integración para toda aquella ciudadanía que quede al margen del trabajo remunerado, vinculados o no a prestaciones económicas según el sistema que se estableciese.

Además, estas ocupaciones y trabajos de carácter comunitario para los cuales sí que estamos preparados y cualificados la mayoría de las personas, tienen que ver con el cuidado de la vida, de nuestro entorno, de la naturaleza, con el arte, la cultura, el deporte, en definitiva, con el cuidado de la casa común.

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