Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Nuestro viejo joven planeta

5 de julio de 2023

            “Por suerte, y supongo que, en compensación, son muchos más aquellos que no tienen la belleza de Helena de Troya, tampoco el talento de Praxiteles, ni los millones de Creso y, sin embargo, con su tesón, su afán, su entusiasmo y, sobre todo, su bondad son los que realmente hacen girar este viejo planeta nuestro tan lleno de contradicciones”[1].

Por un lado: belleza, talento, millones. Según nuestra autora, los que tienen estas características, son muchos menos que los segundos. Pero han sido agraciados por la belleza y el talento y han conseguido millones. Sí, también la belleza humana exterior, bien explotada, produce millones.  Aunque tenga, a veces, que autodegradarse o ser impulsada a hacerlo.

Por otro lado: tesón, afán, entusiasmo. Por encima de todo: bondad. Estos, sobre todo los de la bondad, no conseguirán -ni lo pretenden- millones en dinero. Millones de otras cosas, podrán llegar a tener muchos. Y también rechazo y, quizás, hasta calumnias.

Pero son los que realmente hacen girar este viejo planeta nuestro tan lleno de contradicciones. La bondad hace que ‘el mundo gire’ por muchas contradicciones que veamos y experimentemos. Porque el bien domina sobre el mal. Si fuera al contrario, nuestro mundo habría terminado probablemente su recorrido.

No lo dice así de claro nuestra autora, pero se supone: el bien abunda más que el mal. Por eso el mundo sigue girando. Es verdad que muchos se empeñan, por enriquecerse o por superficialidad, en maltratar nuestro mundo, la naturaleza, nuestra Casa Común.

Nuestro planeta tiene muchos siglos y siglos de existencia. Pero tiene un enemigo que todavía no ha conseguido destruirlo, aunque parece empeñado en hacerlo. No son las catástrofes naturales las que destruyen el mundo, aunque provoquen mucho dolor y muerte. Crean una nueva situación o los seres humanos las encauzamos o superamos.

El verdadero enemigo de nuestra Casa Común es ese mismo ser humano que reacciona ante las catástrofes naturales, pero sigue impasible degradándola con sus hábitos de vida, cada vez más consumistas y depredadores.

Nuestro viejo mundo -más que viejo, con larga vida- necesita bondad y respeto por parte de ese enemigo que puede hacerle mucho daño. Menos mal: parece, se ve, que crece el número de los defensores de la naturaleza. Tienen sus exageraciones -o nos lo parece-, pero ¿quién no participa en su vida de contradicciones y fallos en aquello que quiere conseguir porque es bueno para todos?

Nos queda, pues, una clara y decidida opción a todos, a todos… Defender, respetar, AMAR la naturaleza. Y hay que empezar por uno mismo. O mejor, si no lo hemos hecho ya, unirnos a todos los que defienden nuestra Casa Común con lucidez, entrega y sacrificio.

De lo contrario, se hará realidad, y más pronto que tarde, esa reflexión que hemos de repetir, guardar y extender, porque es clara como un día pletórico de sol y de luz.

“DIOS PERDONA SIEMPRE; EL HOMBRE, A VECES; LA NATURALEZA, NUNCA”.

Colaboremos para que no se cumpla NUNCA, NUNCA, NUNCA más esta afirmación que ya se ha hecho realidad tantas veces. Para que nuestro ‘viejo’ planeta se vaya rejuveneciendo, purificando por la vida y obras de quienes lo hemos recibido gratis como casa de todos y para todos. Los que ahora habitamos este planeta, esta Casa Común, tenemos la obligación de dejar habitable esta Casa para los que van a venir a habitarla después de nosotros. No solo habitable, sino mejor.

Esta Casa Común la hemos recibido gratis y prestada. No es de los que hoy la habitamos. Como buenos padres, debemos dejar la mejor herencia a nuestros hijos. Y esa herencia es una naturaleza querida, cuidada, bella.

Y si “Él no está lejos de ninguno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,29), cuidando al mundo, cuidamos también a Dios.


[1] CARMEN POSADAS. La belleza y sus paradojas. XLSemanal. Nª 1862. 2-8 julio 2023. Pág. 41.

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