Apenas empezada la transición, allá al final de los años setenta, un diputado amigo me dijo que ningún partido político colmaría las expectativas de las personas. ¡Que gran verdad! Con el tiempo y mis ocupaciones he aprendido a ser un poco crítica.
Un tiempo me pareció que el partido político al que votaba era el mejor. Creía en la buena fe de todos. Hoy me han demostrado que cada uno va por sus intereses personales a través de los del partido.
Me han demostrado que cuando están en la oposición lo harían todo muy bien y en beneficio de los ciudadanos y cuando llegan al poder hacen precisamente lo que tanto han criticado.
Lo podemos comprobar claramente en lo que estamos viviendo ahora, contrastándolo con lo que sucedió hace tres años: el PP fue el partido más votado, pero le faltaban unos pocos votos para gobernar. Se repitieron las elecciones (como ahora se va a hacer), y salió prácticamente lo mismo. Todos recordamos el no es no del Sr. Sánchez y su dimisión como diputado por no abstenerse cuando su partido decidió hacerlo. Y hoy piden “responsabilidad por el bien de los ciudadanos”.
Con esto no defiendo al PP porque me han demostrado que hacen lo mismo que todos. Pero lo que sí me admira es que haya personas que no se den cuenta de esto y defiendan a pies juntillas las actuaciones de su líder. Conozco una persona a la que aprecio mucho que, aunque sabía de su militancia política, no podía creer lo que decía en una carta que colgó en Facebook defendiendo a su líder, incluso tergiversando algunos hechos. ¿Le falta a mi amigo sentido crítico? Yo creo que sí, visto lo visto.
Y aquí vuelve lo del diputado amigo del que he escrito al principio, o sea, que ningún partido colmará plenamente lo que se espera de él. Siendo honestos hay que decir que todos tienen bondades a las que probablemente nos podemos adherir, pero también algo que no nos convence. Ahí está el dilema a la hora de votar. Y lo haremos según que lo bueno sea más que lo menos bueno, según el criterio de cada uno. Lo que no entiendo es esa defensa a ultranza de las ideologías, tanto que solo se vea lo bueno.
Y ahora ¿Qué pasará? ¿Votaremos lo mismo que votamos en abril? Muchos seguramente sí. Otros puede que cambien de opinión. Lo que sí se intuye es que habrá una gran abstención. Los ciudadanos estamos hartos de que se nos tome tanto el pelo. Solo nos necesitan a la hora de votar. Porque a la hora de conseguir beneficios que mejoren la vida de las personas, se queda mucho en las arcas de unos pocos, que son los que pueden gozar de las ventajas que proporciona el poder y el Don Dinero.
Falta dinero para políticas que defiendan los intereses de los más débiles ¡Y hay muchos en España! De apoyo a las familias, a las mujeres maltratadas, a los niños abandonados, a los parados de larga duración… Y falta también mucho para alcanzar el famoso 0,7 de ayuda al desarrollo a los países empobrecidos.
Pero no falta para los sueldos sustanciosos de políticos, asesores y demás. Una vez un político dijo que eso era “el chocolate del loro”. Yo creo que es algo más. Seguramente se podrían paliar muchas injusticias con ese “poco”. Estoy convencida. Pero ¿Se conseguirá?