En España, los migrantes aportan el 10% de los ingresos a la Seguridad Social.
Pero el 50% de la población española piensa que reciben más de lo que tributan.
Este dato es del VIII informe FOESSA, promovido por Cáritas Española y presentado en Madrid el 12 de junio pasado. Realizado por 130 investigadores de 30 universidades españolas por medio de 11.655 encuestas en las 17 comunidades autónomas.
Hay 8 millones y medio de excluidos en España. Un 18,4% de la población: un 1 millón doscientos mil más que en 2007. Otro de los muchos datos impactantes que “ponen el dedo en las llagas que disgusta mirar”.[1]
No roban empleos ni lastran la economía: así contribuyen los migrantes al desarrollo de Europa.
Barreras legales y falsos mitos impiden que los países de acogida aprovechen el potencial de la inmigración, alerta el proyecto Casa Común de Cáritas Belga sobre la relación entre migraciones y desarrollo en 11 países europeos.[2]
Echo mano de estos informes porque me ha llamado la atención el que Cáritas española y Cáritas belga coincidan en datos, diagnóstico y criterios.
Recordemos algunos datos del proyecto Casa Común de Cáritas belga.
Primer dato: No hay estudios que avalen que los inmigrantes roban puestos de trabajo a los lugareños en las sociedades de acogida, ni que los países europeos están sufriendo una invasión. Aún así, algunas personas siguen convencidas de lo contrario.
La serie de estudios muestra que los migrantes desempeñan un papel central en las actividades económicas tanto de los países de origen como los de acogida, además de enriquecer los ámbitos políticos, sociales y culturales de la sociedad. En Austria, por ejemplo, su contribución a la seguridad social supera con creces lo que reciben en ayudas, mientras que su presencia en el mercado de trabajo alemán compensa el envejecimiento de la población.
Aunque tengan un impacto positivo, algunas personas seguirán pensando que no es así. Por ejemplo: El 44% de los belgas que contestaron a la última Encuesta social europea sostiene que la migración afecta de manera negativa la economía. Pero la realidad es otra.
El informe desmiente el falso mito según el cual los inmigrantes roban puestos de trabajo a los nativos. Esta convicción se basa en la idea de que el número total de empleos en una economía nacional sea limitado y que la llegada de migrantes obligue a los trabajadores a competir. En primer lugar, este pensamiento no toma en cuenta el efecto de la inmigración en la demanda de trabajadores, ni que, como consumidores, los migrantes crean demanda de bienes y servicios en el país de destino y, por lo tanto, también de mano de obra, lo que conduce a la creación de empleos.
Otro de los grandes beneficios de la migración, según el estudio, consiste en la circulación de información sobre los sistemas de mercado de los países de origen y de residencia, algo que favorece el comercio bilateral.
Uno de los falsos mitos más recurrentes sobre migración tiene que ver con el impacto fiscal. En Bélgica, en 2013, los migrantes contribuyeron a alrededor del 0,8% del producto interior bruto, pero cerca de la mitad (48%) de la población encuestada en el sondeo europeo cree que los migrantes afectan de manera negativa las finanzas públicas.
Esta visión errónea se basa en que los migrantes son más golpeados por el desempleo y presentan una tasa de nacimientos mayor que los belgas. Esto lleva a algunos a creer que los migrantes son los mayores beneficiarios de la asistencia social, las prestaciones por desempleo y las familiares. Y es cierto. Sin embargo, están casi sin presencia en las dos categorías más importantes de gasto gubernamental: las pensiones públicas y los beneficios por discapacidad. Los autores lo vinculan con el hecho de que los inmigrantes en Bélgica son mucho más jóvenes que los nacionales.
Los movimientos de población benefician también a los países de origen. En 2017, las remesas globales hacia las regiones menos adelantadas ascendieron a 466.000 millones de dólares, una cifra que triplica la Ayuda Oficial al Desarrollo. Y si los migrantes son a veces personas más calificadas, esto se traduce también en mayores remesas hacia el país de origen. Además, en el extranjero adquieren ulteriores competencias con las que contribuir al desarrollo de su país si deciden regresar.
Para que las sociedades de acogida se beneficien del potencial de la inmigración, concluye el informe, hay que derribar obstáculos como la falta de caminos legales y seguros para alcanzar a los países europeos y asegurar el acceso de los migrantes a una vivienda digna y el respeto de todos los derechos sociales, así como acabar con la discriminación.
El 10% de los belgas cree que los migrantes representan más de la mitad de la población del país, cuando en realidad en 2017 rondaban el 16%. El lenguaje escogido por los medios de comunicación y de algunos políticos para abordar este fenómeno es una de las múltiples causas que contribuyen a originar una visión mal formada de la realidad, señalan los autores.
“La integración es un proceso dual que requiere esfuerzos tanto por parte del migrante como de la sociedad de acogida. Sin embargo, hay una minoría de la opinión pública a la que no podemos llegar», sostienen los autores del Informe Casa Común. Se trata de personas que se dejan guiar por los prejuicios y no van a cambiar de idea incluso si leen datos que demuestran una realidad distinta. “Incluso con datos a la mano, si han tenido una experiencia negativa, van a generalizar. Lo que parece funcionar en estos casos es generar otra experiencia positiva. Si establecieran un contacto más directo con los migrantes y escucharan sus historias, muchas de estas ideas desaparecerían”. La escuela representa un óptimo terreno para fomentar estos encuentros.
Pero no es cuestión de acoger porque nos benefician, sino porque son personas que buscan dignidad y trabajo.
[1] Ver: VIDA NUEVA. N° 3134. 15-21 junio 2019
[2] Ver: Tiziana Trotta. EL PAÍS. Bruselas 1 julio 2019.