Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

No es por molestar

18 de agosto de 2021
“La crisis del Covid parece única porque afecta a la mayoría de la humanidad. pero es especial solo por su visibilidad. Existen miles de otras crisis igual de terribles, pero son tan lejanas a algunos de nosotros que podemos actuar como si no existieran. Pensemos, por ejemplo, en las guerras… la producción y el tráfico de armas… los cientos de miles de refugiados… la pobreza, el hambre y las faltas de oportunidad; el cambio climático” (Francisco, SOÑEMOS JUNTOS. Madrid 2020, pág. 5)

No es por incordiar y molestar inútilmente, ni por aguar las fiestas, no.

Es justamente con otra finalidad muy distinta y sanante: animar a ser sabios y justos, nada más ni nada menos.

Pero, en estos días de fiestas-no fiestas, pero fiestas, sucedían y siguen sucediendo hechos verdaderamente tristes y destructores. Y pensaba en algunos de ellos a la vez que intentaba eludir el calor que nos atacaba.

Haití, nuevo terremoto con muertos y destrucción en el país más pobre de América. Amenazado ahora con lluvias torrenciales devastadoras.

Afganistán, sometimiento de nuevo al sistema político-religioso más fundamentalista del mundo, los talibanes. Negación absoluta de la mujer.

Incendios devastadores que matan personas, naturaleza, destruyen viviendas y medios de subsistencia en el campo y en la industria. Muchos, provocados con plena conciencia del mal.

Más emigrantes que siguen muriendo en el mar porque buscan una vida digna y porque son almacenados en pateras por el salvaje comercio de mafias.

Niños devueltos a su país, Marruecos, del que emigraron voluntariamente o engañados. Repatriados  sin las suficientes garantías legales, según afirma el Defensor del Pueblo, la ONU y la Justicia española.

Vacunas que no llegan (¿tiene algo de raro en este sistema neoliberal?) a los países más empobrecidos y a los más pobres entre los empobrecidos.

Fiestas (casi todas ellas de origen cristiano) celebradas en los templos con todas las restricciones necesarias y mandadas, pero desbordadas zafiamente en celebraciones callejeras u ocultas sin ninguna protección y con falta absoluta de responsabilidad humana y ciudadana.

……………………..

Y en estos pensamientos estaba cuando me llegó un WhatsApp de los que merecen la pena y que, por tanto, he compartido. En él, entre otras reflexiones, se colaban éstas.

Hace falta mucha soledad y mucho silencio para llegar a ser sabio y justo

Ser sencillo es lo que te hace grande.

No podemos cambiar las actitudes de los demás (yo creo que algo, sí. Con seguridad), pero podemos elegir no dejarnos afectar por ellas

                La primera reflexión me parece genial. Y escuchada y leída muchas veces. Algo es algo. Relaciona cuatro bellas realidades: soledad-silencio y sabio-justo, que se sostienen mutuamente. Necesitamos mucha soledad ‘sonora’, habitada por lo que nos rodea, y mucho silencio que nos hable interiormente para poder actuar de otra manera. Nos sobra, eso sí, toda soledad impuesta y todo silencio obligado.

                La fiesta (que necesitamos, ahora con moderación responsable), los ruidos, el sálvese quien pueda, las juergas desbordadas de jóvenes y no tan jóvenes, las borracheras, las agresiones a todo el que nos pida responsabilidad y cumplimiento de normas necesarias… no engendran ‘sabios y justos’. Sabios con nosotros mismos para una vida digna, serena, con sentido, ejerciendo responsabilidad, penetrando en lo que ciertamente nos convierte en humanos. Justos con los demás, respetando derechos y cumpliendo deberes para vivir solidaria y fraternalmente. Una justicia que va mucho más allá de lo mínimo que nos marcan las leyes para no delinquir o nos castiguen.

                Ser sabios y justos nos hace sencillos. Ni somos más que nadie, ni tenemos más derechos y libertades. Así no andaremos pidiendo derechos para nuestro egoísmo y olvidando deberes solidarios.

                Llegar a ser sabios, justos, sencillos, trabajados en la soledad y en el silencio que hablan a nuestra conciencia humana. Si nos examinamos con nobleza y sinceridad no solo podemos elegir no dejarnos afectar por las actitudes de los demás, sino fortalecer nuestra personalidad con decisiones sabias, justas y sencillas que nos transformen en personas auténticamente libres y solidarias.

No es por molestar, no. Es por animar y animarnos un poco, todo lo que podamos. Con fundamento, eso sí. Que principalmente se encuentra en la soledad y el silencio fecundos.

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