Opinión

José Luis Lázaro

Misión «inesperada»

13 de noviembre de 2019

El pasado 26 de Septiembre regresaba a Zimbabue, después de un tiempo de vacaciones en España con las «pilas cargadas» y dispuesto a retomar el trabajo pastoral centrado, en Octubre, en el Mes Extraordinario Misionero con el lema <Bautizados y Enviados>. Pronto me di cuenta, nada más abandonar el aeropuerto de Bulawayo y encender el móvil, que la situación del país –lejos de mejorar, había empeorado- en este tiempo en el que había permanecido fuera, descansando. Los precios se habían multiplicado por tres; las redes telefónicas estaban dando un servicio pésimo, los cortes de agua y luz en las ciudades estaban cambiando el modo de producción y trabajo, ahora el horario laboral pasaba a ser nocturno, pues durante el día apenas se podía disfrutar de una o dos horas de electricidad; la imagen de la «España vaciada» se hacía presente en mi mente cuando empecé a visitar familias y comencé a descubrir la cantidad de personas conocidas que habían tomado un viejo autobús rural en dirección a la gran ciudad, a Sudáfrica o a Botsuana.

Este fue «el aterrizaje» que tuve, nada más volver a mi querido Zimbabue. En seguida, surgió en mi interior, ¿cómo vivir ahora la misión que nos está pidiendo la Iglesia? ¿Cómo ser misioneros en un mundo rural «condenado» ante el avance inexorable de la globalización? 

Tras unos días de duda, adaptación y vuelta a la lectura del Evangelio; el 4 de Octubre, fiesta de San Francisco de Asís, después de rezar con la oración «Haz de mí un instrumento de paz», decidí ir a visitar algunas familias para alentar su ánimo y fortalecer la fe de quienes permanecían creyendo «contra toda esperanza»…La ruta elegida, eran algunos hogares que vivían en comunidades cercanas a la misión, a unos 14 km de distancia. Al llegar a Ntuthuko, la primera de las visitas que tenía programadas en mi agenda, descubrí que la señora a la que pensaba visitar no se encontraba presente, por lo que decidí continuar con el plan trazado y cuando me disponía a encender el motor del Toyota, sorpresa!! La batería no arrancaba…La única alternativa era volver a la misión y encontrar otro vehículo que pudiera llegar hasta donde estaba el coche y poder recargar la batería. Nadie alrededor. Ningún tipo de conexión telefónica. Así, que me dispuse a retroceder el camino recorrido, caminando la distancia que antes había realizado (12 km) -cómodamente- en mi vehículo 4 x 4. 

Recuerdo que sentí «la llamada de atención del Señor» con un cierto humor y alegría, pues había confiado la misión solamente a «mis planes y proyectos», olvidándome que el único protagonista de la Misión es el Espíritu Santo. En el camino, en medio del bosque y con un calor agobiante, la sorpresa fue el denominador común en cada encuentro con: pastores, niños y mujeres embarazadas volviendo de la Clínica…Sentí que la Misión es más auténtica y verdadera: cuando se lleva a cabo al mismo nivel con la gente con la que se convive –quizás abusamos de los medios para llegar a cabo la Misión y nos olvidamos de sus destinatarios- y cuando el misionero es capaz de abajarse y hacerse uno más en la pobreza, la humildad y en las dificultades del día a día. Las sonrisas arrancadas de mi gente, tras el encuentro con el padre caminando, fueron un aldabonazo espiritual difícil de explicar con palabras.

Me gustaría concluir esta comunicación con unas palabras del Papa Francisco que he estado meditando cada día, durante este mes de Octubre: «Ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza. Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona. Quisiera señalar tres sencillas actitudes: mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría».

Nos seguimos encontrando en el camino de la Misión y de la Vida!!

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