Opinión

Isabel Escartín

La prisión permanente revisable

16 de febrero de 2018

Siempre con respeto infinito, dolor y preocupación por las víctimas, la prisión permanente revisable nos suscita a algunas personas una inquietud muy profunda ya desde que se estableció en el 2015. Y no hablamos desde tendencias políticas, sino mirando a través del Evangelio: de la curación del leproso, de la acogida de Mateo, de la mujer prostituta… en cada página Jesús habla de recuperación de las personas.

Es muy doloroso tener por nuestras calles personas que pueden agredirnos; duelen los niños, mujeres y hombres víctimas, pero ¿es el único camino quitar de en medio a estas personas que nos agreden y encerrarles de por vida? ¿no hemos entrado de lleno en “la cultura del descarte” de aquellos hermanos que molestan nuestra seguridad y confort?

¿Tenemos derecho a convertirles en material desechable?

Pienso en toda una vida sin horizonte, sin futuro, sin amigos ni familia a quien abrazar, sin vida, sin ilusión por mejorar porque no va a servirles de nada: podemos apoyar esto?

Yo creo en el hombre imagen de Dios, creo en el cambio. En el cambio con ayuda.

Con ayuda: si un preso en España nos cuesta 28.000 euros/año, y es real, quizás  podríamos invertir ese dinero en trabajar por él y con él, en sanar su enfermedad, su insuficiencia o su error.

El artículo 25 punto 2 de la Constitución española dice que la prisión debe reinsertar a las personas privadas de libertad, pero el no tener un futuro por delante o tenerlo muy lejano, 25, 35 años, puede desmotivar y/o conducir a una simple supervivencia o al suicidio.

“Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados” El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria.”

Igual es posible acompañarle en salida en libertad, darle alternativas, ofrecerle nuevos horizontes que nada tengan que ver con su pasado a veces tan duro y falto de habilidades sociales, económicas y relacionales y con falta de salud socio-mental.

Es difícil volver a empezar después de varios años de cárcel, pero SE PUEDE y lo vemos a diario: solo necesitan una mano amiga, alguien a quien acudir que le diga: tú puedes, adelante! estoy a tu lado.

Igual tenemos que revisar nuestra solidaridad, tolerancia y amor, volver los ojos al Evangelio de Jesucristo y descartar el miedo, el rencor, el odio y egoísmo. Igual tenemos que mirar a nuestras insuficiencias antes que al pecado de los otros.

“MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIOS” Oseas 6, 6 y Mateo 9, 9-13

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