Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Mirar a otro lado

14 de diciembre de 2022

Cuando algo no nos interesa, pasamos de largo o miramos hacia otro lado. Es lo normal. Lo hacemos todos cuando no tiene ningún valor para nosotros lo que está ahí o lo que sucede.

Es Navidad o va a ser Navidad. Mucha ‘gente’ (nombre no despreciativo, sino descriptivo) ya no sabe -me dicen- que Navidad viene de y significa Na-ti-vidad, Nacimiento. Y un nacimiento muy concreto: aniversario del nacimiento de un tal Jesús de Nazareth.

Y me dicen también que el ‘ambiente’ (descripción, no juicio) mira para otro lado. El lado del gasto (aunque estemos en crisis y con precios que crecen y crecen), el lado de comidas y juergas (las comidas familiares, alegres y discretas no entran en ‘ese’ lado), el lado de los regalos (no los que nacen del cariño o agradecimiento), el lado de lo postizo o superficial (hay que estar ‘alegre’ porque es Navidad) …

Jesús no es recibido y celebrado porque los ojos de muchos seres humanos (de los que ‘saben’ que viene, que nace) miran para otro lado.

La Navidad vuelve a interrogarnos sobre nuestra disposición a acoger al Señor en el aquí y ahora de la historia y de nuestra vida. Porque quizás comenzamos a mirar para otro lado, cuando descubrimos o no queremos descubrir que Dios ES la fragilidad, debilidad e impotencia de un niño. Que, como he leído, la Palabra de Dios, Jesús, no tiene voz sino el llanto de un niño.

Tal es la realidad de la entrada de Dios en la historia: hacerse hombre como los demás, comenzando, como todos, siendo un niño, un bebé. Y eso es tan ‘siempre nuevo` que seguimos -sí, seguimos tú y yo- mirando para otro lado porque quizás tendríamos que cambiar nuestro modo de vivir. Pero no me voy a lamentar por ello (no sirve de nada), sino que me voy a invitar a mirar hacia ‘el’ otro lado, el bueno.

Que no es, precisamente, el que aparece en muchas cartas ‘escritas por Jesús de Nazareth’ en internet o en whatsapp. Son cartas que transmiten mensajes en los que aparece Jesús lamentándose de no ser el centro de la fiesta, en el más puro egoísmo, lo más opuesto a la persona y mensaje de Jesús.

“La verdad, es agradable saber que al menos un día del año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace muchos años empezaron a festejar mi cumpleaños. Al principio no parecían comprender y agradecer lo mucho que hice por ellos, pero hoy en día muy pocos son conscientes de para qué lo celebran. La gente se reúne y se divierte mucho, pero no sabe de qué se trata.

Recuerdo el año pasado, al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas muy deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y recuerdo también que había muchos regalos; pero, ¿sabes una cosa?, ni siquiera me invitaron. Yo era el invitado de honor y ni siquiera se acordaron de invitarme. Ni siquiera se molestaron en bendecir la mesa.

Llegaron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse; yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara y …. ¿sabes? Nadie me abrazó…

¿Qué sentirías si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran nada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.

Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de las fiestas, y de mí nadie se acuerda. Quisiera que esta Navidad me permitieras entrar en tu vida, siquiera que reconocieras que hace casi dos mil años que vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte.

Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me invitaron a su fiesta, voy a hacer la mía propia, una fiesta grandiosa como la que jamás nadie se imaginó, una fiesta espectacular.

En esta fiesta sólo habrá invitados con previa reserva, y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten mi invitación”.

Menos mal que una carta de tanto egoísmo tiene un final que podemos llamar feliz, acertado: “Prepárate porque cuando todo esté listo, daré la gran fiesta. Hasta pronto. Te espero… en Navidad, en la Eucaristía, en el pesebre, en la oración y en el bien que hagas en favor de los demás”.

Este es el lado al que no ‘hay que mirar’: lo que dicen las falsas cartas de Jesús de Nazareth y el del ‘ambiente’ que nos rodea. Ni tampoco el lamento: nos baja la moral, no es fruto de la fe, no sirve, además, de nada.

No como el Jesús (‘jesús’) de la carta: “La verdad, no me sorprendí. Porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Y, como no me invitaron, se me ocurrió entrar sin hacer ruido. Entré y me quedé en el rincón. Estaban todos bebiendo, había algunos ebrios contando chistes, carcajeándose. Lo estaban pasando en grande. Para colmo, llegó un viejo gordo vestido de rojo, de barba blanca y gritando ¡Ho-Ho-Ho-Ho! Parecía que había bebido de más. Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos los niños corrieron hacia él diciendo: «¡Santa Claus, Santa Claus!» «¡Papá Noel, Papá Noel!» ¡Como si la fiesta fuese en su honor!”

Sí, la Navidad cristiana (ya hay Navidad y Navidad-es no cristianas) consiste hoy y siempre en mirar hacia el lado de Jesús que es ‘el otro lado’ o ‘el otro: el hermano’ y que lo encontramos en el Evangelio, en un pesebre, al lado de los últimos, haciendo el bien y de fiesta con los amigos, con los pobres y con los pecadores. Y entregando su vida para que los demás tengamos vida. Ese es ‘el otro lado’ al que mirar.

Pero… no se trata de mirar ‘a otro lado’ para rechazar el del ’ambiente’, sino por ‘centrar’ la Navidad-Nacimiento del Señor. Lo cristiano no es condenar, sino vivir al modo de Jesús en quien creemos y según lo que creemos. Todo lo demás sobra. Sobre todo, la condena, la negación, el lamento.

Y se centra la Navidad, dando testimonio (cfr. Mt 10,18; Mc 13,9; Lc 21,13).

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