Un café con Jesús. Flash sobre el Evangelio del Domingo de Cristo Rey (21/11/2021)
Hoy se nos ha informado de que, en 1925, cuando todavía no se habían cerrado las cicatrices de la Primera Guerra Mundial, el papa Pío XI instauró la fiesta de Cristo Rey. Quiso ofrecer al mundo una esperanza, proponiendo a Jesucristo como Príncipe de la paz. Pero algunos acentuaron la interpretación política del título de Rey. ¿Qué pensará Jesús de todo ello?
– ¡Majestad! Vos primero -le he dicho con algo de sorna en la puerta de la cafetería-.
– Vasallo, menos guasa -me ha respondido recogiendo el guante-.
– No te enfades, pero la culpa fue de tu Vicario por sacar el título de “rey” del baúl donde se guardan las cosas viejas-he tratado de aclarar mientras pedíamos nuestros cafés.
– No olvides que un buen padre de familia saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo. No pienses que, porque ahora digáis “presidente”, el que manda es mejor que cuando se le decía “rey”. La bondad o malicia de la autoridad reside en el modo como se ejerce. Se lo dije a los Doce cuando dos de ellos me pidieron los primeros puestos en el Reino de Dios-me ha recordado mientras tomaba de la barra los cafés y los acercaba a una mesa que estaba libre-.
– Sí; ya recuerdo que, en tono de filípica, les dijiste que los jefes de las naciones las oprimen con su poder… -me he apresurado a replicar para sentar plaza de estar bien informado.
– No te pares ahí -me ha advertido, empezando a saborear el café-. Recuerda que añadí: «no ha de ser así entre vosotros, sino el que quiera llegar a ser grande, será vuestro servidor…»
– La verdad es que pusiste el listón muy alto. ¿Quién se atreverá a tomar en serio tus palabras? -le he dicho entre dientes y con tono de disculpa-.
Jesús ha dado un buen sorbo al café y me ha dicho mirándome a los ojos.
– Pues yo, el primero; y después los mismos que me reclamaban los primeros puestos. ¿No sabes que uno de ellos, Santiago, fue el primero que perdió la vida a causa del Evangelio? Lucas lo narró con precisión en los “Hechos de los Apóstoles”. Y el resto de los Doce, y muchos más en todos los momentos de la historia humana. Es innumerable el catálogo de los mártires y de las mujeres y hombres que han dedicado su vida a servir a sus hermanos, sobre todo pobres y desamparados.
– Pero un reino de gente que pierde la vida no tiene mucho futuro -he argumentado sin dar mi brazo a torcer-.
– Eso mismo pensó Pilato el día que me juzgó (Jn 18, 33-37). ¿Con que tú eres rey?, me dijo entre incrédulo y burlón; los de tu raza te han entregado a mí, ¿qué has hecho? No tuve más remedio que decirle: «Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Y, claro está, no me tomó en serio; pensó que podía eliminarme, como le reclamaban los del Sanedrín, aunque sabía que crucificarme no era justo. Pero, ¡ya ves! De Pilato sólo ha quedado una referencia histórica: esto ocurrió en tiempos de Poncio Pilato; pero yo vivo y vengo dando motivos para vivir a millones de hermanos -me dicho después de apurar el café-.
– Es que tu reino es otra cosa y, a pesar de lo que he dicho antes, tiene asegurado un futuro que nosotros, pobres diablos frágiles y caducos, no logramos imaginar -he reconocido mientras me apresuraba a pagar la consumición para que Jesús no se me adelantase. Entre tanto, él me decía: no te llames “diablo”, que también tú eres hijo del Padre-.