Comenté la semana pasada el mensaje de este año del Papa Francisco a la FAO para la Jornada Mundial de la Alimentación, que se celebra todos los 16 de octubre. Estos mensajes constituyen cada año una llamada fuerte y comprometedora a sensibilizarnos y actuar en consecuencia ante el tema de alimentación. Para que todos podamos “tener el pan de cada día y sentarse dignamente a la mesa”.[1] Como ya recordé el miércoles anterior.
Hoy quiero terminar este breve repaso al mensaje del Papa. Reflexionar sobre textos más allá del día para el que fueron escritos, es una buena manera de profundizar en algo que es permanente y objeto de una actuación y compromiso en todo tiempo y lugar.
Porque el problema de la alimentación en el mundo “comporta un serio interrogante sobre la necesidad de cambiar realmente nuestro estilo de vida, incluido el alimentario, que en tantas áreas del planeta está marcado por el consumismo, el desperdicio y el despilfarro de alimentos. Los datos proporcionados en este sentido por la FAO indican que aproximadamente un tercio de la producción mundial de alimentos no está disponible a causa de pérdidas y derroches cada vez mayores. Bastaría eliminarlos para reducir drásticamente el número de hambrientos. Nuestros padres nos educaban en el valor de lo que recibimos y tenemos, considerado como un don precioso de Dios”.[2] Es impresionante leer estos mensajes de los años anteriores.
La semana pasada quedaron algunos aspectos del Mensaje de este año que quiero traer hoy a esta página.
Un aspecto muy importante de la vida diaria, familiar, a pie de calle: “Para asimilar esta forma de vida la familia tiene un lugar principal, y por eso la FAO ha dedicado una atención especial a la tutela de la familia rural y a la promoción de la agricultura familiar. En el ámbito familiar, y gracias a la sensibilidad femenina y materna, se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo”.
Realmente la ‘mesa familiar’ es una de las primeras y más importantes ‘escuelas’ de responsabilidad alimentaria. La mesa familiar, compartida con calma y con sentido de agradecimiento por lo que nos servimos y podemos comer, crea personas austeras, sencillas, no caprichosas, responsables ante el uso del alimento, solidarias, capaces de compartir de tantas y tantas maneras como hoy día son posibles…
En nuestro ambiente “la promoción de la agricultura familiar”, que no es tan posible o necesaria como en otros lugares del mundo, la podemos traducir por el consumo de productos ecológicos o de Comercio Justo.
Un recordatorio de valor universal, válido y necesario en todas las relaciones humanas es el siguiente: “La primera preocupación ha de ser siempre la persona humana, especialmente quienes carecen de alimentos diarios y que a duras penas pueden ocuparse de las relaciones familiares y sociales”.
Cuando la persona no es el centro, “la lucha contra el hambre y la desnutrición no cesará mientras prevalezca exclusivamente la lógica del mercado y se busque sólo la ganancia a toda costa, relegando los alimentos a un mero producto de comercio, sujeto a la especulación financiera y distorsionando su valor cultural, social y marcadamente simbólico”. En definitiva, hacer de la alimentación única o principalmente un puro y sacrosanto comercio, es sembrar desnutrición y muerte en nuestro mundo y aumentar la vergüenza de un mundo dividido entre la problemática de la obesidad enfermiza y la injusticia de la desnutrición, antesala de la muerte por hambre.
No se puede terminar este mensaje sino con la fuerza de su párrafo final: “Cuando se ponga a la persona humana en el lugar que le corresponde entonces las operaciones de ayuda humanitaria y los programas destinados al desarrollo tendrán una mayor incidencia y darán los resultados esperados. NO PODEMOS OLVIDAR QUE LO QUE ACUMULAMOS Y DESPERDICIAMOS ES EL PAN DE LOS POBRES”.
Solo de esta manera colaboramos todos a que “crezca constantemente la paz al servicio del progreso auténtico e integral de toda la familia humana”. Paz, progreso auténtico e integral que todos hacemos con nuestra vida y conducta responsable y solidaria a pie de calle.
[1] FRANCISCO. A la FAO. 20 junio 2013
[2] FRANCISCO. Mensaje Jornada Mundial de la Alimentación. 16 octubre 2013