Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Lujo y dinero… pero nunca el amor

23 de junio de 2021

No es un tema nuevo ni desconocido. Y, visto lo visto, no sé si sirve de algo el recordarlo. Porque estos personajes van a seguir haciendo lo que hacen (ganar y ganar dinero) y van a seguir teniendo los mismos o más hinchas que ya tienen. Esos que parece no pueden vivir sin ‘ver’ hacer deporte a otros o jugando a mil clases de ‘quinielas’, o como se llamen, a ver si pueden ganar algo de dinero. ¡Bendito el deporte que se hace, no tan bendito el que solo se ve y fomenta la obsesión por conseguir dinero o… arruinarse!

Leo en el periódico LOS TIEMPOS de Cochabamba (Bolivia), el 4 de este mes, que según el listado publicado ese mismo día por la revista Forbes, los ingresos de los 50 deportistas que más ingresan rozaron los 2.800 millones de dólares, un nuevo récord y una cifra un 16 % más alta que la del año pasado. ¡En el año de la pandemia que tantos problemas de subsistencia ha traído a no pocos!

“En el podio continúan Messi y Cristiano Ronaldo, que durante el último año ganaron 130 y 120 millones de dólares respectivamente”, dice la información.

“En el listado completo, aparece el español Andrés Iniesta, en el puesto 48 y con unos ingresos de 34 millones de dólares en el último año”. Únicamente dos mujeres (las tenistas Naomi Osaka, en el puesto 12 con 60 millones y Serena Williams, en el 28 con 41,5) aparecen en la lista. La discriminación de la mujer también llega al deporte.

Ya lo sabíamos, claro. Pero verlo escrito con números y nombres concretos es alucinante. Vergonzoso. No se trata de condenar el gusto por los espectáculos deportivos y de cualquier otro modo de disfrutar festivamente en la vida. Nada de eso. Uno procura no ser masoquista.

Leer esta noticia, que no es ninguna novedad, me ha llevado, espontáneamente, a valorar dos textos, creo que anónimos, que me han llegado por mensajes de WhatsApp en este tiempo. Y me ha parecido oportuno divulgarlos, aunque ya los hayáis leído en internet con pequeñas variantes.

“El dinero no lo es todo”, es el título del primero. Sin olvidar que el dinero es necesario para vivir digna y sencillamente y que es imprescindible para quien vive en la pobreza y no puede ni comprar una cama. A quienes sí podemos comprarla, el texto nos invita a una profunda reflexión y a la decisión de no pensar que es un tema del que hablamos sin creérnoslo. El dinero no puede comprar lo más importante.

“Puede comprar una cama, pero no el sueño.

Puede comprar una casa, pero no un hogar

Puede comprar un reloj, pero no el tiempo.

Puede comprar un libro, pero no la inteligencia.

Puede comprar una posición, pero no el respeto.

Puede comprar sangre, pero no la vida.

Puede comprar la medicina, pero no la salud.

Puede comprar el sexo, pero no el amor.

Se puede comprar todo lo material, pero nunca el amor.

El segundo texto nos pregunta desde el título: ¿Qué es el lujo? Y nos cambia el concepto de lujo a partir de la experiencia de la pandemia, aunque ni la nombre. ¡Cuántos lujos podemos disfrutar y no lo hacemos porque no cuestan dinero y pasamos de largo ante ellos cada día! Sin olvidar que la pobreza injusta e inhumana no permite disfrutarlos a plenitud. La pobreza aceptada y vivida consciente y libremente sí que descubre y disfruta de estos evidentes y gratuitos lujos.

«Nos hicieron creer que el lujo era lo raro, lo caro, lo exclusivo, todo aquello que parecía inalcanzable.

Ahora nos damos cuenta que el lujo eran esas pequeñas cosas que no sabíamos valorar cuando las teníamos y, ahora que ya no están, las echamos tanto de menos.

Lujo es estar sano. Lujo es no pisar el hospital.  Lujo es salir a las calles y respirar sin mascarilla. Lujo es reunirse con toda la familia, con los amigos.  Lujo es disfrutar cada amanecer. Lujo son las miradas.  Lujo son las sonrisas.  Lujo son los abrazos y los besos.

Lujo es el privilegio de amar y de estar vivos.

Todo eso es un lujo y no lo sabíamos”.

No somos los seres humanos muy inteligentes, parece. Si los fuéramos, sabríamos conjugar bien y mezclar mejor estas cuatro realidades: dinero, lujo, amor, vida. Quizás tendríamos menos dinero, menos lujo del caro, y mucho más amor y vida.

Lo podemos pensar. A no ser que creamos que se trata de un moralismo rancio e inservible.

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