Es prácticamente imposible no encontrarse en cualquier calle de cualquier pueblo o ciudad (no digamos en las grandes capitales) con personas emigrantes. Su color, sus vestidos, su modo de hablarnos los presentan en cualquier momento.
El hecho está ahí. Y las opiniones y reacciones también. No voy a añadir una más. Simplemente voy a narrar dos hechos (hoy el primero) sobre la emigración. Y que cada uno reflexionemos a partir de ellos. Ojalá que para ir creando una conciencia más abierta ante las personas emigrantes. Son dos hechos recogidos de la prensa y que llamaron mi atención.
El primero me impactó desde el título: “Para ir a la guerra no nos pidieron visado”.[1]
El que habla es Sadio Coulibaly. Tiene 96 años. Fue uno de los 400.000 africanos que lucharon en las guerras europeas del siglo XX y uno de los pocos que todavía viven. Entre los reclutados estaban los ‘tirailleurs’, los tiradores de infantería senegaleses. Pocos sobreviven ya. Uno de ellos es el entrevistado.
Estos africanos fueron reclutados por Francia (Senegal era una colonia francesa) para luchar por Francia en la II Guerra Mundial y en las guerras en Argelia e Indochina. No es lo relevante que sea Francia quien organizara este reclutamiento para la guerra. Podía haber sido otro país cualquiera. No miremos en dirección equivocada.
Fueron envidos a la guerra con promesas tanto económicas como legales. Pero fueron discriminados a la hora de los reconocimientos, de las pensiones. Incluso fueron represaliados por exigir un trato igualitario a los soldados franceses.
Después de 18 años en el Ejército, a Sadio le llegó el momento del retiro. Pero “a los tirailleurs nos pagan una pensión que es la cuarta parte de lo que reciben los veteranos blancos. ¿Por qué? Las balas en Hanoi no sabían si eras europeo o negro, en la guerra de Europa muchos hermanos africanos murieron bajo las bombas. También nos prometieron la nacionalidad y nunca lo cumplieron, eso fue una traición. Ya no tengo edad para viajar, pero mis hijos podrían haber ido a Europa a trabajar y buscarse la vida. Si quisiera ir de visita a Francia, país por el que lo di todo, tendría que sacarme un visado, pero para ir a la guerra no me lo pidieron”, asegura con dolor.
Pero no todo termina ahí. Uno de los episodios más trágicos de la historia de los “tiradores” tuvo lugar en su vuelta a casa. “Ocurrió el 1 de diciembre de 1944 cuando un nutrido grupo de ellos que había sufrido prisión y trabajos forzados en Europa fue trasladado a Thiaroye (Senegal) tras la liberación de Francia. Decenas de ellos se rebelaron contra el incumplimiento del pago de sus primas de desmovilización y fueron reprimidos con brutal violencia por sus propios compañeros a las órdenes del general francés Dagnan. La historia oficial habla de 35 muertos, pero se cree que pudieron fallecer al menos 70. El cineasta Ousmane Sembène recogió estos hechos en su película Camp de Thiaroye (1988)”.
¿Por qué cuento todo esto? Simplemente para que lo sepamos más gente. Nada más. No quiero manipular yo también estas injusticias con fines moralizantes o acusatorios. El hecho está ahí y habla por sí solo.
En España también tenemos una historia de emigrantes. Lo hicieron por necesidad económica o política. Unos fueron bien tratados y acogidos; otros fueron explotados o tratados mal.
El arzobispo de Rabat, el español Cristóbal López, comenta que hace medio año celebró una misa en un pueblo de una provincia española: “A la salida de misa me llevaron a comer a un restaurante. Y en la mesa de al lado, un señor que había salido de la misa me dijo: ‘Padre, no nos envíe más gente de esa’. Yo le dije: ‘Disculpe, señor. Yo no envío a nadie. Cada uno va allá adonde cree oportuno que tiene que ir’. A mí me dolió en el alma. Porque era una persona que salía de la misa. ¿Qué había entendido del mensaje cristiano?”.
[1] JOSÉ NARANJO. Saint Louis (Senegal). El País – 25 MAY 2019