Opinión

José Luis Lázaro

Los pobres, ¿centro de nuestra Fe?

21 de enero de 2018

No sé muy bien por qué me he decidido a reflexionar sobre la realidad de los pobres en conexión con nuestra fe cristiana, tal vez porque es una realidad cotidiana en mi vivencia misionera, porque mi encuentro o desencuentro con ellos me interpela, cuestiona y conmueve hasta lo más profundo del alma…o, sencillamente, porque algunos han dejado de ser ya “pobres” para entrar a formar parte de mi vida y de mi corazón.

¿Quiénes son? ¿Qué tienen que ver con la Iglesia? ¿Por qué utilizamos diferentes “nombres”  (excluidos, marginados, necesitados…) para designarlos o referirnos a ellos? ¿Tenemos miedo a los pobres, como tan bien nos presentaba hace pocos días –en este mismo medio- su reflexión, nuestro compañero Frank Yagüe?

Resulta evidente que las diferencias entre los más ricos y los más pobres se han incrementado notablemente en los últimos años, y que “nuevas” formas de pobreza han aparecido en nuestra sociedad, cuestionando el modelo del bienestar que hasta ese momento se presentaba como panacea en la búsqueda de la felicidad.

Por otra parte, ¿cuál ha sido la posición de nuestra Iglesia en relación a los pobres? Durante muchos años, algunos de nosotros, hemos estado inmersos en ese estéril debate o controversia sobre: “la opción preferencial por los pobres”. ¿Se puede hablar de “optar” por el amor, en nuestra vida de fe? ¿Se puede vivir una fe en Jesucristo desencarnada del amor a cualquier hermano? Es verdad, nadie lo puede negar, todo el ingente trabajo de acción caritativo-social de nuestra Iglesia en la lucha contra la pobreza y en comunión con los más empobrecidos, pero –tal vez- quizás hayamos “cedido” esa vivencia de nuestra fe, a algunos colectivos, instituciones y congregaciones que -en nombre de la Iglesia-, han llevado a cabo la vivencia social de la fe -que corresponde a todo bautizado-, con creatividad, entrega y pasión.

Como bien expresa el Papa Francisco en el mensaje de la I Jornada Mundial de los Pobres (19-11-2017): “Estamos llamados, por lo tanto, a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de la soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma”. Nada ni nadie nos debe privar del contacto personal con los pobres, hermanos en el seguimiento de Jesús pobre. No podemos seguir “amando” a los pobres con palabras, con promesas convertidas en migajas, con pequeños donativos que sirven para “lavar” conciencias lacradas por el pecado y la culpa…no “derivemos” a nuestra querida gente entregada de Caritas, Pastoral penitenciaria o con emigrantes, la responsabilidad que asumimos el día que decidimos convertirnos en seguidores del Resucitado.

Es cierto, que solamente desde una profunda y radical experiencia espiritual, podremos escuchar el grito de los pobres –en cualquier tiempo y lugar- y comprometernos a sacarlos de su situación de marginación. A veces, no es fácil perseverar en el trabajo con los pobres, especialmente cuando no hay un horario y saben dónde pueden encontrarte (la tentación del cansancio, de no acoger con cariño, de mirarle solamente como un pedigüeño…) todo esto es para mí el don y la carga que hemos recibido, quienes hemos sido escogidos en este regalo de la vivencia de la fe con los más empobrecidos.

El encuentro con algunas personas empobrecidas me ha ayudado a amar y a mirar la vida, con los ojos del amor de Cristo; a confiar en la Providencia; a vivir con más sencillez y humildad; a compartir –a veces, desde las redes- esta misma vocación con otros hermanos y hermanas apasionados en la vida con los más empobrecidos; a vivir más desde el compromiso con la persona que desde la vaga promesa; y a gastarme, pues los pobres toman de ti los dones que Dios te ha dado y hacen que tu vida vaya más rápida y sea más intensa de lo que uno hubiera imaginado antes de empezar a vivir con ellos.

Mi gratitud, cariño y reconocimiento a todas las personas (laicos, religiosos y sacerdotes) que han sido y siguen siendo testigos del amor de Cristo en medio de los más empobrecidos!!

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