María Luisa Casas es miembro del equipo de viudas del Movimiento Familiar Cristiano de Zaragoza. Ella ha escrito un artículo en el que reflexiona sobre el papel que representamos cada uno en la Navidad de nuestra familia y en nuestra relación con Dios. Lo reproducimos a continuación:
Era costumbre, en el pueblo, que el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad se representara en la Iglesia un Belén viviente en el que todos sus habitantes participaban de una manera activa.
Los dos maestros, el párroco y algunos jóvenes, eran los encargados de preparar los decorados, dirigir los ensayos y distribuir los personajes bíblicos entre todos los niños, teniendo mucho cuidado de que ninguno que quisiera actuar, se quedara sin participar en el más hermoso acontecimiento del año.
Era un bello motivo para estimular la creatividad, la superación, el compañerismo, el trabajo en equipo, el afán de un pueblo entero, que se apiñaba alrededor de su parroquia para vivir en sus personas el más importante acontecimiento de la historia de la humanidad.
Eran unos días cargados de ilusiones, de intercambios, de sonrisas anchas, de canciones piadosas y de cansancios alegres. Los ancianos, al sol, rememoraban sus belenes de la infancia. Las madres cosían a toda prisa los mantos púrpuras de los Reyes Magos; las alas de los ángeles o las zamarras de los pastores. Los padres elegían en sus corrales el mejor animal que sus hijos ofrecerían al Divino Niño. Y toda la chiquillería, más ruidosa que nunca, saltaba, corría, se abrazaba y formaba un enredado manojo de ilusiones en los ensayos de la función y en el coro de villancicos
Yo siempre soñaba con representar un personaje importante: la Virgen, un Rey Mago, un ángel incluso el rey Herodes. Pero cada año, por más que estiraba el cuello para hacerme ver, estos papeles eran adjudicados a otros y yo entraba a formar parte de la grey de “pastores”, como el resto del rebaño de chicos. Al principio, un poco de desilusión pero luego la idea de participar era más fuerte y me dedicaba con gozo y ahínco a estudiar mi papel de pastora en tan magno acontecimiento.
¿Habéis reparado al leer el 2º capítulo de San Lucas que los pastores fueron los elegidos de Dios para comunicar a “todo el pueblo” la gran noticia? A todo el pueblo y a todo el mundo. A ellos, tan sencillos, tan ignorantes, despreciados por los importantes, los miro Dios y les hizo los divulgadores la gran noticia de su mensaje.
Dice san Lucas: “..y la gloria del Señor los envolvió con su luz y quedaron sobrecogidos de temor”. Muchas veces nos asustamos al ver nuestra pequeñez e ignorancia, cuando Dios nos pide “ser portador de su mensaje”. Es normal, porque somos unos pobres pastores, pero es nuestra humildad y sencillez lo que agrada al Señor para envolvernos con su luz.
Muchos años después, este recuerdo del Belén viviente de mi infancia, me hace pensar en qué papel represento yo en la Navidad de mi familia actual y en mi relación con Dios:
- ¿Seré el César que dicta leyes y las hace cumplir, sin pensar en las personas, sus circunstancias y sus sentimientos?
- ¿O el mesonero que niega un lugar en su posada a alguien que tiene frío, hambre o necesidad de ayuda?
- O más bien seré un ángel que da al mundo la gran noticia del Salvador que ha nacido?: ¿Cómo lo haría? Cantando, hablando, sonriendo, sirviendo, amando…
- ¿O el pastor que cuida con celo su rebaño, pero lo deja todo para ir adorarle? ¡¡Cuántas cosas podría contar a mis ovejas!!
- ¿Y si fuera un Mago? Si supiera ver su estrella…Esa que brilló para toda la humanidad y solo la vieron tres Reyes porque ellos miraban al Cielo
- Llevo mucho rato pensando en la figura de Herodes. ¡Debe haber muchos Herodes en cada Navidad y en cada familia!
Herodes fingió un falso deseo de amar y adorar a Jesús para traicionarle. También hoy, por egoísmo o amasar más riqueza, son capaces de matar inocentes, de dejarles morir de frío, de hambre, de abandono, de falta de amor… ¡¡Es triste hacer el papel de Herodes en la Navidad!!
Vamos a reflexionar cada persona, cada familia, cuál será nuestro papel (“su papel”) en el gran belén que formamos toda la humanidad.