Opinión

Raúl Gavín

Los nuevos sabios

8 de marzo de 2021

En estos primeros días de marzo han muerto dos personajes públicos que acostumbraban a asomar por las pantallas de televisión con cierta frecuencia: Quique San Francisco y Alex Casademunt. Los dos han fallecido tempranamente especialmente el segundo que no había alcanzado todavía los 40 años.

La mayoría de los medios de comunicación se han hecho eco de estos fallecimientos y numerosos famosos se han apresurado a expresar sus condolencias y a ensalzar la figura de los fallecidos. Hasta el punto de que el programa más visto de la televisión española, “El hormiguero”, dedicó su última emisión a homenajear a Quique San Francisco y glosar sus virtudes por las que será recordado siempre.

El conductor del programa lo evocó con palabras como estas: “aquel hombre que me enseñó a ser libre. Tú puedes ir a trabajar, puedes tener un horario, puedes obedecer a tu jefe o no; si no te da la gana, pues no. Y a Enrique no le daba la gana. Y como era libre decidió vivir por el lado salvaje de la vida». Y concluyó su discurso laudatorio con esta afirmación: «Enrique era un genio y un sabio”.

No es mi intención examinar los comportamientos en vida del actor y mucho menos juzgar a la persona sin conocer sus circunstancias vitales ni los condicionantes que le acompañaron en su peregrinar. Lo que quiero es reflexionar sobre el desorden antropológico que nos acompaña. ¿Realmente puede enseñar a ser libre un politoxicómano confeso? ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿Podrá enseñar a ser libre un esclavo? ¿Es encomiable el carpe diem llevado a la máxima expresión?

Ciertamente, el emotivo alegato del difunto escenifica magistralmente esta sociedad narcotizada que ensalza las miserias personales y encumbra a los nuevos sabios de este tiempo. Estos son aquellos que afirman que la libertad es lo que nos hace verdaderos. Por esta razón, se afirma que Quique San Francisco era un sabio: porque eligió hacer lo que le dio la gana en cada momento. Lo importante para esta generación no es destacar si eligió bien o mal, sino que eligió; eso es lo único importante.

Resulta dramático endiosar la libertad sin referirla a la verdad. No es la libertad la que nos hace auténticos, sino que es la verdad la que nos hace libres.

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