Escuchar a personajes públicos de todos los campos sociales supone estar dispuesto a escuchar qué bien habla mal del otro, del contrincante, del que piensa distinto. No cito a ninguno para no señalar y para que cada uno piense en aquel al que se le pueda aplicar este dato según su criterio.
Y estos personajes suelen ser ’jefes’ en algún campo de la vida social, pública. Incluso se les llama ‘líderes’. Que según el Diccionario de la RAE significa: “Persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad. Persona o entidad que va a la cabeza entre los de su clase, especialmente en una competición deportiva”.
Ser ‘líder’ no debe ser fácil según esta definición. Y llamarse ‘líder’ a uno mismo, roza la petulancia del que lo dice y provoca la sonrisa de quien lo oye. Por eso nadie en su sano juicio se llama a sí mismo ‘líder’ (eso pienso). Otros lo llaman, si así lo piensan y porque realmente hay líderes en nuestro mundo.
Estoy pensando en lideres que invitan al bien y a la responsabilidad desde sus vidas coherentes, sanas y constructivas. Serán o pueden ser líderes sin decirlo, sin pretenderlo, sin creérselo. Dejarían de serlo en ese mismo momento en que hicieran su auto-alabanza.
Conservo en mi archivo este dato. Al conocido escritor, valorado por unos y rechazado por otros, Arturo Pérez Reverte, le preguntaron: ¿En nuestra época hay líderes?
Y respondió: “Sí, es posible. Siempre los ha habido. Pero el problema, en mi opinión, es que nuestra época no merece a esos hombres. Cuando hablamos de virtud en el sentido romano, es decir, de nobleza de espíritu y de actitud elegante ante la vida, de dignidad y de coraje personales, te das cuenta de que al mundo de ahora no le interesa eso; no lo quiere e incluso lo rechaza. Es más, cuando el mundo de hoy se coloca delante de la virtud, el mundo se burla de ella. Frente a la gente noble a la que no pueden igualarse la ridiculizan. El mediocre intenta rebajarlo. Y, como no puede, lo intenta a través de la burla. Cualquiera puede hacerlo a través de Internet, en 140 caracteres, en la televisión… [1]
Juicio y reflexión un tanto pesimista, pero con su punto de verdad: líderes, siempre los ha habido. Y nos ofrece una buena -creo- definición del líder: hombres… de nobleza de espíritu y de actitud elegante ante la vida, de dignidad y de coraje personales.
El líder no va pregonando que es líder. Normalmente, ni lo piensa, ni se lo cree. Sí hay personas que, por su cargo, no por su valía personal -que pueden tenerla- se creen líderes, pero son o actúan como ‘jefes’ (¿Dictadores en miniatura?), algo radicalmente distinto.
Pero… “dijo Jesús a Tomás: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Jn 14,6). Y eso es mucho más que ser líder. Y es que Jesús para el cristiano no solo es el camino, la verdad y la vida, sino el único camino, verdad y vida. Esa es nuestra fe. Que intentamos hacer vida en nuestra existencia.
Fe que también cree: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). El camino, la verdad y la vida -Jesús- se define a sí mismo “como el que sirve”. El liderazgo, Jesús lo manifiesta sirviendo. Ser líder, para Jesús, es servir. “No he venido a ser servido sino a servir” (Mt 20,28).
A Jesús esta actitud y vida lo llevó a la cruz, al desprecio, a la burla. Se cumplió en él al pie de la letra y más allá, el juicio que Reverte reserva a todo el que vive coherentemente: “cuando el mundo de hoy se coloca delante de la virtud, el mundo se burla de ella. Frente a la gente noble a la que no pueden igualarse la ridiculizan. El mediocre intenta rebajarlo. Y, como no puede, lo intenta a través de la burla”.
El liderazgo no lo da el nombre, ni el título, ni el cargo. Ser líder es cuestión de vivir coherentemente aquello que se cree, lo que da sentido positivo a la vida. Quien vive así, será líder sin proponérselo y, sobre todo, sin pregonarlo. Quien lo dice y lo pregona, convierte su inexistente liderazgo, en soberbia y ridiculez.
El verdadero líder actúa y vive sin saber que es líder. El día que se lo crea… habrá perdido su posible liderazgo para siempre.
Quizás nuestro mundo, nuestra sociedad, tenga demasiados líderes que se lo creen. Y hablan como quien todo lo hace bien y rechazan, ningunean, ridiculizan a los de opinión contraria, especialmente en el mundo político, aunque no exclusivamente. Pensemos también en los hijos e hijas de nuestra querida Iglesia. No nos vendrá mal.
[1] ELENA CUÉE. Entrevista a ARTURO PÉREZ REVERTE. ABC – 22 sep, 2019