Puede que con este testo me gane algún que otro enemigo. Y si no enemigo, alguien que esté en contra de lo que escribo. Es normal, cada uno tenemos derecho a pensar y opinar libremente.
Dicho esto, y siendo consciente que en febrero va a celebrarse un Congreso de Laicos y que todos rezaremos para que sea un éxito, me refiero al día a día, cuando se pide por las vocaciones. Solo se pide, la mayor parte de las veces, por las vocaciones a la vida sacerdotal y a la vida consagrada.
¡Claro que tenemos que pedir por ellas! Pero ¿Porqué no incluir al mismo tiempo una petición por la vocación a la vida laical?
Sabemos que Dios puede sacar vocaciones de debajo de las piedras, pero ¿Y si pedimos porque haya familias verdaderamente cristianas, conscientes de su dignidad y responsabilidad de bautizados, que sepan transmitirlo a sus hijos? No me negarán que al igual que hay déficit de vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada, lo hay también de familias que vivan con gozo el gran don de su bautismo. Especialmente entre las jóvenes generaciones.
Alguien podrá decir que sí las hay y es verdad, las hay. Pero al mismo tiempo que se cierran conventos y aumenta la media de edad de los sacerdotes, nos vamos quedando sin laicos que transmitan la fe la las generaciones más jóvenes. La misa y la práctica religiosa ha quedado relegada, si no al último, sí a un lugar muy atrás en las preferencias de las familias. Y si vemos familias en las misas de niños, desaparecen en cuanto éstos han hecho la Primera Comunión.
El próximo Congreso de Laicos está llevando mucha preparación y mucho trabajo. Ojalá salgan conclusiones que ayuden a revitalizar el laicado. Estoy convencida que así será.
Mientras tanto no costaría nada incluir, aunque sea en la misma petición, una por la vocación laical. La necesitamos.