De vez en cuando, desgraciadamente demasiado a menudo, alguien, quizá un poco trastornado y generalmente en Estados Unidos, se lanza pistola en mano a masacrar jóvenes y/o niños en algún colegio. Es esos momentos surge el debate de armas sí, armas no. No suele ser muy largo, enseguida se silencia sin llegar a un acuerdo. En la última masacre, el Presidente Trump lo tuvo muy claro: nada de limitar la posesión de armas; más bien al contrario, lo que pretende es armar a los profesores para que hagan frente a posibles ataques. Parecen tener el gatillo fácil.
Mi reflexión va en el sentido de lo grande que debe ser el negocio de la venta de armas, para que ni siquiera se planteen su regulación. No importa cuantas vidas sucumban a su uso, ni cuanto dolor y lágrimas dejen tras estos actos.
Querámoslo o no, hay muchos países que obtienen grandes beneficios con este negocio. Tampoco España se libra sabiendo, además, que es un negocio bastante opaco. No hay transparencia sobre cuanto y a quien se venden. Bueno, sí se sabe. Cuanto más pobre es el país, más armas compra, ya sea el gobierno dictador o los grupos de los amos de la guerra. Y los gobiernos que las venden cierran los ojos para no ver en que van a ser usadas. Parece que lo importante es el beneficio.
Son historias tristes; de vez en cuando vemos imágenes de niños que no levantan un palmo del suelo, empuñando un kalashnikov o un rifle que abulta más que ellos, con una soltura impresionante. Claro que ellos no tienen la culpa. Es de los adultos que los obligan a estas prácticas. Luego es una tarea ardua si se quiere recuperarlos. Es lo que dicen los misioneros que lo intentan.
Me quedó muy grabado en la mente en el Encuentro con Mujeres Cristianas de Oriente Medio, celebrado en el 2016 en Bari, el grito de una joven iraqí que nos pidió: ¡¡¡No les vendan más armas!!! Con cuanto dolor surgió este llamamiento de su garganta. Pobre Iraq, cuanta destrucción y violencia ha sufrido y sigue sufriendo.
O en mi viaje a Sarajevo donde el guía que nos acompañó en la breve excursión que hicimos, nos explicó que la guerra de los Balcanes se hizo para “probar” armas nuevas. ¿Cómo puede ser que se vendan vidas humanas con tanta facilidad? No hace tantos años que se vivió esta tragedia. Seguramente muchos lo recordamos.
¡Que contradicciones tiene la vida! Por un lado, la medicina se esfuerza por salvar vidas; por otro tiene menos valor que nada. Si pensamos que la vida, ya de por sí, es un “Valle de Lágrimas” ¿Porqué queremos aportarle más dolor todavía? Pienso en los familiares de los niños muertos en la última masacre en Estados Unidos y me imagino que su dolor durará aún mucho tiempo. Sin hablar de la cantidad de guerras y guerrillas esparcidas por todo el mundo y de las que no sabemos nada. Solo nos enteramos de las más mediáticas, porque son las que llenan las páginas de los periódicos y las tertulias de emisoras de radio y televisión. Suelen ser las que están involucradas las dos grandes potencias porque así tienen la oportunidad, no solo de probar armas nuevas, sino también de hacerse publicidad.
Y me viene a la mente una idea: Jesucristo entregó su vida por todos nosotros y otros arrancan la vida a sus hermanos ¿Cómo se puede ser tan crueles? ¡Perdónanos, Señor!