Estamos a las puertas de la Navidad, ya con la tercera vela de Adviento encendida y tratando de vivir con esperanza la llegada de Jesús porque éste año lo necesitamos mas que nunca. Navidad es sinónimo de alegría, pero también de nostalgia. Navidad es familia, es sacar del corazón todo el cariño que sentimos por los nuestros y que, a veces, tanto nos cuesta expresar. Navidad es fe, porque sin ella éstas fiestas serían un sinsentido, una carrera consumista y una mera celebración sin alma.
Y podría seguir diciendo muchas más cosas de lo que significa, y mas bonitas, pero éste año todos, sin excepción, sentimos el peso de la amargura en el alma por la situación de pandemia mundial que tantas vidas se ha llevado por delante y tanto sufrimiento está causando.
A ello se une el miedo, la incertidumbre ante el futuro próximo que nos espera. Es lógico que nos preguntemos como serán éstas Navidades. Incluso habrá quién desearía pasarlas por alto ésta vez, para no sentir tanto el peso de la ausencia de los que ya no están. Pero Jesús va a nacer de nuevo, va a venir a nuestros corazones a llenarlos de la paz que sólo él puede dar.
La ausencia de los seres queridos fallecidos, incluso la tristeza del corazón que provoca no poder tener las reuniones familiares extensas de otros años, solo puede ser sanada por el convencimiento de que ni ellos ni nosotros estamos solos. Dios hecho niño, viene a mostrarnos la fragilidad del hombre. Él, que es Dios, se pone a nuestra altura para que podamos entender “algo” de su infinito amor por nosotros.Viene a llenar la ausencia con su presencia. Y aunque el duelo es inevitable y hasta necesario, la fe y la esperanza que su nacimiento nos trae, hará que nos dejemos completamente en sus manos, aceptando su voluntad sin entenderla, aceptando sus planes que no coinciden con los nuestros… Tal vez por ello, sean las Navidades más auténticas de nuestras vidas.
Y no me olvido de la Caridad. Todos tenemos que estar pendientes de todos. No dejar a nadie solo. Empatizar con tanta tristeza y rabia acumulada y aún no superada. Este año la solidaridad con los que sufren, no puede ser un tópico más. Este año, más que nunca, el Niño nos pide que seamos su presencia allí donde haya soledad, tristeza, desolación.