Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

La comida no se tira

16 de agosto de 2023

            El calor, en verano; el capricho de los niños, muchas veces: ‘esto me gusta’, ‘esto no me gusta’; la condescendencia o sumisión de ciertos padres y madres a los gustos de los hijos… tiene, entre otras consecuencias, la gran cantidad de comida que tiramos.

            Quizás, o sin quizás, la solución a este grave problema comienza por decirles y ¿obligarles?, educarlos a los niños, a nuestros hijos, que la comida no se tira, no se desaprovecha. Hay que servirse lo que se va a comer y comer todo lo que te sirven.

Nunca estará de más recordarles la importancia de no tirar la comida cuando hay gente que no tiene para comer. En definitiva, también se trata de hacerles pensar en los demás.

Claro, ese ‘pensar en los demás’ ha de comenzar en el ejemplo de los padres. Lo que sobra, se guarda y se le puede reconvertir en otro plato para la siguiente comida (algo que, sin duda, hacen la inmensa mayoría de los padres y madres. Aunque, por desgracia, de todo hay).

Los padres deben motivar a sus hijos para que piensen, por lo menos un poco,en el prójimo, en el que no tiene ni para comer en su casa, y que ese prójimo no está solamente a kilómetros de casa, sino a escasos 50 metros de donde ellos viven.

Las palabras del Papa Francisco sobre el desperdicio de alimentos son realmente claras y duras: “Hay necesidad de apoyar a quien desea cambiar para mejor, favorecer modelos de crecimiento basados ??en la equidad social, en la dignidad de las personas, en las familias, en el futuro de los jóvenes, en el respeto del medio ambiente… El desperdicio no puede ser la última palabra dejada en herencia por los pocos ricos. (A LOS MIEMBROS DE LA FEDERACIÓN EUROPEA de bancos de alimentos. 18 de mayo 2019).

“En muchos lugares, hermanos nuestros no pueden alimentarse ni sana ni suficientemente, mientras que en otros se malgasta y se derrocha sin control…  La familia, la escuela, los medios de comunicación tienen una importante tarea en la educación y en la sensibilización. En este sentido, nadie puede quedar al margen de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Llegar a esa meta no le corresponde sólo a los Organismos Internacionales ni a los Gobiernos, sino que compete a todos de la lucha contra esta cultura que va sofocando a tantas personas, especialmente a los pobres y vulnerables de la sociedad.

El Programa Mundial de Alimentos contribuye a esta causa con el reciente lanzamiento de la campaña global Stop Desperdicio. Esta pone de relieve que el derroche de alimentos lacera la vida de muchas personas y vuelve inviable el progreso de los pueblos. Si queremos construir un futuro en el que nadie quede excluido, tenemos que plantear un presente que evite radicalmente el despilfarro de comida. Juntos, sin perder tiempo, aunando recursos e ideas, podremos presentar un estilo de vida que dé la importancia que merecen los alimentos. Este nuevo estilo consiste en estimar en su justo valor lo que la madre Tierra nos da, y tendrá una repercusión para toda la humanidad.

Les aseguro, por último, que la Iglesia Católica trabaja por fomentar la solidaridad entre todos los hombres, y desea colaborar con el Programa Mundial de Alimentos, reafirmando que todo ser humano tiene derecho a una alimentación saludable y sostenible”. (Al mismo Organismo. 18 de noviembre de 2019).

Los caminos para solucionar esta injusticia no son difíciles, previa concienciación: “A veces queremos hacer algo para acabar con el hambre en el mundo, pero no sabemos cómo. Quizá dentro de casa, en nuestra cocina y en nuestro comedor, tengamos alguna respuesta efectiva y asequible.

Los datos son contundentes. Por ejemplo, un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia para el consumo humano, lo cual equivale a más de la mitad de todos los cereales producidos. Se estima que solamente con una cuarta parte de las pérdidas y del desperdicio de alimentos se podría alimentar a 870 millones de personas, equivalente al número total de personas subalimentadas en nuestro mundo.

También llamativo es que el 42% de esas pérdidas se produce dentro de los hogares (un 39% ocurre en la industria, un 14% en la restauración y un 5% en el comercio). De hecho, más de tres cuartas partes de los hogares españoles reconoce que desperdicia alimentos, por una cantidad total de 26,2 millones de kilos cada semana. De ellos, el 76% son productos sin elaborar (sobre todo, frutas, verduras, hortalizas, lácteos y pan) y en 24% son platos cocinados, especialmente carnes, potajes, legumbres, sopas y purés. Sin duda, con un poco más de cuidado, una mayor atención y una mejor planificación familiar, la situación podría mejorar mucho. Está al alcance de nuestra mano” (Fernando Chica Arellano). [1]

El comienzo de esos caminos de solución, de cambio, está dentro de los hogaresdonde se produceel 42% de esas pérdidas.


[1] Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA.  Revista Ecclesia – N° 4092 – 9 oct 2021. Pág. 42-43

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