Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

La bondad es sabia

30 de septiembre de 2020

Sí, la bondad es sabia. Quizás la única sabiduría. Ser bueno es ser sabio.

                “¿Las personas, al final, se dividen en buena y mala gente?

                Sí. Todos cometemos miserias y egoísmos, pero hay una frontera de verdadera maldad. Gente que solo articula sus vidas en el egoísmo y son incapaces de empatizar con el otro”.[1]

                Es una afirmación de las de ‘a pie de calle’: “Todos cometemos…” Me parece, además, muy acertado eso de que la frontera de la verdadera maldad es el egoísmo. La raíz de lo que omitimos por los demás y la raíz del mal que les hacemos. El egoísmo nos incapacita para ‘empatizar’, comprender, escuchar, hacerse cargo, ponerse en el lugar del otro. Aunque nadie seamos íntegramente buenos o totalmente malos. Por supuesto. En cada uno de nosotros hay de todo. Pero eso del egoísmo o de la empatía, tenerlo presente o no, nos inclina a un lado más que a otro. En este tiempo que nos toca vivir y siempre. Y, sobre todo, mantenerlo cuando este tiempo pase. Porque el mal, me parece estupenda la frase, es “articular la vida solo en el egoísmo”.

                “¿Y la bondad no le parece un tipo de inteligencia, quizá el más elevado?

                El más elevado, sin duda. El bueno no es tonto. Hay gente muy inteligente y muy malvada, pero no hay sabios, eruditos, malos. Ninguno”.[2]

 Creo que no hay desperdicio ni en la pregunta ni en la respuesta. La palabra que da el verdadero sentido y que aclara la pregunta y la respuesta es “sabios”, es decir, los que tienen ‘sabiduría’. La inteligencia forma parte de la sabiduría. Pero, por desgracia, la sabiduría puede no acompañar a la inteligencia. Y entonces nos encontramos con “gente muy inteligente y muy malvada”. El malvado, cuanto más inteligente es y menos sabiduría tiene, más mal puede hacer y más fortalece su egoísmo.

Inteligencia y sabiduría deben ir juntas. Así contribuyen al bien de la persona y de su entorno. Pero el “bueno no es tonto”. No es ‘listo’ según el mundo. Porque el ‘listo’, para el mundo, es el que sabe vivir a costa de los demás. El bueno no es tonto, es sabio.

Sabio, sabiduría. Esta sabiduría en el obrar, en el comportamiento, en las decisiones, no es la sabiduría obtenida por el estudio y el conocimiento de las ciencias o de otros aspectos de la vida. “Es que fulano sabe mucho”. Sí, estos sabios, esta sabiduría, ha hecho mucho bueno por la humanidad. Gracias a ellos hemos avanzado. Y también han aportado muchas desgracias a la humanidad. Pensemos simplemente en las armas y en el abuso de la naturaleza.

La sabiduría es un tema bíblico muy importante. Pero no directamente en el sentido del que estamos hablando aquí (aunque también), sino de la sabiduría del mundo contrapuesta a la sabiduría de Dios, que, definitivamente, es Jesucristo.

Hablamos aquí de la sabiduría humana. Esa cualidad, esa visión de la realidad, esa actuación que mira el fondo y el sentido de la vida y de todo lo que nos rodea. Y, como consecuencia, su objetivo es hacer el bien, obrar bien, cuidar para que todo mejore, descubrir lo que puede hacer mal a las personas, a las relaciones, a la creación. La persona sabia tiene una concepción positiva de la persona, de la realidad. Cree en ella y en su posibilidad de cambio. Enfrenta las dificultades y problemas con audacia y confianza. Sus juicios y opiniones son respetuosas y siempre esperanzadas.

Pero, sobre todo, como dicen los que escriben sobre esto, la sabiduría, el sabio, está habitado por un profundo sentido moral positivo: quien actúa con sabiduría está siempre guiado por el bien, por lo bueno. Sin este ‘detalle’ la sabiduría no existe, desaparece. Porque la sabiduría es la capacidad de las personas para actuar con sensatez, prudencia, buen juicio y madurez en sus actos y decisiones, buscando siempre el bien. La sabiduría es característica de aquellos que observan una conducta prudente y sensata en su vida, muchas veces en oposición a la inteligencia egoísta del mundo, a la ‘sabiduría del mundo’.

La sabiduría se va adquiriendo, profundizando y avanzando cuando reflexionamos, aplicamos la inteligencia sobre la realidad y actuamos en nuestra vida buscando lo bueno, lo bello, lo sano. Hasta que llegamos a ser, incluidos fallos y limitaciones, personas que actuamos con buen juicio buscando siempre el bien.

Cuando unimos, o intentamos, en nuestra vida la inteligencia, la bondad, la esperanza, nos vamos convirtiendo en personas ‘sabias’. Ya que unir bondad y sabiduría es el más elevado y mejor ideal de vida. Bondad y sabiduría caminan unidas. La bondad es sabia. Y la sabiduría busca la bondad.


[1] ROSA MONTERO. En “Cuestión de fe”. Entrevista de Ángeles López. VIDA NUEVA. 12-18 sept 2020. N° 3191, pág 47.

[2] Ibidem.

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