Opinión

Jesús Moreno

A pie de calle

Josefina

22 de febrero de 2023

No voy a hablar de una santa, ni la voy a canonizar. Hablo de una persona que conocí durante 14 años y que me ‘cuidó’ (sí, me cuidó) en la casa parroquial. Siempre disponible, siempre discreta, siempre sencilla, trabajadora a tope, siempre servicial.

Con sus limitaciones, como todo hijo de vecino. A pie de calle, en el día a día.

Pero, como no estoy haciendo una homilía en su funeral, puedo dar suelta a mis sentimientos y a la verdad de su entrega y trabajo. La Iglesia nos dice, muy acertada y prudentemente, que las homilías en los funerales de un cristiano nunca deben ser un panegírico del difunto.

¡Qué bien cantabas, Josefina! Pero nunca actuabas como solista. Siempre entonando -y muy acertadamente, por cierto- para que todos, reunidos en comunidad en la Eucaristía, cantásemos unidos.

¡Qué catequista siempre entregada! Con tus compañeras de misión. Una catequesis cada día más difícil con chicos y chicas en ambientes tan cambiantes. Poco interesados, padres incluidos, en la fe y más en la costumbre y en la fiesta.

¡Qué bien componías, con otras feligresas, los ramos de flores para llenar e iluminar de color el altar y el presbiterio!

¡Qué limpio manteníais el Templo parroquial ese grupo de mujeres entregadas! No como mujeres que en la Iglesia a veces parece que estáis solo para limpiar y para tareas secundarias. Porque el importante, el único, es el sacerdote según el clericalismo más rancio y antievangélico todavía dominante.

Josefina

No. Eras, eráis, miembros activos de una Iglesia-parroquia que quería y buscaba ser de todos, ya desde tu juventud.

¡Cómo participabas en las reuniones pastorales y de formación en la Parroquia! Participabas en todos los eventos religiosos de nuestro Arciprestazgo. Sin olvidar los encuentros diocesanos.

Nunca te oí una palabra más fuerte que otra ni contra nada ni contra nadie. Te lo sabías guardar y callar. Espero no exagerar. Alguna murmuración caería alguna vez ¿verdad? Todos somos de barro.

¡Cómo cuidaste de tu padre mientras vivió! A tu madre no llegué a conocerla. Cercana y entrañable con tus hermanos y sobrinos. Muy amiga, amiga fiel, de tus amigas. Os estoy viendo pasear, después de la Misa. Erais normalmente tres, disfrutando de la belleza de vuestro pueblo y de su entorno.

Tu delicadeza y tu generosidad te salían por todos los poros de tu cuerpo. Tu dinero personal, creo que no muy abundante, llegó hasta Cochabamba en muchas ocasiones. Cuando yo estaba por esas benditas tierras.

¡Cómo te alegrabas cuando te llamaba por teléfono! Yo mismo me sorprendía. Y te prometía que iban a ser más frecuentes mis llamadas. No sé si lo hice. Pero tú acuérdate de tus amigos -entre los que me cuento, no me olvides- en la presencia alegre y gloriosa y eternamente feliz del Padre, con quien creemos estás gozando por su misericordia y por su amor. Y por haber intentado tú, ser discípula de Jesús en tu vida.

            Y ahora, después de todo lo dicho en este escrito, seguro que ya entiendes a la perfección lo que intentaste vivir -aunque aquí no lo entendieras o no lo entendamos- aquello que nos dijo el Señor: “SOMOS UNOS POBRES SIERVOS: HEMOS HECHO LO QUE TENÍAMOS QUE HACER” (Lucas 17,10).

Porque fuiste agraciada y amada por el Señor.

Porque amaste “sirviendo a todos”, que es la mejor manera de amar. Como Jesús.

Porque has sufrido con el Señor por los demás.

Porque hemos gozado de tu presencia.

Porque viviste que nuestra recompensa aquí es haber sido elegidos para anunciar el Evangelio. (Cfr. 1 Cor 9,18).

Hay muchas más Josefinas en la Iglesia del Señor que mantienen viva la fe de sus hijos o de sus catequizandos. ¿Qué sería de la Iglesia sin las mujeres, aunque no las dejemos actuar todavía en muchas misiones y compromisos eclesiales?

Nos has mostrado, sin pretenderlo, que se puede ser miembro activo de la Iglesia sin diferencia de sexos.

Y te nos has ido en silencio, de repente, sin avisar. Como eras. Pero te hemos despedido muchos, muchos amigos de Saviñán y de tantos lugares.

            Gracias, Josefina. Por más señas: Josefina Berdejo, de Saviñán (Zaragoza. Diócesis de Tarazona).

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